La noción de hospitalidad (la filoxenia griega) estuvo durante milenios en el corazón de la historia humana y de sus civilizaciones. Incluso podemos pensar que, en cierto modo, es lo que dio origen y sustancia a esta historia, permitió la extensión de una conciencia del género humano, dio la apertura necesaria para salir de su caverna mentaly a la esclerosis del espíritu debida a al cierre sobre si mismo y su inmediatez.

La hospitalidad es la acogida, la apertura a todas las posibilidades contenidas en la diferencia. Es esta generosidad y esta curiosidad las que nos permiten escapar del enfrentamiento y de la guerra; siendo también la puerta para escapar de la propia soledad y su encierro. Ella es la posibilidad del diálogo.

En un momento en que esta noción de hospitalidad parece caer en desuso en todas partes y en que el odio y el miedo a los demás vuelven a ser la norma para un número creciente de nuestros contemporáneos, es urgente reconsiderar la hospitalidad en todas sus dimensiones, que son tanto personales como sociales. Bien podría ser que con su desaparición, sea toda nuestra humanidad la que se dirija hacia su fin en el mismo movimiento.

También tendremos que preguntarnos cuál es, en los fundamentos mismos de la actual organización social y globalmente, la causa de esta desaparición con consecuencias que sólo pueden ser dramáticas. Y sin duda distinguiremos la mercantilización del mundo y de las relaciones humanas y sus promotores y compinches de todas las categorías, sus nacionalismos de todo tipo que, en sus mezquinas perspectivas, han obrado tan bien y continúan trabajando para esta destrucción y para el impedimento de un mundo común.