A la luz de Murray Bookchin
Floreal M. Romero
Publicado en la revista EcoRev’EcoRev’ 2022/1 (nº 52)2022/1 (nº 52), páginas 31 a 47
Éditions Association EcoRev’ Association EcoRev’
ISSN 1628-6391
DOI 10.3917/ecorev.052.0031
Índice
- A la luz de Murray Bookchin
- El mundo que compartimos
- En contra del colapso, volcar
- Revisar las estrategias para bascular hacía el lado correcto
- Naturalismo dialéctico y universalismo
- La historia que nos habita
- Utopías concretas y determinaciones estratégicas
- La estrategia y el eslabón perdido
- Una estrategia concreta para el aquí y ahora
El reciente libro de Jérôme Baschet « Basculements » sobre los mundos emergentes y las posibilidades deseablesalimenta el debate sobre las estrategias que deben ponerse en marcha para enlazar las numerosas y variadas experiencias ya en curso. Floreal M. Romero aprovechó la ocasión para insistir en la necesidad de implicarse en la organización de las cosas aquí y ahora, inspirándose en las propuestas comunalistas de Murray Bookchin, de quien es especialista.
Nunca es fácil ser un buen critico con un pensamiento cercano al de una o uno sin caer en el elogio. Este es el caso con el libro de Jérôme Baschet, Basculements 1. No obstante, merece la pena dar un paso atrás para ver cómo y hasta qué punto podemos discernir desacuerdos, por insignificantes que parezcan al principio. En este caso estas diferencias no harían más que ampliar y enriquecer el debate, sin dejar de reconocer el amplio abanico de nuestras convicciones mutuas. Especialmente cuando estamos viviendo una carencia del diálogo. Cientos de pensamientos similares circulan y se cruzan sin jamás encontrarse y poder enriquecerse mutuamente. Afortunadamente no es este el caso de Jérôme Baschet, con quien este número de EcoRev’ nos invita a entablar un diálogo.
El mundo que compartimos
Su análisis de la sociedad capitalista y su diagnóstico de su evolución suicida se hacen eco de los escritos de Murray Bookchin, muy alejados del anticapitalismo superficial o truncado tan común entre los pensadores de izquierda. Al afirmar que « el poder del Estado organiza la captura del poder de la multitud « 2, la crítica de Baschet al Estado también es similar a la de los zapatistas o a la de Bookchin. Según Janet Biehl, Bookchin « rechazó completamente el principio de estado – por varias razones. En primer lugar, porque el Estado ejerce el monopolio de la violencia, porque regula y controla la sociedad a través de los órganos legislativo y ejecutivo, que se convierten en controladores profesionales a través de las fuerzas de seguridad y la burocracia. Y sobre todo, porque el Estado trata a los ciudadanos como niños incapaces de gobernarse a sí mismos » 3.
El deseo fundamental de Bookchin es acabar con la profesionalización del poder político, que ha perdido su credibilidad, sirve al capital y está desconectado de los ciudadanos.
De ahí su rechazo a los partidos políticos como meras máquinas para conquistar el Poder. En democracia, el poder no se delega, salvo dentro de un perímetro muy preciso, sujeto a revocabilidad, con un mandato imperativo.
La “vida buena”, apoyada materialmente en « bienes » que son mensajeros del « bien », es un fin en sí misma: la fundación de una nueva personalidad y de un nuevo modo de vida; un aprendizaje continuo de la asociación, la virtud y la decencia; una fuerza de resistencia a la corrupción social, moral y psicológica forjada por el mercado y su egoísmo desenfrenado 4.
Este imaginario, que se encuentra en las prácticas y objetivos zapatistas, es esencial para alimentar la esperanza y dar sentido a nuestras propuestas emancipadoras. Apuntar a este objetivo nos dará la energía, primero para reconocernos y luego para organizarnos, tejiendo lazos en sinergia entre nuestras luchas y nuestras alternativas, en la diversidad pero también en la búsqueda conjunta de una salida al capitalismo.
Pero por el momento, la bandera de la emancipación está a media asta y « 1984 »de Orwell, a través del totalitarismo digital de China 5, extiende su sombra sobre el mundo entero. Las perspectivas de un nuevo mundo de armonía entre los seres humanos y de éstos con su entorno natural se han reducido drásticamente. Las teorías de moda sobre el colapso no son más que un reflejo de este estancamiento.
En contra del colapso, volcar
Así pues Jérôme Baschet desafía a la desesperación reinante. Para ello, se basa en la propia noción de « colapso » sostenida por los auto-llamados « colapsólogos » o “colapsistas”, pero va más allá.
Frente a esta narrativa unívoca y fatalista, multiplica los escenarios y desarrolla una panoplia de factores de crisis en diversos ámbitos de la vida, que interactúan entre sí y engendran la crisis estructural del capitalismo. Lejos de minimizar esta crisis, a la noción de colapso sin salida, le opone la de múltiples « desplazamientos ». Y es aquí donde Baschet, aun asumiendo un « rasgo en parte común con la tesis del colapso », apela a nuestra imaginación y nos ofrece « otra concepción del desarrollo histórico ». Identifica, en este mundo capitalista triunfante « donde las determinaciones económicas son cada vez más opresivas e invasivas […] grietas cada vez más pronunciadas que lo debilitan de manera subterránea » 6. Y de ahí concluye que « la apertura de posibilidades es cada vez mayor » 7.
Pero, en mi opinión, se trata más de un acto de fe que de una demostración, porque ¿cómo establecer una relación de causa-efecto entre esas grietas, por grandes que sean, y la creciente apertura de posibilidades?
Quizás estas crisis repetidas fomenten reacciones antisistema y alimenten la esperanza en « mundos emergentes » y « posibilidades deseables ». Pero de momento, cuando la casa está en llamas, son los pirómanos quienes envían a los bomberos, pero para activar el fuego. Tenemos que reconocer que somos incapaces de hacerle frente al colapso que se avecina impulsando otra manera de “volcar” que sea emancipadora.
La propia ambigüedad del término volcar como fuente creíble de esperanza, se deriva del hecho de que se hace caso omiso de todo aquello que debería precederle, o sea de la construcción previa de un movimiento emancipador organizado. A diferencia de volcar, esta tarea requiere tiempo, de lo que carece este término porque, lógicamente, volcar se sitúa al final del proceso.
¿Cómo podemos invertir en estas grietas del sistema y desviarlas hacía la emancipación? ¿De qué fuerzas disponemos? ¿No potencialmente, sino realmente? Tenemos que admitir que la balanza de poder dista mucho de estar a nuestro favor, no sólo por la falta de apoyo a nuestras propuestas, sino también por falta incluso de un atisbo de organización. Y ahí es donde radica el problema, y es este vacío el que nuestra estrategia debe ante todo llenar. Sólo cuando hayamos conseguido desencadenar una dinámica de apoyo afectivo a nuestras propuestas podremos esperar que se hagan efectivas.
Por tanto, debemos adoptar una visión estratégica, que se convierta en nuestra principal preocupación común, y en la que debemos centrar y aunar nuestros esfuerzos. Estrategia es ciertamente una palabra asociada a la guerra, pero el Capital nos declaró la guerra a los humanos y al mundo entero hace ya mucho tiempo.
Revisar las estrategias para bascular hacía el lado correcto
La historia como eslabón estratégico primordial
Sorprendido por la importancia que los zapatistas conceden a la reflexión sobre la historia, definiendo su lucha « como una rebelión por la historia y contra el olvido », Jérôme Baschet ofrece una crítica pertinente y sin tapujos del « presente perpetuo » 8 neoliberal que se hace eco del análisis de Guy Debord en La sociedad del espectáculo, para quien « el tiempo de la producción, el tiempo de la mercancía, es una acumulación infinita de intervalos equivalentes « 9. Así pues, nos encontramos ante un estancamiento de la historia humana, su confiscación por la lógica de la mercancía y su ideología realizada. Pero al final, Baschet parece hacerle el juego a esta última, porque afirma que la historia ya no está con nosotros, y que ya no somos los mensajeros del sentido de la historia que nos llevaría inexorablemente a la salvación. Considerarnos como heraldos de la salvación no nos incumbe, como tampoco considerar a la historia como algo exterior, un poder tutelar. Por lo cual seguiremos pensando como Marx: « Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, en condiciones elegidas por ellos mismos, sino en condiciones directamente dadas y heredadas del pasado » 10. El reto sigue siendo el volver a poner en movimiento a la historia, desincrustarla de la economía política.
Es cierto que Baschet hace referencias históricas, a la Comuna de París por ejemplo, y a otros acontecimientos revolucionarios, pero mientras reivindica la necesidad de conocer el pasado, curiosamente le rinde muy pocas visitas al pasado revolucionario, y es así como, en mi opinión su percepción de la historia sigue siendo superficial. De ahí su extraña referencia a las estrategias de Olin Wright, que al fin y al cabo, quedan circunscritas dentro de un enfoque innegablemente presentista. Una visión verdaderamente histórica le habría permitido a Baschet evitar evocar una vez más el viejo error de la colaboración con las instituciones estatales a las que alude Olin Wright. Más allá de la estrategia en sí, la comprensión de la historia por parte de Bookchin nos permite ir mucho más lejos y en consecuencia, abordar otros temas importantes que Baschet trata a veces, pero de una manera que nos parece demasiado precipitada. Para Bookchin, por ejemplo:
“La historia es tan importante como la forma o la estructura. En gran medida, la historia de un fenómeno constituye el fenómeno mismo. Somos, en realidad, todo lo que ha existido antes que nosotros, y a su vez podemos llegar a ser infinitamente más de lo que somos […] La evolución nos habita (al igual que habita el mundo que nos rodea) en forma de elementos constitutivos de nuestra propia naturaleza.” 11.
Volveremos sobre la relación entre historia y estrategia como tales, pero antes repasemos estos planteamientos, que también me parecen ser parte de la estrategia en la medida en que contribuyen a darle sentido a nuestras acciones y a reforzar nuestras convicciones.
Naturalismo dialéctico y universalismo
El naturalismo dialéctico humanista de Bookchin se opone a la concepción misántropa de los humanos como siendo seres destructivos. Así, negándose a mitificar a la humanidad tanto como a la naturaleza, ve a los seres humanos como seres biológicos y sociales.
En este planteamiento, la historia sirve de punto de partida para revisar el concepto de naturalismo. Un naturalismo del que Baschet nos invita a salir, como lo hace acertadamente con el individualismo y el universalismo totalizador de la modernidad, oponiendole a este último « el universalismo de la multiplicidad ». Pero al igual que con el universalismo, el autor haría bien en relativizar y no meter en el mismo saco todos los planteamientos naturalistas como « un conjunto de representaciones que disocian a la humanidad de la naturaleza y la sitúan por encima de ella » 12 sin tener en cuenta el planteamiento de Murray Bookchin y su rica complejidad conceptual. En efecto, el naturalismo dialéctico forjado por Bookchin va mucho más allá de los burdos naturalismos dualistas. El naturalismo dialéctico está en el corazón mismo de la ecología social, que no es ni « biocéntrica » ni « antropocéntrica » porque « refuerza las profundas raíces de la humanidad y la sociedad dentro de su evolución natural « 13. Como humanista, el naturalismo dialéctico de Bookchin se opone a la concepción misántropa de los humanos como seres fundamentalmente destructivos. Así, negándose a mitificar tanto a la humanidad como a la naturaleza, ve a los seres humanos como seres biológicos y sociales. Este naturalismo también se opone a cualquier enfoque sobrenatural (místico) de la naturaleza 14. En consecuencia, desarrolló el concepto de una primera naturaleza, la de la biología, y una segunda naturaleza, la de la sociedad, como resultado de la evolución natural de la primera. Un estudio en profundidad de las sociedades « prealfabetizadas » y precapitalistas confirmó su convicción de que ambas naturalezas no siempre se oponían, sino que se complementaban. De hecho, la fractura se produjo con la aparición de la dominación en el seno de las sociedades, empezando por la del hombre sobre la mujer. Aquí es como podemos cumplir el deseo de Baschet, el de « dar cabida a otras antropologías emergentes » como elementos constitutivos de nuestra estrategia, ya que podrán preparar nuestra imaginación para un « nuevo mundo que contenga muchos mundos ». Y se trata del mundo entero, lo que resume aquello que Murray Bookchin entendía por universalismo.
En consecuencia, su investigación histórica y las propuestas que de ella se derivan distan mucho de ser, como dice Baschet, « parte de una genealogía muy occidental ». A este nivel, Bookchin podría haber respondido que su interés por las instituciones democráticas no era específico a las culturas en las que nacieron 15 y que era importante resonar con la tradición emancipadora de cada país. E incluso más allá, ya que, por ejemplo, la revolución del confederalismo democrático de Rojava, inspirada en el comunalismo de Bookchin, se dio en un país donde la democracia asamblearia no está enraizada en la historia y la geografía kurdas 16. Como muy bien dice en el vídeo « Las formas de la libertad », quiere transmitir a la gente referencias que les suenen, que formen parte de su historia, pero partiendo de los problemas cotidianos. Además, tuvo que elegir Estados Unidos, donde vivía, como el lugar más propicio para su acción, pero también estratégicamente, como el objetivo en tanto que centro neurálgico del capitalismo mundial.
La historia que nos habita
« Conoce a tu adversario y, sobre todo, conócete a ti mismo, y serás invencible » Sun Tzu, El arte de la guerra, Siglo VI a.C.
Pero para que la apuesta tome forma, necesitamos ser aún más ambiciosos. Tomar la medida de lo que hay, no sólo frente a nosotros sino también en lo más profundo de nuestro ser, se convierte entonces en uno de los objetivos prioritarios y, en cualquier caso, concomitante con nuestro planteamiento emancipador. Como lo dijo una vez Gustav Landauer: « La liberación sólo es posible para aquellos que interior y exteriormente se ponen en condiciones de salir del capitalismo, que dejan de jugar un papel y empiezan a ser humanos » 17. El capitalismo y su «modernidad», con sus predicadores y teólogos, surgieron de la antiquísima lógica de la dominación, acentuando al mismo tiempo sus formas oligárquicas. Para distinguirse de las viejas religiones, les pareció esencial dar a la Economía Política todas las apariencias de una ciencia.
Pero a diferencia de todas las demás religiones, el paraíso capitalista no se sitúa en un más allá, sino en una inmediatez a la que todo el mundo está llamado a asirse: el dinero. Y es en la práctica obligatoria de esta dependencia cotidiana donde se perpetúa la dominación/sumisión, el “salvese quien pueda” en la separación y la competencia. « Si no exploramos esta historia, que vive activamente dentro de nosotros, como las fases anteriores de nuestras vidas individuales, nunca nos liberaremos de sus garras », nos dice Bookchin 18. Hacer de esto una prioridad en nuestros grupos militantes no es un enfoque estético, sino estratégico para contrarrestar al enemigo interior que parasita nuestras relaciones 19. El naturalismo dialéctico es un aliado importante en este esfuerzo por disolver estos obstáculos psíquicos: la convicción de que nuestro potencial creativo, inherente a nuestra naturaleza biológica, es un hecho histórico. Pero iniciar este proceso de trabajo conjunto en una auténtica cultura del diálogo sólo tiene sentido si estamos firmemente convencidos de que sabemos hacia dónde nos dirigimos juntas y juntos, y qué caminos debemos tomar y cuáles no.
Utopías concretas y determinaciones estratégicas
Comparto con Jérôme Baschet la identificación del capitalismo como enemigo, pero también la de sus aliados objetivos, a saber, los anticapitalismos truncados desde la extrema derecha hasta llegar a la izquierda de los « neo » con su « L ». Ya sea que esta « L » se refiera al liberalismo y neoliberalismo para la izquierda blanda y su reformismo, o a Lenin (neoleninismo) para los auto-proclamados revolucionarios partidarios del “Grand Soir” . De hecho, domesticar al capitalismo no es más realista que el intentar resquebrajarlo. Al igual que la burguesía supo hacer con la aristocracia, tenemos que crear poco a poco una dinámica capaz de erosionarlo. Erosionar en el sentido político del término creando, en tensión con y contra el Estado, un poder comunalista 20, un poder capaz de llevar en su seno realizaciones sociales verdaderamente alternativas capaces de dar la espalda a las lógicas económicas dominantes. En otras palabras, un « movimiento molecular firmemente arraigado en cada comunidad y en cada barrio » que permita construir la autonomía, empezando por la soberanía alimentaria. Es la condición sine qua non para que el mundo entero salga de la esfera altamente destructiva del « mundo de la economía » y de todo lo que hay en « esta sociedad organizada en torno a y para la producción de mercancías ».
Eso forma parte del horizonte, del objetivo de nuestro planteamiento. Es un imaginario que se va construyendo y modelando con tantos modos de organización social y experiencias revolucionarias pasadas y presentes, como las de Rojava, los zapatistas, las ZAD, etcétera. En tanto que politizadas, son todas estas experiencias alternativas las que se palpan aquí y ahora, las que van redibujando ese mundo posible e imaginable donde la sociedad, reconciliada consigo misma, es capaz de reponer el mundo natural que le dio origen. Estos intersticios, estas fisuras, estas brechas, son sin embargo minimizadas, por no decir vistas de forma anecdótica, por ciertos autores como Frédéric Lordon. Se les califica de « islas » o, en el mejor de los casos, de « archipiélagos » que parecen flotar sin consistencia en el océano turbulento del capitalismo. Les daríamos la razón si nos limitáramos a realizaciones como las comunas en Estados Unidos por los años sesenta y setenta, que, al huir de la ciudad, prescindieron del comunalismo como proyecto de organización política. Un hecho que se repite en muchos proyectos contemporáneos 21.
Vivir en un enclave dentro de un entorno capitalista sigue siendo una forma de « individualismo colectivo », que se olvida de las luchas sociales, dándose la ilusión de ser libre y vivir como un ecologista patentado. Pero eso no es todo: aparte de abrazar potencialmente el espectro del « survivalismo », estas alternativas autogestionadas, ya sean de la variedad cooperativa 22 o empresas lanzadas al ruedo del mercado, están abocadas a caer en el terreno de la competencia. Es más, muchas comunidades parecen no poder desprenderse de los proyectos de gestión urdidos en el corazón mismo del capitalismo por sus tendencias más siniestras.
Con el pretexto de la cooperación, el distanciamiento de los egos, etc., los Colibris en Francia, por ejemplo, han llegado a adoptar técnicas de gestión derivadas de este linaje, como la « holocracia ». En el improbable caso de que los dirigentes sean eliminados, el único en mandar sería el Mercado. Ahí radica el peligro de estas islas que, lejos de representar brechas o fisuras, distraen de las luchas sociales y actúan como válvulas de seguridad del sistema canalizando miedos y ansiedades.
La estrategia y el eslabón perdido
Jérôme Baschet insinúa una auténtica revolución cuando menciona la posibilidad de « bloqueos y sublevaciones » o la hipótesis de « espacios liberados [que] bien podrían reforzar las dificultades de reproducción de los circuitos del capital », o incluso dar lugar a « una buena vida para todos en una relación repensada con lo vivo [que] no puede sino intensificarse, dando lugar a una auténtica guerra de los mundos » 23. Podríamos multiplicar los ejemplos en los que la victoria parece al alcance de la mano: « Se da un salto decisivo cuando la asamblea pasa de las tareas de coordinación de la lucha a las de organización de la vida colectiva, en un contexto de parálisis del mundo económico y de destitución de los poderes establecidos » 24.
Aunque reconoce la necesidad de poner en red estos « espacios liberados », admite que esto « tiene dificultades para materializarse », y con razón. Ya hemos visto cuánto nos queda por recorrer para concebirlos como « espacios liberados ».
Me parece que, en general, Baschet se adelanta demasiado rápido, porque su análisis carece de un desarrollo significativo entre la situación actual y los escenarios revolucionarios que evoca. Aunque la estrategia propuesta nos atrae por el estilo despierto de su escritura, al final se basa más en la espontaneidad que en cualquier preocupación por la organización. No se trata de condenar la espontaneidad; surge cuando menos lo esperamos y « no excluye la organización ni la estructura. Al contrario, suele dar lugar a formas de organización no jerárquicas, auténticamente orgánicas, auto-creadas y voluntarias. La única cuestión seria que plantea la espontaneidad es si se basa o no en el conocimiento, si está o no informada. » 25. De ahí la necesidad de que exista siquiera un germen de organización. Por supuesto, la organización no puede decretarse, al igual que el comunalismo. Debe responder a una necesidad, y en ella nacen y se propagan con determinación las energías necesarias para satisfacerla. Pero esta necesidad se hará sentir en cuanto emprendamos el camino de la autonomía.
Antes de ir más lejos, hay que insistir en un pasaje clave del libro “Basculements” que debería haberse desarrollado con más amplitud, pues de lo contrario el « vuelco », como lo entenderíamos en castellano, corre el riesgo de evocar únicamente la precipitación: para transformarse en vuelco, el momento insurreccional necesita un poder preexistente, constituido por prácticas de auto-organización colectiva, capacidades técnicas bien afinadas, subjetividades cooperativas experimentadas en el arte de trabajar juntas y juntos. En definitiva, la experimentación, aunque sea parcial, de una existencia previa que ya sea comunitaria 26.
Una estrategia concreta para el aquí y ahora
La necesidad de organizarse
Aquí es donde entra Jérôme Baschet, pero glosa este aspecto crucial con demasiada rapidez y es un poco evasivo sobre cómo lograrlo, aunque es el primer paso para poner en marcha una verdadera estrategia, partiendo de la necesidad de crear estos espacios, preservar nuestros logros y evitar la represión frente a la que nos vemos impotentes. En la actualidad, la necesidad de organización no parece ser una prioridad .
Por tomar sólo los casos franceses más recientes, podemos ver como el Estado puede llegar a actuar : a los Chaleco Amarillos que exigían vivir con dignidad, les responde a los manifestantes sacándoles los ojos y arrancándoles las manos. ¿Cómo imaginar que el Estado permita que se formen comunas autónomas en su territorio, sin aplastarlas como a la primera ZAD que se presente?
Porque estas características están en los genes del capitalismo, ya sea liberal o autoritario, según lo que más le convenga. Hay que tomarse este tema en serio, y no tratarlo de forma breve y superficial. Hemos tenido demasiadas muertes en la historia de la emancipación.
Además de hacernos daño, las derrotas nos acosan durante años, por lo que es mejor adoptar un gradualismo estratégico implacable pero prudente. Y es precisamente esta dinámica de construcción la que debemos priorizar y la que nos permitirá alcanzar un verdadero contrapoder popular. Öcalan lo expresa de esta manera: « El concepto de autodefensa no se refiere a una organización armada o a un estatus militar, sino a la organización de la sociedad: capacitarla para protegerse a sí misma en todos los ámbitos movilizando a todas las organizaciones » 27. Esto se hace eco del llamamiento de Bookchin a la creación de instituciones democráticas « categóricamente nuevas », ya sean legales o ilegales, capaces de proporcionar los recursos educativos y las ideas vitales necesarias para alcanzar los objetivos comunalistas y libertarios.
Vistas las dificultades de todo tipo a la que hemos aludido, revisitar el pasado es una necesidad imperativa y vital, porque muchas experiencias comunalistas, como movimiento, se encuentran en nuestra historia. Son por derecho propio, un cúmulo de experiencias que iremos estudiando, filtrando, seleccionando, contextualizando para finalmente utilizar como peldaño previo a cualquier estrategia construida en torno a grandes líneas, sin dejar de ser diversificada y flexible ya que el camino se hace al andar.
La colonización del presente por el futuro requiere de la historia
Como hemos visto, la primera parte de la investigación histórica de Bookchin, como análisis de las causas del desastre, atraviesa toda la ecología social. La segunda parte de su indagación histórica, que se refiere a la manera de superar esta crisis, le lleva a integrar plenamente la ecología en la tradición socialista revolucionaria, y más aún en la tradición comunalista. Esto significa desempolvar la tradición, despojándola de mitos como el “Grand Soir”, a favor de una organización de la lucha en el “aquí y ahora”, persiguiendo objetivos fijados y creando instituciones alternativas en tensión con las del Estado. Y puesto que las sociedades de clases tienen sus raíces en las sociedades jerárquicas, la disolución de todas las formas de dominación -incluido el patriarcado y la dominación de la sociedad sobre la naturaleza- sigue siendo uno de los objetivos de esta política.
Al hacer que los seres humanos interactúen entre sí y con los elementos de los ecosistemas a los que todos pertenecen, el comunalismo de Bookchin sitúa el vínculo social en el centro de su organización, fundamento de una eco-comunidad basada en el principio de « unidad en la diversidad ».
Bookchin retoma a sus predecesores, de Gustave Lefrançais a Ernst Bloch, pasando por Proudhon, Bakúnin, Kropotkin y muchos otros. Su mensaje subyacente era que los sistemas sociales basados en el control estatal estaban de alguna manera en desacuerdo con la naturaleza, tanto humana como no humana.
Así que Bookchin, gracias al estudio de los pensadores que le precedieron en los más diversos campos, pero también gracias a la experiencia acumulada de las revoluciones que había recorrido con lupa, acabó actualizando el comunalismo decimonónico incorporando la ecología, no como un añadido -la necesidad de « preservar el medio ambiente »-, sino como un anclaje profundo en su problematización ecológica de lo política. Inspirándose en el pensamiento anarquista y marxista, fue más allá al utilizar la ecología como ciencia para hacer del comunalismo una síntesis de esos tres fundamentos teóricos.
Pero el proyecto comunalista de Bookchin prefigura ya toda una estrategia, cuidando de no separar medios y fines, porque éste es un problema que siempre ha aquejado al movimiento revolucionario. Precisamente, el concepto de poder dual como medio para alcanzar un fin revolucionario y formar una sociedad racional supera el abismo entre el método para lograr una nueva sociedad y las instituciones que la estructurarían. Y Bookchin explica :
“Sin una organización claramente definible, un movimiento corre el riesgo de caer en la tiranía de la ausencia de estructura. […] Al estudiar de cerca la historia de las revoluciones pasadas, el problema más importante que encontré fue precisamente la cuestión de la organización. Esta cuestión es crucial, sobre todo porque en un levantamiento revolucionario, la naturaleza de la organización puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Lo que me quedó muy claro fue que los revolucionarios necesitan crear una organización muy proactiva -una vanguardia, por utilizar un término muy usado hasta que la nueva izquierda lo envenenó asociándolo con los bolcheviques- que tenga su propia paideia rigurosa, que cree una membresía responsable de ciudadanos informados y dedicados, que tenga una estructura y un programa y que cree sus propias instituciones, basadas en una constitución racional” 28.
Actuar aquí y ahora
Sobre estas bases, abogo en primer lugar por poner en común nuestras reflexiones para debatir sobre cómo poner en marcha un movimiento comunalista surgido de nuestras raíces, de nuestra tradición revolucionaria europea. Para comprender lo que podría representar un movimiento libertario, la referencia a la España de los años treinta es esencial. Con sus sindicatos, la CNT, sus ateneos libertarios, sus escuelas racionalistas, sus periódicos, sus tendencias naturalistas, comunalistas y feministas, su urbanismo social, sus cooperativas de vivienda y de consumo, su gimnasia revolucionaria, etc., este movimiento, construido a lo largo de los años, dio lugar a la mayor revolución del siglo XX según Debord. No hay nada que imitar o copiar, como tampoco podemos cerrar los ojos al resto del mundo, y por eso, apoyándonos en estos logros, tenemos que partir de nuestra realidad actual, aquí y ahora. Construir una organización significa desarrollar una estrategia adaptada al lugar donde estamos.
La estrategia zapatista es diferente a la de los kurdos de Rojava. Organizar una relación de fuerzas es lo que está en juego en la confrontación y en la propuesta estratégica de Bookchin cuando habla de « poder dual ».
Si observamos las tendencias de diferentes movimientos sociales contemporáneos, como los Chalecos Amarillos, las ZAD, el 15 M o diversas corrientes municipalistas, vemos la emergencia, a pesar de su heterogeneidad, de un imaginario político que sitúa el tema de la Comuna en el centro de las prioridades. Si bien este imaginario comunal es objeto de apropiaciones diversas, en mi libro 29 propongo la idea de elaborar conjuntamente una hoja de ruta para una « unidad en el disenso », para poner de relieve la riqueza de la diversidad, a escala local y luego a niveles más amplios. Esta carta se dirige a todos los movimientos sociales cuyo objetivo primordial es salir del capitalismo construyendo su alternativa, es decir, el comunalismo. Este vínculo constituiría un acto fundador de una organización articulada y flexible, que también representaría un primer acto de autodefensa. Hay que enumerar, visitar, discutir y construir una verdadera red de territorios para poder tejer una red de protección y apoyo mutuo a partir de nuestros lazos de solidaridad; pero no solamente eso.
Sino que además impulsar este proceso en movimiento, significa poner las probabilidades de nuestro lado para convencer a los grupos que todavía están en estado de indecisión. O incluso, en algún momento, si la correlación de fuerzas es favorable, volcar hacía nosotros ciertas facciones políticas « progresistas ». Esto requiere un largo periodo inicial de paciencia y obstinación, al contrario que en la época revolucionaria. « Una vez que este periodo está en marcha, un año, incluso unos pocos meses, pueden provocar un cambio en la conciencia popular y en el estado de ánimo que en otras épocas habría requerido décadas » 30.
Mi libro plantea una serie de propuestas, entre ellas la de una hoja de ruta, una carta a presentar a los distintos movimientos de lucha y alternativos, donde se expondrán los siguientes argumentos para ayudar a posicionarnos aceptando las críticas para avanzar. Avanzar hacia una verdadera soberanía alimentaria es una de las prioridades: lo local, los circuitos cortos, las AMAPs. Esta práctica de autogestión es un eslabón fundamental en el camino para salir del capitalismo y avanzar hacia la autonomía, empezando por la alimentación. Este vínculo fuerte y pragmático entre el productor campesino y el consumidor responsable y cívico, abre la vía a una « economía moral », como atajo a la economía de mercado. La proximidad, la complicidad y un fuerte vínculo pueden fundir la mediación del dinero. Así, descubrimos a través de la práctica las virtudes y el placer de hacer cosas juntas y juntos en la dificultad, pero también en la alegría, condición para abrir las puertas a esta dimensión del buen vivir, en su conjunto, esta dimensión que los zapatistas viven y nos transmiten. Sólo esta experiencia abrirá poco a poco las mentes de la gente a una gradual recuperación colectiva de los medios de producción y a una municipalización de la economía. Lo mismo ocurrirá en todos los demás ámbitos de la vida, como la educación, la energía, la vivienda, la cultura, la artesanía, la industria, etc. En definitiva, nos corresponde a nosotras y nosotros crear esta dinámica de autoinstitución política de estos bienes comunes, capaz de poner en práctica, ante todo, la solidaridad vital entre los seres humanos, para que pueda ser compartida y extendida a todos los seres vivos y al entorno natural.
- Jérôme Baschet, Traspuesta. Mundos emergentes, posibilidades deseables, París, La Découverte, 2021. ︎ ↩︎
- Ibid, p. 188. ︎ ↩︎
- « Janet Biehl: « Bookchin ha sido marginado » (entrevista), Ballast, 15 de octubre de 2015, en: revue-ballast.fr ︎ ↩︎
- Murray Bookchin, « Economía de mercado o economía moral », en « Poder para destruir, poder para crear. Hacia una ecología social y libertaria », París, L’Échappée, 2019. ︎ ↩︎
- Celia Izoard, « El totalitarismo digital de China amenaza a todo el planeta », Reporterre, 6 de enero de 2021, en: reporterre.net ↩︎
- J. Baschet, Basculements, op. cit, p. 59. ↩︎
- Ibid, p. 67-68. ︎ ↩︎
- Jérôme Baschet, Deshazte de la tiranía del presente. Temporalidades emergentes y futuros sin precedentes, París, La Découverte, 2018. ↩︎
- Guy Debord, La sociedad del espectáculo, París, Éd. Champ libre, 1971, §147, p. 121. ↩︎
- Karl Marx, Le 18 Brumaire de Louis Bonaparte, París, Éd. sociales, 1969, p. 13. ↩︎
- Murray Bookchin, ¿Qué es la ecología social?, Lyon, Atelier de Création libertaire, 2003, p. 16. ︎ ↩︎
- J. Baschet, Basculements, op. cit, p. 145. ↩︎
- Murray Bookchin, « Écologie : socialisme ou barbarie », Ballast, 20 de marzo de 2020, en: revue-ballast.fr ↩︎
- Murray Bookchin, Ecología de la libertad, reimpreso en Ecología social. Penser la liberté au-delà de l’humain, Marin Schaffner (ed.), Marsella, Éd. Wildproject, 2020, p. 270-271. ↩︎
- Véase Murray Bookchin, en Janet Biehl, Libertarian municipalism. La política de la ecología social, Montreal, Éd. Écosociété, 2013 [1998], p. 247. ︎ ↩︎
- Janet Biehl, ‘Comunalismo kurdo’, New Compass, 9 de octubre de 2011, en: newcompass.net ︎ ↩︎
- Gustav Landauer, Appel au socialisme,Saint-Michel de Vax, La Lenteur, 2019, citado en Renaud Garcia, « Gustav Landauer: un appel au socialisme », Ballast, 13 de enero de 2020, en: revue-ballast.fr ↩︎
- M. Bookchin, Qué es la ecología social, op. cit. p. 16 17. ↩︎
- Ibid, p. 43. ︎ ↩︎
- Véase M. Bookchin, « Ecología: socialismo o barbarie », art. cit. ↩︎
- Véase, por ejemplo, Marcel Sévigny, « La trajectoire incertaine du Projet Bâtiment 7 », Possibles, 45, 2, 2021, en: revue-possibles.ojs.umontreal.ca ︎ ↩︎
- Véase, por ejemplo, Nolwenn Weiler & Sophie Chapelle, « Comment les coopératives agricoles reproduisent la loi de la jungle néolibérale », Basta!, 12 de octubre de 2021, en: basta.media ↩︎
- J. Baschet, Basculements, op. cit, p. 203. ↩︎
- Ibid, p. 204. ︎ ↩︎
- Murray Bookchin, Espontaneidad y organización, París, Éd. Noir et Rouge, 1978, p. 12. ↩︎
- J. Baschet, Basculements, op. cit. p. 206. ︎ ↩︎
- Abdullah Öcalan, La révolution communaliste. Écrits de prison, Montreuil, Éd. Libertalia, 2020, § « Le système d’autodéfense » ↩︎
- M. Bookchin, Espontaneidad y organización, op. cit. p. 17. ↩︎
- Floréal Romero, Actuar aquí y ahora. Pensando en la ecología social por Murray Bookchin, Rennes, Éd. du Commun, 2019. ︎ ↩︎
- M. Bookchin, Espontaneidad y organización, op. cit. p. 31. ↩︎
Hola Floreal
He leido el artículo que has enviado contestando el libro de Baschet. Decirte que desconozco al autor y el libro concreto motivo del artículo. De todas formas los comentarios que viertes sobre el contenido han provocado alguna reflexión que s continuación intento detallar.
El tema de las «grietas» del sistema como posibles espacios de transformación social, o de acción para provocar ésta, hace ya tiempo que he discutido con compañeros y compañeras que se inclinaban por utilizarlas. Desde que nos hallamos en una sociedad digitalizada las esperanzas de «grietas» en el sistema, por su fragilidad en momentos puntuales, parecía abrir posibilidades de revuelta. Siempre he sido escéptico sobre esta posibilidad. Es cierto que en estos momentos un ataque a las entrañas, o cloacas, del Estado puede desencadenar una situació que, como mucho, crea desorden social en el sentido de que los perjudicados y perjudicadas vamos a ser los de siempre sin que la legitimidad del Estado sea cuestionada. Qué es una grieta? La chispa que encendió el 15M?
Lo que se quemó en el 15M no fue el sistema corrupto que lo provocó sino el propio movimiento que pretendia transformar el sistema. Paradojas de los movimientos ni informados ni formados, tal como apuntas en algún párrafo del escrito.
Fue el vacio de poder de la República frente a la sublevación fascista una grieta por la que se coló la Revolución Social en el 36? Indudablemente, pero sin la organización, información y formación de la clase trabajadora en dècadas anteriores nada hubiera sido posible. Lo importante es la base organizativa, sin la cual ni grietas ni momentos serán aprovechables. En esto ya sabes que coincidimos.
Qué organización? Mis referentes históricos y sociales me llevan al Sindicato.
Así lo entendieron a principios del siglo XX, al considerar la explotación laboral como la causante de la miseria y pobreza que padecía la población. Y no se quedaban en una mejora de las condiciones laborales, a partir de éstas, la transformación social seria posible.
Qué consideramos ahora el eje central de la dominación? Desde mi reflexión el trabajo continua siendo central para el modelo de vida capitalista. No somos los únicos a los que el sistema extrae plusvàlua, el movimento feminista y el ecologista han puesto la dominación patriarcal, cuidados para la reprodución y sometimiento de la mujer, la explotación de la natura, destrucción de la agricultura en los lugares de residència, para seguir acumulando plusvàlua, único objetivo del Capital. Y a veces, demasiadas veces, no encontramos los espacios comunes.
Por desgracia el modelo sindical, que habría de ser integral, no es una realidad aunque los sindicatos de referencia tengan aprobados un sinfín de acuerdos al respecto.
Al hilo de esta cuestión, el punto de la soberanía alimentaria como una lucha prioritaria y que podría ser inicio de la deseable creación de estructuras paralelas para hacer frente al Capital, coincido contigo, pero la experiencia, salvo honrosas excepciones, me lleva a pensar que la agricultura «alternativa», a pequeña escala, ecologista, de proximidad, o como queramos nombrarla, está en estos momentos viciada por el objetivo de crearse un espacio en el Mercado.
El acercamiento o colaboración entre productores y consumidores a pequeña escala, tal como se defiende y argumenta desde el modelo de las cooperativas de productores y consumidores, es efectivo únicamente cuando existe la conciencia de desmontar el capitalismo. La mayoria de ocasiones estas asociaciones mejoran la calidad alimentaria pero pocas, y honrosas, ocasiones la conciencia de lucha contra el Capital se hace presente. Y a los huertos comunitarios, apoyados y defendidos desde las instituciones, no se les da la vertiente comunalista que podría tener si en vez de parcializar para el uso individual, se tuviera una visión común del espacio. Es este un tema que he reflexionado últimamente por ser una iniciativa que en el pueblo ha surgido de la cooperativa de consumo energètico y que quisiera desarrollar con aportaciones de gentes y experièncias.
Tanto en la época teocrática y feudal como en el capitalismo, la imagen que crea la ideologia dominante es la del Ser Humano como estático y único posible dentro de las estructuras de dominación. Se resume en nuestra época con el mantra del fin de las ideologias y la negación de cualquier alternativa que sea mejor que la ideologia que propaga el capitalismo. Los medios de formación de masas difunden las alternativas como un asalto al orden, el único posible. Desde esa asunción es difícil imaginar que somos seres cambiantes y en constante evolución.
Para acabar con un punto de optimismo, todas las acciones que ahora llevamos a cabo desde las diferentes luchas son grano de arena que pueden, y deberian, confluir. Aunque no participe en el grupo de forma activa me sirve para conocer experièncias que puedo poner de ejemplo de que no todo es estático.
Manolo (de Vic)
Bon día Manolo,
Entando directamente en el tema del artículo, pienso que haces bien en insistir en el tema de la necesaria et imprescindible organización para volcar a la sociedad en la que vivimos y que de no hacerlo el vuelco sería de espanto para las y los de siempre.
Tus argumentos y ejemplos son elocuentes e irrefutables en cuanto a la oportunidad que representan las grietas y como pueden representar una oportunidad en cuanto previamente estemos organizados y organizadas.
En esto la historia es, tanto desde tu punto de vista como del mío, un elemento clave para entenderlo.
Ahora bien, llega el momento en que planteas la cuestión fundamental: «¿Qué organización? Y entonces, lo mismo que yo hago, vuelves a la historia pero parece ser que te quedas atrapado en ella puesto que vuelves a plantear el Sindicato como eje central.
Y nos es que niegue la necesidad de la organización sindical siendo ésta una necesidad frente a la explotación que es la que mantiene todas las dominaciones y tal vez tenga que jugar un papel importante en una fase de transición hacía el comunalismo, por la ocupación de unos centros claves.
Además si retomamos al anarco-sindicalismo como estructura de organización, no cabe la menor duda que estamos partiendo de lo local, al regional y de ahí, gracias al federalismo y confederalismo, llegar al mundo entero. Algo muy parecido a lo que preconizan tanto el comunalismo como el confederalismo democrático kurdo y los propios zapatistas.
Hasta aquí, pienso que seguimos de acuerdo.
Lo único es que ya no podemos, como se dio el caso en los años treinta imaginar una estrategia basada principalmente en esta fuerza. No, porque no sea importante pero no podemos contar con una clase obrera tan numerosa e igual de hegemónica. Ya no tenemos esas fábricas enormes, repletas de trabajadores que formaban comunidad de alguna manera, frente a una patronal incapaz de cubrir hasta las necesidades básicas de sus obreras y obreros. Estas necesidades básicas sin cubrir y esta comunidad potencial eran de alguna manera dos motores esenciales que alimentaban la fuerza del proletariado. Un proletariado joven en la península ibérica todavía en los años treinta, contrariamente a lo que ocurría en Alemania por ejemplo, ya que el proletariado en esta país ya estaba más disciplinado por las máquinas y por la fábrica, o sea «domesticado», de alguna manera, así como ya lo avisaron tanto Marx en un momento de lucidez como también Gustav Landauer o Camilo Berneri y más tarde Bookchin:
«…a medida que progresa la producción capitalista, se desarrolla una clase obrera que es llevada por su educación, tradición y hábito a considerar los requisitos de este modo de producción como leyes autoevidentes de la naturaleza«. Karl Marx
«Si hoy tuviera lugar una revolución, ningún estrato de la población sabría menos que nuestros proletarios de la industria lo que habría que hacer.» Gustav Landauer (Llamamiento al socialismo 1911)
“Este carácter utilitarista, esta avaricia, esta inercia general caracterizan particularmente al proletariado industrial.” Camilo Berneri 1934
…el marxismo formuló el proyecto de la burguesía con más coherencia y claridad que los liberales más agresivos. Al considerar la fábrica y la evolución técnica como socialmente neutras, el «socialismo científico» se ha negado a ver el papel desempeñado por la fábrica y su compleja estructura jerárquica a la hora de condicionar a los trabajadores a la obediencia e inculcarles la sumisión desde la infancia y en todas las etapas de su vida adulta.» Murray Bookchin
Vuelvo a repetir, esto no fue el caso en el estado español en los años treinta por predominar un proletariado mayoritariamente de sangre campesina. Por el contrario, en Alemania por ejemplo, estas comunidades de proletarios ya estaban formateados por la fábrica, por las máquinas, así que al final acabaron alimentado a partido nazi.
Pero todo esto, tanto una tendencia como la otra, ya pasó a la historia y ello por varios motivos. A partir de los años treinta en EE.UU. y el taylorismo empieza a nacer una clase media alimentada por la ilusión del consumismo y amarrada al sistema por los créditos al consumo. Este fenómeno, poco a poco se va extendiendo en los países occidentales, pese a las luchas obreras. Volviéndose éstas cada vez más proclives a reivindicar mayormente aumentos de sueldo dentro del sistema a la vez que se iban olvidando de la revolución. Todo ello apoyado por supuesto todos los partidos políticos de la izquierda, todos ellos, hijos de la socialdemocracia y al servicio de la economía política. Así pues el auge del consumismo y de la clase media, fueron los dos fenómenos que desactivaron la primera contradicción del capitalismo. O sea aquella que opone aquellos campesinos y campesinas que fueron privados de los medios de producción y la burguesía que se los había arrebatado. Por lo que no tenían mayor remedio que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Este disfraz del capitalismo para que nada cambie, es un hecho más que comprobado en todos los países occidentales a partir de los años 1960-70 sin que por ello sean eliminados ni el paro (como reserva de mano de obra) ni la pobreza, por supuesto.
Luego, sobre todo a favor de las nuevas tecnologías, con la robótica por ejemplo, sobran brazos y los proletarios alimentan las filas del paro. La patronal desarticuló las grandes fábricas y diseminó a la clase obrera en un mundo competitivo y globalizado en el cual la producción está dispersa a los cuatro vientos, por lo que resulta cada vez más difícil juntarse y hacerle frente a la patronal transnacional. La informática ya es el colmo porque casi cada cual está aislado y hasta se puede quedar en casa a trabajar e incluso para los más pillos, ganar mucho dinero. Con una maquinaria sofisticada, más pequeñas y más eficientes, el obrero, en lugar de mandarles ya no hace más que servirles, muy a menudo sin saber quién ordena.
Actualmente, en nuestros tiempos globalizados domina el «imperio logístico» la gran maquinaria del capitalismo globalizado en el que nadie sabe quiénes hacen qué cosa. Por ello las formas de lucha han de cambiar. Y así lo entendieron, los chalecos amarillos al ocupar las rotondas porque por ahí es donde se pueden bloquear a esos flujos que alimentan al capital. Lo mismo se intentó en los puertos. Y es que este flujo es el talón de Aquiles del capital a la vez que se presenta como siendo la principal razón del apremiante extractivismo y necesidad en energía para mantener esa red mundial de medios transporte. Sin hablar de las destrucciones medioambientales y contaminaciones que de todo ello se desprende.
De hecho hemos perdido la centralidad del trabajo pero por otra parte no es lo que reivindiquemos puesto que el trabajo es explotación y un sometimiento a las leyes del mercado y a la valorización del valor. O sea que la fábrica, la oficina, el taller, etc., ya sea la forma jurídica que adopte, sigue siendo un sinsentido ya que lo que se produce no se corresponde en nada a algo que pueda sernos directamente útil a las personas que vivimos en el lugar donde trabajamos o residimos. Si seguimos pensando en una óptica proletaria revolucionaria, ¿de qué nos serviría hoy en día ocupar unos centros de trabajo en los que se elaboran inútiles o bien piezas que se juntarán en la otra punta del mundo para hacer coches eléctricos o bien lo más probable, material de guerra? ¿De que serviría ocupar oficinas de turismo o bien las numerosas e inútiles administraciones del Estado?
Así pues no nos queda otra que volver a pensar desde el lugar donde vivimos que, por mucho que esté deteriorado es donde podemos actuar porque es donde podemos hacernos las preguntas esenciales. ¿Qué necesitamos realmente y como producirlas? Todo y cuidando nuestro medio-ambiente cuando seamos capaces de cuidaros a nosotras primero, porque somos medioambiente.
Esto ya es empezar a cuestionar el Poder y empezar a pensar el poder, el nuestro como capacidad de decidir, de actuar. Actuar políticamente no ya con La Política esa del Estado sino lo político como poder asambleario asumible por lo común. Así pues para evitar la dispersión el comunalismo se va a centrar en el lugar donde vivimos empezando por lo prioritario, volver a plantarnos la autonomía alimentaria, esa que nos falla en cuanto se fisura el sistema como así sucedió cuando la pandemia. Pero la autonomía alimentaria al igual que la energética u otra no la alcanzaremos por muy cooperativas que sean, tanto por parte de los grupos de consumo como con cooperativas de energía alternativa. Y, como bien lo dices encontrarán su cauce en la blandura del sistema que les acogerá con tal de entrar en el mercado o bien las marginará. Estas “alternativas” por valiosas que se presenten son ilusorias al carecer de tres dimensiones esenciales para que se conviertan en autenticas alternativas al capitalismo que es El Problema. Primero, tener una radicalidad en cuanto al análisis de la sociedad en la que vivimos, luego estar en fase con los movimientos en lucha contra las dominaciones y la explotación generalizada. Éstas dos condiciones son complementarias, la lucha alimentando a la critica y viceversa. La última condición para salir del atolladero es tener un horizonte hacia el que dirigir nuestros pasos, que lo lamemos comunalismo o comunismo libertario. Sabemos que es caminando hacia ese horizonte como encontraremos el camino, porque el camino nunca está hecho, se hace al andar.
Lo político es para el comunalismo volver a crear movimiento en el sentido de los anarquistas en el estado español de los años 30, menos la centralidad del trabajo. Es hora que esta centralidad la volquemos a lo político como forma de decidir conjuntamente todas sensibilidades e inquietudes reunidas. Que decidamos en asambleas y democracia directa en nuestros barrios y pueblos de lo que realmente necesitamos y como lo vamos a conseguir. Así es como las colectividades de Aragón consiguieron acercarse, más que en otros lugares de la península, a la utopía comunalista y al comunismo libertario, sin que el mercado, la fábrica o el sindicato tuvieran el monopolio de lo que se tenía que hacer o no. Así es como empezaron a salir de las lógicas económicas que nos impone la economía política, la del Estado y todos sus partidos políticos, en todos los aspectos de nuestras vidas. Eso sí que es contrario a la rutina y a lo estático, incluido en el Sindicato.
A eso te invito a pensar y dialogar, compañero Manolo partiendo de todas las reflexiones pensadas en común hasta el presente para desarrollar una inteligencia colectiva, la única que sepa de verdad.
Un abrazo y salud.
Floreal
En continuación con el debate suscitado sobre qué tipo de organización ha de resultar la más idónea para llevar a cabo la ansiada transformación social, que incluye la transformación de las formas políticas y económicas que actualmente dominan en y a la sociedad, suscribo la idea general que sobre el proletariado, clase obrera o clases trabajadoras, como queramos denominarlo, expones en los dos escritos que has remitido. En este momento histórico el capitalismo no está desplegando su potencial, sino que se encuentra instalado perfectamente en las calles y en las mentes de manera abrumadora incluyendo al antiguo Sujeto histórico que había de hacer la Revolución, de tal manera que la imaginación de otros mundos posibles por parte de este Sujeto se reduce a paliar los efectos más nocivos y visibles del sistema capitalista sin tocar la esencia misma que es la dominación y la explotación del ser humano y el medio ambiente en nombre del progreso y el beneficio individual.
Los y las trabajadoras vemos la destrucción de nuestro entorno y las vidas que hay en él como algo ajeno al puesto de trabajo.
Y aquí se suscitan dos líneas de reflexión. La primera es que faltan esas líneas de continuidad que señalarían esa cercanía, que no es que no las hayan con la ingente información que tenemos, por ejemplo las masacres en nombre del Coltán que todas conocemos y que hacen posible los teléfonos móviles pero que no hacemos boicot, sin embargo nos apuntamos con indignación a boicotear productos israelíes por el genocidio del pueblo palestino. La masacre del Coltán cuestiona nuestra forma de vida, a la que no renunciamos, boicotear productos israelíes es un deber moral que tranquiliza la conciencia y además no cuestiona el modus vivendi.
Al hilo de esta cuestión la introducción en el debate social del posible colapso del capitalismo y con él la “seguridad” del puesto de trabajo, no deja de ser una cortina de humo que deriva hacia discusiones de cuándo y cómo será el fin de la humanidad, pero en ningún caso el debate social se halla en el fin del capitalismo dejando a éste en el limbo no asociando que el capitalismo no va a colapsarse pero si se está derrumbando la “seguridad” del puesto de trabajo, y el Capital siempre encontrará nuevas formas de seguir insuflando vida a su continuidad si no imaginamos otra organización social posible. Por eso esa flagrante contradicción ante el Coltán y los productos israelíes.
La segunda reflexión parte del devenir histórico de la clase obrera que ha pasado de ser un peligro para el capitalismo a un valedor de sus formas organizativas y productivas. No nos cuestionamos qué producimos, para qué y para quien, cómo lo producimos y tampoco los efectos que producen en el medio ambiente y en el ser humano. No solamente es el producto final sino también las materias que se necesitan para producirlo. Quiero pensar que en el supuesto histórico de triunfo y desarrollo de las revoluciones llevadas a cabo por la clase trabajadora estas cuestiones hubieran sido desarrolladas y habrían sido primordiales para aquellas que las llevaron a cabo. La distancia emocional que suponía la expulsión del campo y de la agricultura, el lugar de vida común y en común que habían experimentado, era muy cercana y los conocimientos sobre su mantenimiento no se hallaban tan lejos como ahora en la que predomina la conciencia agroindustrial. La ideología productivista ha denigrado las formas de vida tradicionales relacionadas con la agricultura y también hemos acabado por asumir que la vida en el campo tiene condiciones penosas que el industrialismo ha superado.
Por supuesto que la transformación hacia el comunalismo ha de barrer el trabajo, éste ha de ser abolido y completamente de acuerdo que una de las reivindicaciones que ha de tener un sindicato anarcosindicalista es la abolición del trabajo. Desde esta posición sindical, que puede parecer contradictoria si el sindicato solamente se dedica a la lucha y defensa de unas condiciones dignas del trabajo, pero si en lugar de pedir más trabajo, como hacen los sindicatos del consenso, nos dedicamos a entrelazar condiciones dignas con producción digna con el medio ambiente y las vidas, relacionada con necesidades básicas, es posible imaginar otra forma de vida por hacer y crear soluciones que beneficien nuestras vidas, las vidas de todas. No debemos eludir las contradicciones, el mundo plano ya nos lo proporciona el sistema capitalista.
Cada una de nosotras tenemos un espacio social en el que desarrollamos nuestra vitalidad, nuestra fuerza de vida. El sindicato, ideologizado con el anarquismo, ha de ser entendido como un medio, no el único medio, pero si necesario para crear dentro del mundo del trabajo esas líneas de continuidad que nos cuestione lo que estamos haciendo y nos acerque a las reflexiones que deberían hacer saltar los muros mentales que el capitalismo nos ha ido imponiendo. No entraré en las condiciones laborales que tenemos en la actualidad, de sobras son conocidas, sin la existencia de gentes que desde los sindicatos anarcosindicalistas intentamos mejorarlas, la situación seria desastrosa. Aprovechar esa lucha para introducir ideas y conceptos que reflexionen y cuestionen el trabajo y su organización es tarea que no debemos obviar. Para imaginar nuevos mundos debemos ser capaces de cuestionar el actual. Por eso aquí y ahora le doy importancia al sindicato como organización que también transforme mentalidades y desde donde imaginar maneras de transformar.
Manolo (Taradell mayo 2024)
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