Recrear y reinventar el espacio y las condiciones del diálogo es, sencillamente, una prioridad de la Ecología Social. Colonizados como lo estamos por las redes sociales, nos encontramos sometidos a una avalancha constante de información virtual más o menos fiable. Esta sobrecarga de información que no podemos asimilar nos inhibe pero al participar en su difusión, nos da la ilusión de lo que no es más que un sucedáneo de acción. Estos intercambios constantes de información se han sustituido al diálogo vivo, contribuyendo a su parálisis y por consiguiente, apuntala a la ideología capitalista.

En la sociedad del espectáculo, fruto podrido de esta ideología, la confrontación de ideas se transforma rápidamente en antagonismo de personas. El diálogo, que debería estimular dinámicas comunes, primera condición de una democracia eficaz, se resiente como una amenaza, como algo que podría perjudicar la importancia que cada cual intenta darse a sí mismo. Porque en la sociedad del espectáculo es imposible reconocer sus propias insuficiencias sin tener la sensación de desaparecer del mapa social. El espectáculo es una agotadora guerra de posiciones en la que cada cual intenta desesperadamente defender su imagen a costa de cualquier inteligencia colectiva.