“La resiliencia es una tecnología del consentimiento. Significa consentir la inevitabilidad de las catástrofes, sobre todo las tecnológicas, para aprender a ‘vivir con ellas’, sin jamás abordar sus causas. Consentir en formarse, aprender y experimentar con condiciones de vida degradadas por la catástrofe. Sigue siendo consentir en la participación como base para quitarle responsabilidad a quienes deciden y hacer que las víctimas se sientan culpables.” Thierry Ribault

Toda una serie de «expertos», colaboradores del sistema para decirlo más claramente, se esfuerzan por establecer un vocabulario, un lenguaje que haga aceptable la ignominia actual. A menudo vinculado a otros conceptos de moda (sostenibilidad, gobernanza, etc.) con una plasticidad similar, y ante la evidencia de una catástrofe general en curso, el mandato de «resiliencia» es ahora el de adaptarse. Al movilizar un horizonte de expectativas deseable para todos, la resiliencia permite imponer elecciones, la ciudad “buena”, los ciudadanos “buenos”, los pobres “buenos”, etc.». Y esto llega al extremo de reducir los problemas sociales globales a problemas individuales, en los que cada cual debe encontrar en sí mismo los recursos que le permitan adaptarse. Si no lo hacemos, no tenemos a nadie a quien culpar sino a nosotras y nosotras mismas. Una persona irradiada por Fukushima o envenenada por pesticidas, o incluso una persona a la que la policía le ha arrancado un ojo, no debería cuestionar el tipo de organización social que originó su desgracia… No, todo lo que tienen que hacer es ser “resilientes”.
La resiliencia se inscribe así en una lectura moral y teleológica de las catástrofes, con un enfoque lineal del tiempo, tendente al progreso y a la adaptación de las sociedades. Este enfoque lineal explica la insistencia de los programas internacionales en un mandato de adaptación. Y esta dimensión moral va acompañada de una transformación de las personas a las que se dirigen: ya no son víctimas sino actores. Así pues, la resiliencia es ante todo un discurso de economía política utilizado para imponer opciones que deberían debatirse públicamente, mientras que su uso tiende a desviar la atención de los procesos políticos y sociales hacia herramientas econométricas y soluciones técnicas. Frente a un horizonte prometedor, el uso de la noción de resiliencia presenta un riesgo importante: el de perseguir incansablemente la lógica constreñida y suicida del capitalismo, la de “crecer o morir”.
La introducción de esta confusión permanente sobre el significado de las palabras es uno de los rasgos más llamativos de las formas contemporáneas de dominación. Y la pequeña parte de verdad que siempre hay sólo está ahí para que la gran parte de mentira se entienda mejor.
“En el mundo al revés, lo verdadero es un momento de lo falso.”

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