(1936-1937)
- I – El porqué de la historia
- II – Los antecedentes: 1870-1936
- III – El trasfondo
- IV – Guerra y revolución inminentes
- V – Guerra y revolución en España, 1936-1939
- VI – Mayo de 1937, la contrarrevolución en todos sus estados
- VII – balance / lecciones: tomarlo (y aprender) o dejarlo
- VIII – Para concluir:
- IX – Por una estrategia comunalista aquí y ahora
I – El porqué de la historia
“Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro. (….). Toda la historia se convertía así en un palimpsesto, raspado y vuelto a escribir con toda la frecuencia necesaria. En ningún caso habría sido posible demostrar la existencia de una falsificación.” George Orwell: 1984
No es casualidad que los zapatistas definan su lucha “como una rebelión de la memoria contra el olvido”. De hecho, en este mundo neoliberal del “presente perpetuo”1 , “El tiempo de la producción, el tiempo-mercancía, es una acumulación infinita de intervalos equivalentes”.2
Para poder llevar a cabo la rebelión contra el olvido hay que poner de nuevo en marcha la historia comenzando por desligarla de la economía política, la que vive activamente en nosotros y nosotras, en forma de vector continuo e imparable dirigido al “progreso”. Se trata de liberarnos del control sobre nuestro cuerpo y mente que ejerce esta economía política, cuya presencia es aún más notable por cuanto que no se identifica por su nombre. Tras más de 300 años de imposición violenta de sus relaciones sociales y, gracias a la creciente colonización de nuestra mente y a su “neolengua”, el Capitalismo ha conseguido convencernos de su “normalidad”. Por eso, nos parece lo más natural, por ejemplo, vender nuestra fuerza de trabajo para cubrir las necesidades existenciales o el hecho de que la producción decida nuestras necesidades y no al revés.
Retomar la historia del origen del Capitalismo supone descubrir con horror, y no sólo en tiempos de crisis, la violencia constante que ejerce y el carácter destructivo estructural y, por tanto, inevitable, que presenta. Supone, además y ante todo, recuperar la memoria colectiva y volver sobre los pasos de los esfuerzos incesantes por derrotarlo. De lo contrario, desconocedores y huérfanos de todos los intentos de emancipación, estamos condenados al sino de un presente perpetuo y sin futuro. Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del Capitalismo.
Volver a enfrentarnos a estas cuestiones no es en absoluto un pasatiempo ni un razonamiento intelectual gratuito y legitimado académicamente por algún doctorado. Se trata, más bien, de inculcar esa memoria en un proceso de compromiso —como paso previo y necesario— y de mezclarla con nuestro imaginario, tal como hacemos siempre que nos disponemos a crear algo nuevo. Aprender del pasado sin idealizarlo consiste precisamente en mostrarnos humildes y evitar encerrarnos en etiquetas e ideologías. También significa intentar no repetir los errores de nuestros antecesores, aprender de sus éxitos, recuperar la confianza en nosotros mismos, dar contenido e inteligibilidad a nuestros incipientes proyectos de emancipación y dotarlos del entusiasmo que, de por sí, puede mover montañas.
De este modo, la historia de España en la década de 1930 es una buena oportunidad para unirnos a nuestros hermanos y hermanas zapatistas en nuestra lucha común en favor de la historia, contra el olvido y por la creación de un nuevo mundo posible. Las colectivizaciones, especialmente en la provincia de Aragón liberada del Estado y de grandes terratenientes, son la medida de nuestra inteligencia colectiva en una dinámica creativa y emancipadora. Todo ello sin que se nos olvide, por supuesto, situar estos logros en el contexto revolucionario de la época y la primacía del movimiento anarquista en todo el país.
Tras un breve resumen de la historia de este movimiento en España desde sus inicios, con la creación de la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en 1870, seguiremos el agitado curso de su evolución y consolidación. La admirable reacción popular contra el golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936 dio lugar a la mayor revolución del siglo XX, según Guy Debord. Tras analizar su génesis, sus aciertos y también sus errores, trataremos de ver hasta qué punto las colectivizaciones que tuvieron lugar durante el periodo comprendido entre 1936 y 1939 pueden aportarnos —pese a que el contexto es completamente distinto— ciertas enseñanzas indispensables aquí y ahora.
II – Los antecedentes: 1870-1936
1) Nacimiento y consolidación, 1870-1920
El movimiento libertario arraigó en España tras la Primera Internacional (nacida en 1864), especialmente a través de la corriente anarcosindicalista, que se hizo hegemónica dentro del movimiento obrero. Éste quedó casi asfixiado durante la dictadura de Franco y sólo se manifestaba de manera clandestina. Legalizado tras la “Transición” de 1978, este movimiento lo representan ahora principalmente dos organizaciones: la Confederación Nacional del Trabajo y la Confederación General del Trabajo.
En 1870, la sección madrileña de la Internacional contaba con 200 miembros y pronto se estableció en Barcelona, donde el congreso obrero de 1870 reunió a delegados de unas 150 organizaciones obreras que conformaron la Federación Regional Española (FRE), con la presencia de miles de observadores.
La FRE se convirtió enseguida en una de las mayores secciones de la Asociación Internacional de Trabajadores: en 1872 contaba con 11.500 miembros, y en 1873 superaba los 40.000. Tras la destrucción del Cantón de Cartagena y los levantamientos de Alcoy y Sanlúcar de Barrameda, la Internacional fue declarada ilegal el 11 de enero de 1874.
En 1881, el gobierno dirigido por Práxedes Mateo Sagasta aprobó la Ley de Asociaciones, que legalizó la actividad de las organizaciones obreras. En septiembre de 1881 se organizó el primer congreso para crear una nueva federación de trabajadores. La junta se celebró de nuevo en el Teatro del Circo de Barcelona, donde en 1870 se había fundado la FRE-AIT, y de allí surgió —a partir de la FRE— la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE).
En su nueva etapa, la FTRE evolucionó muy rápidamente y en 1882 celebró su II Congreso (en Sevilla), en el que participaron 663 secciones y un total de 57.934 afiliados.
En los primeros meses de 1883, el Estado llevó a cabo una durísima represión basándose en tres crímenes cometidos a finales de 1882. Como resultado, 15 campesinos fueron condenados a muerte, de los cuales 7 fueron ejecutados en Jerez de la Frontera el 14 de junio de 1884. En 1879 se creó el Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, que a su vez fundó la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1888.
En las sociedades laborales, así como en las cooperativas y los ateneos, los sindicatos incorporaron muchas escuelas para trabajadores adultos como una necesidad de llevar la cultura a todo el pueblo. Los obreros llevaban a sus hijos a las escuelas modernas o racionalistas, y ellos mismos tomaban clases nocturnas en las universidades populares.
Francisco Ferrer y Guardia fundó en 1901 la Escuela Moderna, cuyo principal objetivo era educar a la clase obrera de forma racionalista, laica y no coercitiva. La primera escuela mixta y laica de Barcelona fue muy mal recibida por el clero y sus devotos. En 1906 se encontró una buena excusa para cerrarla, pues su bibliotecario, Mateo Morral,
atentó al rey Alfonso XIII. Luego se abrió de nuevo, y volvió a cerrarse en la Semana Trágica de 1909, cuando las autoridades fusilaron a Ferrer sin que este hubiera participado en los sucesos.
Pese a la sangrienta represión, la semilla estaba sembrada y los anarquistas consideraron que se necesitaba una nueva organización sindical nacional para fortalecer el movimiento obrero, que carecía de un organismo de coordinación a ese nivel3. Se pasaba de lo local a lo regional, y al ámbito nacional. De este modo, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) se fundó en octubre de 1910 durante un congreso de la federación catalana Solidaridad Obrera. Esta organización confederal se estructuró en función de las necesidades y en contra de cualquier tipo de burocracia. Al principio carecía de administración permanente, que fue muy escasa incluso en su apogeo, cuando contaba con más de 1.500.000 miembros. Su método de acción directa se nutría de una práctica popular ya presente en la vida de los barrios, al tiempo que reforzaba dicha práctica; de hecho, entró con total naturalidad y creó redes de información y comités de barrio. En los años 30, estos comités intensificaron las huelgas, no sólo en las fábricas sino también en los barrios, y luego boicots como el de los alquileres, manifestaciones —a menudo con barricadas—, expropiaciones colectivas, etc.
El objetivo de la CNT aparece en una resolución adoptada en uno de sus congresos: “acelerar la emancipación económica de la clase obrera a través de la expropiación revolucionaria de la burguesía”. Al principio, la CNT era una organización pequeña, de unos 30.000 miembros (la UGT ya tenía 46.000).
Durante años, las represiones, huelgas e insurrecciones se sucedieron a un ritmo acelerado, y la huelga general revolucionaria de 1917 fue duramente reprimida por el gobierno y se saldó con la muerte de unas 70 personas.
Sin embargo, el I Congreso de la Confederación Regional de Cataluña, que se celebró en Barcelona (en el barrio de Sants) entre el 28 de junio y el 1 de julio de 1918, reveló un crecimiento espectacular. La Confederación contaba en octubre de 1918 con 81.000 afiliados (67.000 en la provincia de Barcelona), y en noviembre con unos 114.000.
La importante victoria conseguida con la gran huelga de los primeros meses de 1919 contra la empresa anglocanadiense Riegos y Fuerzas del Ebro llevó a España a ser el primer Estado de Europa en legislar la jornada de ocho horas. La CNT se convirtió así en uno de los principales actores del mundo industrial y una referencia para los trabajadores, pero sus aspiraciones eran mayores. El radicalismo anarquista estaba en pleno apogeo y muchos militantes comentaban la posibilidad de avanzar hacia la revolución. En los primeros meses de 1920, este sindicato contaba con más de un millón de miembros y sus estructuras internas se habían reforzado. La UGT también creció considerablemente durante este periodo, y pasó de tener 160.000 miembros en 1919 a 240.000 en 1921.
Hasta 1920, la CNT, que tenía otras preocupaciones muy diferentes, había ignorado la creciente fuerza de los pistoleros de la patronal, agrupados en la organización llamada “Los Sindicatos Libres”, pero entonces los grupos anarquistas de la CNT reaccionaron y crearon “grupos de acción” para devolver cada uno de los ataques. Durante varios años, los tiroteos se convirtieron en algo habitual en Barcelona. Esta espiral de violencia llevó incluso al asesinato del presidente del gobierno, Eduardo Dato, por haber firmado la denominada “ley de fugas”4. Sin embargo, los anarquistas sufrieron importantes pérdidas, como las de Salvador Seguí, Francesc Layret (su abogado) y el intento de asesinato de Ángel Pestaña.
La política que Primo de Rivera mantuvo durante su dictadura (1923-1930) con respecto a los sindicatos consistió en tratar de manera diferente a la CNT y la UGT. Por un lado se seducía a los socialistas y, por otro, se criminalizaba a la CNT, que sufrió una represión implacable. Como esta última no podía actuar públicamente, la corriente más radical del anarquismo fundó la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en julio de 1927 en Valencia. Esta organización, al principio secreta, contrarrestó el reformismo interno de la CNT, evitó la colaboración con otras tendencias políticas y apoyó iniciativas constructivas de espíritu libertario y anticapitalista tales como las cooperativas, las colonias agrícolas, las escuelas, etc.
2) El ciclo insurreccional, 1931-1933
Bajo la recién instaurada segunda República, que sucedió a la monarquía y su dictadura, la manifestación del 1 de mayo de 1931 en Barcelona acabó en un tiroteo con la Guardia Civil. La CNT exigió en vano que el gobierno disolviera este órgano represivo. Finalmente, la huelga de Telefónica que tuvo lugar en Sevilla en 1931 (y que dejó 30 muertos) rompió las relaciones entre la CNT y los republicanos. A partir de entonces hubo enfrentamiento abierto entre el gobierno y los anarquistas. Los intentos de instaurar el comunismo libertario se multiplicaron sin que hubiera una verdadera coordinación a nivel nacional. Ejemplo de ello fue la insurrección anarquista que tuvo lugar en enero de 1932 en el Alto Llobregat (Cataluña), donde los mineros tomaron el control de la ciudad de Fígols y proclamaron el “comunismo libertario” durante una semana. La huelga se extendió a otras localidades como Berga, Gironella, Sallent, Balsareny, Navarcles y Súria, donde la actividad minera se paralizó y los comercios se cerraron. La represión fue feroz. El 21 de enero, el gobierno envió al ejército a tomar estas ciudades mineras. Figols era la única localidad que seguía en manos de los insurgentes el día 23, pero el 24 cayó y los trabajadores fueron detenidos y expulsados de las minas. La República también fue responsable de la represión del pueblo de Casas Viejas (provincia de Cádiz), que en 1933 había declarado el comunismo libertario y donde se registró la masacre de cinco campesinos.
3) Polarización interna de la CNT
Aunque la FAI se granjeó en 1931 el favor de un grupo de anarcosindicalistas reformistas que había dentro de la CNT (los treintistas), la revolución era imposible. Este grupo firmó un manifiesto en el que se pedía la colaboración con otros sindicatos y con las fuerzas de izquierda en general, y algunos llegaron a crear el Partido Sindicalista, que abogaba por el parlamentarismo y aportó dos ministros al gobierno republicano en 1936. En la FAI, en la que también había ministros, había también una división clara entre los partidarios de un “anarquismo municipalista” (basado en el municipio) y los sindicalistas, que reclamaban un “anarquismo constructivo” compatible con el crecimiento industrial.
4) La revolución de Asturias, 1934
La revuelta que tuvo lugar en las zonas mineras de Asturias en 1934 fue presagio de la revolución social de 1936 (y de la guerra civil). Conocidos como la Revolución de Octubre, estos acontecimientos fueron consecuencia de la acumulación, durante varios años, de fuerzas del proletariado minero e industrial asturiano a través de continuos conflictos locales. En 1934, el impulso revolucionario en Asturias fue tan grande que arrastró a todas las organizaciones obreras, hasta entonces en conflicto o divididas, y las obligó a firmar la Alianza Obrera.
La aniquilación de la revuelta fue dirigida por el general Francisco Franco, que dirigió las operaciones militares desde Madrid y, tras una semana de combates, consiguió vencer la resistencia de los mineros. Los insurgentes capturados fueron sometidos a graves torturas, violaciones sexuales, mutilaciones y ejecuciones masivas. Murieron aproximadamente 2.000 personas. La extraordinaria resistencia de los trabajadores al golpe militar de 1936 se inspiró en gran medida en el ejemplo de los mineros asturianos, que demostraron que era posible resistir y, por qué no, ganar en esa ocasión.
III – El trasfondo
El anarcosindicalismo fue, en efecto, el catalizador de esta feroz lucha de clases del entonces reciente proletariado español contra el clero tradicional y un capitalismo en auge que buscaba mano de obra barata y provocaba el hacinamiento de los campesinos en las ciudades. No obstante, no se puede entender toda la fuerza del anarquismo español sin el elemento que lo sostiene, el sustrato de fondo, la malla de una sociedad paralela formada por unos vínculos estrechos que prefiguraron un mundo nuevo y en tensión con la sociedad burguesa. La CNT no se limitaba a la fábrica y generó simbiosis con la efervescencia revolucionaria5 de los barrios y los emigrantes del sur, allí donde las familias vecinas buscaban un medio de subsistencia, a menudo vendiendo su fuerza de trabajo y en contacto estrecho con los campesinos de los alrededores. Otras personas formaron cooperativas en los ámbitos del trabajo, la vivienda y la alimentación para satisfacer sus necesidades inmediatas. Esas organizaciones eran también lugares de aprendizaje y el germen de las estructuras que prefiguraban una sociedad autogestionada.
A partir de los años 30, y especialmente en 1936, las feministas, agrupadas en Mujeres libres, crecieron de forma considerable y en 1936 superaban los 200 grupos y 25.000 miembros.
Sin embargo, la cultura libertaria desempeñó un papel y en todos los aspectos de la vida en pro de estas luchas contra la dominación y contra la explotación en el campo, las fábricas, los talleres y los barrios —de las que se hicieron eco las alternativas autogestionadas—: el de una complicidad colectiva con sentido. Hay tres facetas culturales esenciales que destacan por el impacto que tuvieron en este mundo libertario.
1) Los ateneos obreros
A lo largo de las cuatro primeras décadas del siglo XX se multiplicaron los ateneos libertarios y populares, y otros tipos de universidades populares para personas de la clase trabajadora de cualquier edad, que adquirían allí la formación cultural que se les había negado como tal. El impulso racionalista de liberación a través de la cultura dotó a estos centros de fuerza y legitimidad suficientes ante la clase obrera, que trató con veneración a los ateneos y las bibliotecas populares. Los ateneos también servían de lugar de encuentro para los habitantes de los barrios, eran lugares donde la gente debatía, se conocía, establecía fuertes vínculos y comentaban sus problemas. Además, muchas mujeres que vendían su fuerza de trabajo encontraron por primera vez un lugar donde estaban en igualdad de condiciones con los hombres, donde podían formarse y donde entraron en contacto con el anarquismo. Los ateneos libertarios tuvieron un claro éxito y puede decirse que sustituyeron, en su propio provecho, al Estado y las órdenes religiosas en la función educativa de su tiempo.
La publicación de boletines, la edición de libros y folletos, y la organización de excursiones al campo, conferencias y charlas, funciones de teatro, recitales de poesía, debates, cursos de esperanto y bibliotecas gratuitas eran algunas de las actividades de los ateneos populares, generalmente autofinanciadas por las personas usuarias. Se concedía gran importancia a la higiene como medio de prevención de enfermedades y a los conocimientos en materia de anticoncepción y sexualidad.
2) Las escuelas racionalistas
Se crearon escuelas racionalistas mixtas, a menudo por iniciativa de estos ateneos y gracias a la influencia anarcosindicalista, Estas escuelas, dirigidas a los hijos e hijas de los trabajadores, contaban con los métodos pedagógicos más avanzados y basados en las propuestas de Francisco Ferrer y Guardia. El objetivo era que los hijos de los trabajadores adquirieran el máximo de conocimientos teóricos, prácticos y artísticos sin ningún espíritu dogmático ni ideológico. Se trataba, sobre todo, de estimular la empatía, la estética y el deseo de aprender, para que todos y cada uno de ellos pudieran realizarse en todos los aspectos de su vida personal y social.
3) El naturismo libertario
A través de la denuncia de los estragos de la vida moderna en las ciudades, la contaminación y las condiciones de trabajo y de vivienda de las familias de clase trabajadora, la relación entre el anarquismo y el naturismo (antecedente de la ecología, la agricultura ecológica y los cuidados naturales) ha estado siempre muy presente en España. Este vínculo fue muy importante a finales de la década de 1920, durante la dictadura de Primo de Rivera. La revista Helios (1916-1939) desempeñó al principio un importante papel catalizador, y el grupo anarquista Sol y Vida contribuyó después a su difusión realizando numerosas excursiones al campo y al mar con fines naturistas.
Gracias a esta contracultura, las clases populares de todo el Estado español se impregnaron de una conciencia histórica y un fuerte sentido de la dignidad. Sólo esta conciencia clara podía cuestionar todas las formas de dominación, lo que llevó a la creación del movimiento feminista de inspiración anarquista Mujeres Libres en abril de 1936. El anarquismo se transmitió a través de la ética que desplegaba en la vida cotidiana y del sentido que daba a su lucha por un proyecto común de emancipación: el comunismo libertario y un mundo libre, fraterno y hermoso, liberado por fin del dominio del capitalismo y su pulsión de muerte.
IV – Guerra y revolución inminentes
1) El cuarto congreso nacional de la CNT (mayo de 1936)
En este congreso, celebrado en Zaragoza con un tono abiertamente revolucionario, se advirtió de la inminencia de un golpe militar y se hizo un llamado a la organización inmediata ante el posible estallido de un conflicto mundial. Además, la CNT se reunificó y reincorporó a los representantes de su corriente reformista, los “treintistas”, al tiempo que contemplaba la posibilidad de establecer pactos nacionales con la UGT. El fracaso de varios intentos de insurrección instigados desde 1933 por los denominados “faístas” contribuyó a ello.
La Confederación consideraba que el “fracaso del parlamentarismo” era claro y reafirmó sus “principios apolíticos”. Retomando el concepto federal del comunismo libertario, su programa revolucionario se resumía en la socialización de la propiedad privada de los medios de producción y la distribución del producto social según el lema “De cada uno según sus fuerzas, a cada uno según sus necesidades”. El texto de la moción trató de reconciliar una oposición interna basada en el desacuerdo casi consustancial surgido en el anarquismo español y que llevaba asimismo implícitas dos formas de derrotar al capitalismo: una desde el territorio y la vida cotidiana, el barrio y el municipio rural (comunalismo), y otra desde el lugar de trabajo (sindicalismo).
2) El Frente Popular
Al acercarse las elecciones de febrero de 1936, la CNT, en contra de su práctica habitual, no hizo campaña en favor de la abstención. La justificación fue que era necesario deshacerse de un gobierno de derechas que impedía actuar a los sindicatos, y que todos los presos políticos (unas 30.000 personas) pudieran salir de la cárcel. Los republicanos y los socialistas se presentaron en coalición en las elecciones municipales del 16 de febrero del 1936.
V – Guerra y revolución en España, 1936-1939
La rebelión de las masas españolas no fue una lucha por mejorar sus condiciones de vida en el marco de un sistema capitalista admirado, sino una lucha contra las primeras manifestaciones de un capitalismo odiado. (…) Sean cuales sean las concesiones hechas en las últimas décadas a las necesidades del progreso industrial, el obrero español nunca se ha resignado, como sus colegas ingleses y alemanes, a ser un mero empleado de la industria. (…) Esta es para mí la clave de la posición privilegiada del anarquismo en España. Franz Borkenau El reñidero español, 1937 [traducción propia].
1) El Estado y el pueblo ante el golpe de Estado
La CNT, gracias a la información obtenida por su red de espionaje, había advertido al gobierno meses antes de que en Marruecos se preparaba un levantamiento militar. Pese a ello, el gobierno, dirigido por Casares Quiroga, se negó a armar a los trabajadores por miedo a una revolución. La sublevación, que contó con el apoyo de la Iglesia, se produjo el 18 de julio en casi toda España. El gobierno republicano respondió muy tímidamente y de forma reactiva, y provocó una situación revolucionaria. Gracias a la larga y paciente preparación y la buena organización interna de la CNT y los grupos de acción, la sedición militar fue reprimida en un tiempo récord en gran parte del territorio español. Así, el 19 de julio, por primera vez en la historia, el pueblo por sí solo y casi desarmado consiguió derrotar al ejército, especialmente en Cataluña6. Sorprendidos por semejante resistencia popular, los militares impusieron su dictadura en los territorios conquistados y se mantuvieron en guerra contra la zona republicana durante casi tres años.
2) Corrientes opuestas a los sublevados
¿Es irremediable que la guerra devore la revolución? Debido la resistencia popular que se encontró, el golpe militar patrocinado por el Capital, la burguesía y el clero, derivó en una guerra civil. El exterminio no se dirigió contra la democracia burguesa, sino que tuvo como objetivo desde el principio acabar con un proletariado cuya capacidad revolucionaria, sin precedente en todo el mundo, amenazaba los intereses de esos grupos y podría traspasar los límites geográficos de España. De ahí el consenso internacional, con la excepción de México, de que no se debía prestar ninguna ayuda a la república en peligro salvo, como hizo la URSS, para adueñarse de ella.
A – Impulso revolucionario y la creatividad popular
En la zona republicana no fueron necesarias las consignas una vez que los militares fueron derrotados en su primer intento de tomar el poder. Al día siguiente, las columnas de milicianos armados partieron hacia el frente para enfrentarse a los militares. A partir del 19 de julio, una oleada popular se apoderó de los cuarteles y las iglesias, que fueron vaciadas, a veces por medio del fuego, y reconvertidas en depósitos de alimentos o escuelas. Por y para sí mismos, los trabajadores asumieron la propiedad de las fábricas, las minas, los medios de transporte, las propiedades agrícolas, los servicios públicos y los comercios, sin ningún esquema preconcebido ni estandarizado7. De hecho, fue el alumbramiento de una cultura popular, un aprendizaje intergeneracional de autogestión interiorizado durante sesenta años de lucha y alternativas sociales. Muy pronto, desde Andalucía hasta Cataluña, pasando por Levante, Castilla y Extremadura, los colectivos autogestionados revisaron por completo las condiciones laborales como, por ejemplo, la pensión de jubilación concedida a los hombres y mujeres mayores de 60 años. A menudo, los centros de trabajo incorporaban actividades inusuales en estos lugares, como la instalación de escuelas, guarderías o ateneos (verdaderas escuelas de educación popular). Los comités revolucionarios se encargaban de abastecer a las ciudades, los pueblos y el campo, así como a los combatientes que se había alistado al frente. La actividad y las iniciativas populares se desbordaron y se prestó ayuda a los refugiados que huían de la zona sublevada y a una parte de la propia zona republicana tras, por ejemplo, las pérdidas de Málaga y, poco a poco, de la costa cantábrica.
Se estaba estableciendo la ética de una nueva sociedad autogestionada. A pesar de la marcha al frente de miles de los trabajadores más comprometidos, la confianza y el entusiasmo reinantes intensificaron la producción y la capacidad creativa8. El ejemplo de tres regiones diferentes nos permitirá vislumbrar esta capacidad popular tanto para defender los logros de la victoria contra los golpistas como para inventar un nuevo mundo en evolución en función las características territoriales, sociológicas y políticas de cada lugar.
a) En Aragón
El colapso de las instituciones del Estado, la huida de los ricos terratenientes de una región predominantemente agrícola y la protección de las columnas de milicianos de combatientes anarquistas situados en toda la línea del frente fueron factores que favorecieron la puesta en marcha, por primera vez en la historia, del proyecto comunista libertario a gran escala.
Tan solo unos días después de la victoria popular, miles de pueblos se constituyeron en comunas libres y federadas. Así —como fase preliminar de un comunalismo concebido durante más de 50 años y largamente esperado—, las comunas, los sindicatos y los comités controlaban tanto los medios de producción como la redistribución igualitaria de las cosechas, en función de las necesidades. En este impulso, el sindicato perdió su papel central y los límites municipales se vieron sobrepasados por la creación espontánea de las colectividades9 por parte de los campesinos. Al federar estas, el Consejo de Aragón y la Federación de Colectividades aseguraron su coordinación y la ayuda mutua entre las más favorecidas naturalmente y las no lo estaban tanto. En algunas se mantuvo el dinero, y en otras se suprimió y se sustituyó por vales que permitían cubrir las necesidades. La producción cubría en primer lugar las necesidades de los miembros de las colectividades y luego se intercambiaba o vendía para adquirir los artículos que faltaban, pero también servía para atender las necesidades de las milicias en el frente.
b) En la región de Levante
La colectivización fue desde el principio más difícil y no pudo llevarse a cabo con la misma rapidez que en Aragón. Al igual que en las demás regiones de España, las autoridades republicanas conservaron el poder por medio de las tropas de asalto, los carabineros y las tropas militares. Otra dificultad fue que el tamaño de los pueblos, que correspondía más bien al de ciudades pequeñas, dificultaba el apoyo unánime de la población: las divisiones políticas y sociales eran más marcadas y las diferentes tendencias estaban mejor organizadas. Por otra parte, su proximidad facilitaba las prácticas de solidaridad entre campesinos ya estructuradas por la federación regional de la CNT desde su creación e incluso antes. Este marco sirvió rápidamente de base para la creación de la federación paralela de colectividades agrarias, que abarcaba cinco provincias (Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Albacete). La importancia de la agricultura en las cuatro primeras —todas de la región mediterránea y de las más ricas de España— y la densidad de población (casi 3.300.000 habitantes) confirieron gran trascendencia a los logros sociales que llegaron después.
Gracias a las riquezas naturales y el espíritu creativo de sus miembros, la socialización adquirió desde el principio un ritmo más decidido y acelerado en la provincia de Valencia. En el 43% de las localidades de la región más rica de España se crearon 500 colectividades agrarias en el plazo de 20 meses. El trabajo intermunicipal favoreció el establecimiento a nivel local de comisiones para el arroz, las naranjas y la horticultura, que se coordinaban en la federación. Se creó un centro de lucha contra las plagas y para las labores de sulfatación, poda de árboles y trabajo en el campo y en los huertos, Otra comisión se dedicaba a la reparación y construcción de carreteras. Todo ello facilitó, partiendo de un plan general, la sincronización de esfuerzos y su necesaria racionalización. Tres cuartas partes de la cosecha de arroz y la mitad de la producción de naranjas —casi cuatro millones de quintales— recaían en la Federación Campesina de Levante, y tras satisfacer las necesidades locales, el 70% de la cosecha total se transportaba y vendía por medio de la organización comercial y los numerosos almacenes, camiones y barcos de que disponía la Federación, y de su sección de exportación que, a principios de 1938, había creado puntos de venta en Francia (Marsella, Perpiñán, Burdeos, Sète, Cherburgo y París). Las colectividades enviaban los excedentes de sus productos a sus federaciones, donde se contabilizaban, clasificaban y almacenaban, y se enviaban las cantidades correspondientes a las diferentes secciones del Comité Regional de Valencia; así, la federación siempre sabía exactamente la reserva de que disponía para el trueque, la exportación y la distribución.
Las colectividades de Levante, al igual que las de Aragón, Castilla, Andalucía y Extremadura, erradicaron el analfabetismo, que inicialmente se situaba en un nivel del 70%. La Federación Regional de Levante creó una universidad en medio de naranjales y campos y la puso a disposición de la Federación Nacional de Campesinos de España para que se enseñara agricultura y ganadería, además de cultura general.
Por otro lado, el espíritu de solidaridad de los municipios de Valencia era tan grande como el de Aragón y acogió a un gran número de refugiados, mujeres y niños de Castilla. Por ejemplo, las colectividades abastecían gratuitamente a Madrid, parte del Frente Central y la parte sur del Frente de Aragón. Seis colectividades de la región de Gandía entregaron 187 camiones de víveres en los primeros seis meses de la guerra, y se enviaron otros 7 a Almería, a un centro de refugiados que estaban desnutridos.
c) En Cataluña
Al igual que en Aragón, el Estado también fue aniquilado en Cataluña, donde la mayoría de los dueños de grandes empresas huyeron. La recuperación del poder de la burguesía y el Estado desencadenó una agitación revolucionaria festiva que se apoderó de las calles y cambió la fisonomía misma de Barcelona. El capitalismo desapareció10. Desde el punto de vista político y con el Estado colapsado, más que una dualidad de poder hubo una atomización del poder11. De hecho, y pese al rechazo ancestral que produce el término “político”, se formó realmente el germen de nuevas instituciones políticas populares, basadas en asambleas decisorias y comisionadas por y para el pueblo. Rescatando experiencias anteriores, se creó una red completa de nuevos comités, más rica y compleja que en el pasado. Estos comités coordinados saquearon tiendas y edificios en los barrios burgueses y realojaron a la población de los barrios marginales. Los comités, que estaban fuertemente armados, destruyeron o reutilizaron las iglesias y las cárceles, neutralizaron el libre mercado y reorganizaron la vida colectiva a partir de los lugares de vida. Así, aseguraron el abastecimiento y empezaron a fijar la producción necesaria en función de las necesidades reales y no del ya abolido libre mercado. Un ejemplo de ello es la creación de la colectividad agrícola de Barcelona y sus alrededores, que durante casi tres años cubrió directamente el 90% de las necesidades de verduras de la ciudad. Desde principios de la década de 1930, los trabajadores agrícolas de la CNT de la ciudad de Barcelona se habían unido en el Sindicato Único de Campesinos de Barcelona, del cual nacieron la Colectividad Agrícola de Barcelona y su radio en los primeros días de la revolución. Las organizaciones de los distintos barrios de Barcelona nombraron un comité central, asesorado por las comisiones de barrio integradas por trabajadores y exempresarios. Cada barrio se dividía en zonas que a su vez se distribuían en grupos, formados por unos 25 trabajadores y trabajadoras y un delegado técnico. Inmediatamente, comenzaron a cultivar, en primer lugar los campos y huertos que ya venían trabajando, y luego las tierras abandonadas y las de los conventos y los grandes terratenientes incautadas en la región. La Colectividad de Barcelona, integrada en la sección campesina del Sindicato de Industrias Agrarias, Pesqueras y Alimentarias de la CNT, se encargaba de la distribución y venta directa de sus productos en los 105 puestos de venta al por menor que tenía en los 16 mercados minoristas cubiertos y los 2 mercados mayoristas de la ciudad. La eliminación de los intermediarios para obtener mejores precios le permitió entregar el 15% de las hortalizas a los hospitales y la intendencia militar, el 30% a la población de la Colectividad y el 55% restante a los mercados de la ciudad12.
B – Contra el impulso revolucionario, la autorrepresión
Fue, sin embargo, en Cataluña —lugar fuerte y emblemático de la revolución en los ámbitos básicos de la política, lo social y la economía— donde la propia CNT contrarrestó de forma paradójica este poder embrionario, que acababa de constituirse de forma espontánea. Inmediatamente después de la victoria armada, la organización libertaria más poderosa del mundo, que en esos días había adquirido un potencial revolucionario enorme y que justamente acababa de defender una postura antiestatal inflexible, acabó renunciando a sus propias reivindicaciones. En un pleno celebrado el 21 de julio de 1936, a toda prisa y sin seguir los procedimientos orgánicos horizontales, algunos dirigentes destacados de la CNT lograron que esta organización renunciara oficialmente al comunismo libertario en nombre de un frente antifascista de las fuerzas de “izquierda” y para no asustar a las potencias “democráticas” que podrían acudir al rescate de la República. Aun cuando Companys, presidente de la Generalitat13, se declaró dispuesto a capitular ante esta abrumadora fuerza revolucionaria, la CNT hizo resurgir el Estado catalán de sus cenizas uniéndose al Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMA14. El CMMA sirvió de amortiguador y mediador entre la infinidad de comités revolucionarios y el aparato estatal capitalista colapsado, y por tanto de trampolín para la restauración de este último. Esta entidad se disolvió el 1 de octubre de 1936 y la CNT entró con tres ministros en el gobierno de la Generalitat, que acaba de denominarse Consejo de la Generalitat debido al rechazo que la palabra “gobierno” generaba en la confederación.
Cataluña, faro de la revolución, abrió así la puerta a la participación de la CNT en el Estado central, tal y como exigía su secretario general, Horacio Prieto. Este, que era partidario de que la CNT estuviera representada en el gobierno de Largo Caballero, se dedicó a convencer al resto del sindicato en nombre de la propia defensa de las conquistas de la revolución. El 6 de noviembre, cuatro ministros de la CNT tomaron posesión de sus cargos en el gobierno central.
A lo largo de esta guerra contra los golpistas, a partir del 21 de julio, los ministros de la CNT que estaban en el gobierno catalán y ya en noviembre de 1936 en Madrid desempeñaron el papel que la burguesía esperaba de ellos y que sólo ellos podían asumir. El objetivo era, en primer lugar, frenar la dinámica de despliegue y consumación del comunismo libertario y, en segundo lugar, vencer la resistencia de los trabajadores mediante una vuelta encubierta a la normalidad capitalista o, dicho de otro modo, asegurar el fin de las expropiaciones espontáneas iniciadas en julio de 1936 forzando su canalización y domesticación.
Esta doble operación se tradujo en un proceso [gradual] de integración en la maquinaria gubernamental de todas las instituciones revolucionarias15 a través de sucesivos decretos gubernamentales. Por ejemplo, el 24 de octubre de 1936, la Generalitat emitió dos decretos que, al menos oficialmente, confirmaban el poder del Estado sobre la revolución. El primero decreto disolvió los comités revolucionarios dominados por los afiliados de la CNT, sustituyéndolos por consejos municipales cuyos miembros eran designados por el conjunto de los partidos del Frente Popular y no elegidos por democracia directa. El segundo, “legalizó” las colectivizaciones revolucionarias al menos en Cataluña, lo que en la práctica reforzó el poder de la Generalitat sobre la economía. Participando en el deterioro de la situación, los dirigentes de la CNT llegaron a ensalzar los méritos del Decreto de Colectivización. Otro decreto estipuló que, a partir del 1 de noviembre, la milicia obrera de voluntarios revolucionarios se transformaría en un ejército clásico burgués, sometido al código de justicia militar monárquico y dirigido por la Generalitat.
Aunque intentaron organizarse vinculándose directamente entre sí (urbanas y rurales), las colectividades no pudieron romper la camisa de fuerza impuesta por los sindicatos, enmarcados en y por la ley. En cuanto el gobierno cerró el grifo de la financiación extranjera o las divisas, todas las empresas colectivizadas rebeldes o contestatarias quedaron irremediablemente sometidas, puesto que ya no pudieron seguir pagando los salarios ni comprando las materias primas. A partir de entonces, el poder político, así como el de la producción o la defensa, ya no emanaba directamente de las necesidades reales de los habitantes de los barrios —expresadas a través de sus comités, que quedaron desarmados— ni obedecía a esas necesidades. El sindicato, como herramienta de lucha y emancipación, se volvió contra la revolución y se convirtió en un aparato de control de los trabajadores y la economía, al servicio del Estado y la burguesía. El libre mercado —e incluso la competencia entre las empresas autogestionadas y controladas por los propios sindicatos— comenzó a dirigir la producción16 , y esta distorsión de la revolución, la pérdida de poder en sus fábricas, fue minando la moral de los trabajadores. Así, la producción de armamento se vio afectada por la desmoralización imperante hasta que afectó en dos sentidos a la moral de los combatientes en el frente, tanto por la falta de armas y municiones como por la disminución de las perspectivas revolucionarias.
Ante esta desmoralización, que en ocasiones se tradujo en actos de resistencia pasiva o incluso en deserciones, la CNT oficial y la UGT lanzaron campañas para levantar el ánimo y exhortar al trabajo y al deber. La guerra ya estaba en condiciones de devorar la revolución.
VI – Mayo de 1937, la contrarrevolución en todos sus estados
1) Los revolucionarios entrampados
Este apoderamiento progresivo y paciente de la revolución, la ofensiva legislativa que transformó las colectivizaciones en el capitalismo sindical planificado por la Generalitat, no fue un proceso automático. Así, dentro de la CNT, la militancia radical desafió a la militancia colaboracionista y consiguió el apoyo de la mayoría de los sindicalistas. Sin embargo, esa postura quedaba casi siempre en minoría en las asambleas fabriles por dos razones: una de ellas fue la avalancha de afiliaciones oportunistas después del 19 de julio, la incorporación incluso se volvió obligatoria; por otro lado, el reclutamiento de los militantes más comprometidos y conscientes para ir el frente provocó una sangría en la militancia más decidida, capaz y convencida.
En este contexto, el Partido Unificado de Cataluña (PSUC)17 —a las órdenes de Stalin—, insignificante al principio, fue dejando su huella e imponiendo su control sobre el aparato estatal. Para ello se apoyó en la pequeña burguesía, a la que favoreció desde el principio. Este partido también creció considerablemente entre los “rabassaires” (arrendadores), aparceros y pequeños propietarios locales, y, a finales de 1937, llegó a contar con unos 10.000 campesinos catalanes afiliados (una cuarta parte del total del partido). Para coordinar los esfuerzos contrarrevolucionarios de sus seguidores, el PSUC creó además un grupo de presión conservador integrado por 18.000 tenderos y pequeños comerciantes que exigían el retorno del libre mercado. Su base social lo convirtió en un partido comunista bastante peculiar en el que prácticamente no había trabajadores, en su mayoría afiliados a la CNT o a la UGT. Las clases medias y otros estratos intermedios eran, pues, la única opción para el crecimiento del partido comunista catalán. En la práctica, sin embargo, el PSUC se fortaleció también gracias a la ayuda inconfesada e inconfesable de los ministros anarquistas. Además de apoyar los sucesivos decretos gubernamentales, por falta de visión estratégica, los ministros anarquistas se cruzaron de brazos ante la expulsión del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM)18 , su único aliado potencial, en diciembre de 1936. Y, sin duda alguna, la aceptaron a cambio de una mayor representación de la CNT-FAI en el gobierno. Evidentemente satisfechos con el mayor poder que habían logrado en este órgano, los ministros anarquistas no se dieron cuenta de que, con la posterior remodelación de la Generalitat, el PSUC pasaría a controlar la distribución de alimentos y el orden público. En enero de 1937, la política de distribución del pan estaba claramente polarizada. El POUM culpó, con razón, de la escasez de alimentos y de las colas de pan a la política de libre mercado del gobierno, que favorecía la especulación. En respuesta, el PSUC culpó del problema del hambre a la revolución, atribuyendo la escasez de alimentos a la multiplicidad de comités revolucionarios y a las actividades de los grupos de trabajadores armados, y pidió un mayor control del gobierno. En febrero, los estalinistas llevaron a cabo su campaña en favor de una “autoridad única” y organizaron una manifestación policial contra las patrullas de control, reprimiendo a sus partidarios y limitando la cantidad de armas en el frente19 . En los primeros meses de 1937 se elevó enormemente la tensión y se produjeron una serie de enfrentamientos violentos entre las fuerzas del Estado reorganizado y los poderes revolucionarios dispersos. En toda la España todavía republicana, los revolucionarios tuvieron que luchar en dos frentes, atrapados entre los enemigos externos y los internos. Por un lado, un fascismo financiado por la Iglesia y ayudado sobre el terreno por las potencias del Eje (la Alemania nazi y la Italia fascista), y por otro, el Partido Comunista armado por Stalin y a sus órdenes.
2) El ascenso revolucionario
La conversión en ejército de las Milicias Populares decretada en octubre de 1936 suscitó fuertes reacciones entre los anarquistas que estaban en el frente. El Decreto de Militarización había sido debatido acaloradamente en la columna Durruti, que decidió no aceptarlo porque no mejoraba las condiciones de combate de los milicianos voluntarios del 19 de julio ni resolvía la falta crónica de armas. En una carta dirigida a la Generalitat, Durruti negó la necesidad de la disciplina cuartelaria, a la que contraponía la superioridad de la disciplina revolucionaria: “Milicianos sí; soldados nunca”.
El 4 de noviembre de 1936, día en que la prensa anunció que cuatro anarquistas habían jurado su cargo como ministros en el gobierno de Madrid, Durruti pronunció en la radio CNT-FAI un discurso muy esperado que fue transmitido a toda España.
El fragmento siguiente del discurso, que duró varias horas, es muy revelador: Si esa militarización decretada por la Generalidad es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado. Vais equivocados, consejeros, con el decreto de militarización de las milicias. Ya que habláis de disciplina de hierro, os digo que vengáis conmigo al frente. Allí estamos nosotros que no aceptamos ninguna disciplina, porque somos conscientes para cumplir con nuestro deber. Y veréis nuestro orden y nuestra organización. Después vendremos a Barcelona y os preguntaremos por vuestra disciplina, por vuestro orden y por vuestro control, que no tenéis.
Este discurso caló en el corazón de cada uno de los miles de milicianos que habían acudido al frente en un gran impulso revolucionario: ellos no luchaban por la república o la democracia burguesa, sino por el triunfo de la revolución social y la emancipación del proletariado.
Teniendo en cuenta su carisma y el impacto de sus palabras en el pueblo, la declaración de Durruti—dirigida a sus hermanos de clase—, tenía muchísimas probabilidades de provocar el odio de los enemigos de la revolución, en todas sus variantes. Para él fue el anuncio de su muerte, que se produjo en el frente de Madrid el 20 de noviembre de 1936 y se convirtió en misterio por una deificación póstuma. En este sentido, y en un gesto casi sarcástico, Durruti incluso fue ascendido a teniente coronel del Ejército Popular.
Tras superar un intento de enfrentamiento armado con otras fuerzas hermanas, partidarias de la militarización, una parte de la columna decidió abandonar el frente (en febrero de 1937) para dirigirse a Barcelona, llevando consigo las armas. En Cataluña, la oposición revolucionaria se organizó sobre la base del descontento de la población barcelonesa, que había aumentado como consecuencia de la inflación, que duplicó el coste de algunos alimentos básicos en seis meses de guerra civil y afectó sobre todo a los habitantes más pobres de la ciudad. Esta inflación fue el resultado del acaparamiento de las cosechas para elevar los precios que llevaron a cabo los pequeños capitalistas organizados dentro del PSUC. Ante la ruptura entre la economía urbana y la rural, algunos grupos de trabajadores armados y miembros de las patrullas de control, saliéndose del control de los Comités Superiores de la CNT, comenzaron a requisar las cosechas en el campo y se aliaron con estos milicianos de la columna Durruti. Luchando juntos por la socialización en las empresas y decididos a enfrentarse a la contrarrevolución, en marzo de 1937 fundaron “Los Amigos de Durruti”, agrupación que también abogaba por el control proletario del ejército y la policía, la abolición de los Cuerpos de Seguridad del Estado y los parlamentos burgueses, en los que los anarquistas siempre estaban representados. “Los Amigos de Durruti” fueron los principales promotores y participantes de las Jornadas de Mayo de 1937.
3) Mayo de 1937 en Barcelona
A pesar de su alegato en favor de una “segunda revolución”, la oposición revolucionaria ya no era más que un movimiento defensivo, pero decidido a detener el asalto del Estado republicano contra el poder de los comités locales y las patrullas obreras. Sin embargo, incluso como tal, la oposición revolucionaria constituía un desafío directo a la reconstrucción del poder estatal que había crecido a la sombra de la revolución y que ahora estaba en una posición de fuerza para ejercer su derecho histórico al monopolio de la fuerza armada.
El 3 de marzo, un decreto de la Generalitat dirigido a disolver todos los comités revolucionarios locales, desarmar las patrullas obreras y confiar el control de la frontera francesa a las fuerzas del Estado provocó la dimisión de los ministros anarquistas. Tras esta apariencia de oposición, estos regresaron el día 27 y el decreto fue aprobado con su conformidad.
Entonces, cuando la tensión entre las fuerzas enfrentadas alcanzó su punto álgido, estallaron los enfrentamientos entre la policía y los trabajadores. La Generalitat prohibió las celebraciones del Primero de Mayo con el argumento de que en Barcelona había demasiada tensión. Teniendo en cuenta la fuerza de la tradición obrera en la ciudad, esta decisión sólo podía interpretarse como una provocación por parte del gobierno, y dos días después, el 3 de mayo de 1937, estallaron los “sucesos de mayo” en Barcelona.
La derrota de las Jornadas de Mayo de 1937, provocada por el alto el fuego ordenado por los dirigentes de la CNT, certificó la victoria armada que necesitaba la contrarrevolución, dirigida por los estalinistas, quienes a principios de junio disolvieron las Patrullas de Control y a finales de septiembre, manu militari, todos los comités de defensa de barrio. La ideología de la unidad antifascista, que unía al gobierno de la Generalitat, los estalinistas, los republicanos y los comités superiores, con el único objetivo de ganar la guerra y aplastar la revolución, impuso una represión feroz del movimiento anarcosindicalista y el POUM20.
4) El ataque contra las colectividades
En junio de 1937, y para sorpresa general, Uribe —el ministro comunista de Agricultura que hasta entonces siempre había apoyado abiertamente a los conservadores y reaccionarios del interior del país— dictó un decreto que legalizaba las colectividades en todo el territorio español, independientemente de las circunstancias que las hubieran originado. Sin embrago, lo hizo sólo para deshacerse de ellas. De manera inmediata, varios equipos de jóvenes comunistas se dirigieron a Cataluña y Levante para ayudar a los campesinos en la cosecha, pero esas brigadas de choque sólo tenían un objetivo: introducirse en las organizaciones agrícolas, apoderarse de ellas y destruirlas.
A mediados de junio comenzó el ataque a gran escala en Aragón, con métodos hasta entonces desconocidos. El mayor general estalinista Líster se encargó del ataque directo en el que el 30% de las colectividades resultaron destruidas. Se produjeron detenciones y pillajes por todas partes. Además se saquearon numerosos almacenes de trigo y cooperativas, se destrozó el mobiliario urbano y en la región de Valencia se libraron verdaderas batallas en las que el ejército utilizó tanques.
5) La guerra devora la revolución y la república
Entre octubre y diciembre de 1937, los comités de defensa publicaron también un periódico que preconizaba la solidaridad con los presos revolucionarios y atacaba el colaboracionismo. Desde junio de 1937 hasta el final de la guerra, el Estado estalinista practicó la persecución, la tortura y la aniquilación física, lo que obligó al sector radical de la CNT, a los trotskistas y al POUM a pasar a la clandestinidad21.
El anarquismo de Estado, por su parte, consolidó su colaboración con la burguesía republicana, se apropió de la victoria sobre el fascismo, reprimió cualquier peligro revolucionario en sus filas y asumió las tareas propias de cualquier burocracia que pretendiera integrarse en el aparato de un Estado que impuso la militarización del trabajo y de la vida, un racionamiento muy estricto y la economía de guerra. En 1938, muchos revolucionarios habían sido asesinados, estaban en prisión o se encontraban en la más absoluta clandestinidad. No fue la dictadura de Franco, sino la república de Negrín, la que acabó con la revolución y cavó su propia tumba y la de los antifascistas.
VII – balance / lecciones: tomarlo (y aprender) o dejarlo
Desde luego, es mucho más sencillo hacer un análisis crítico de los hechos fuera del marco de la época en cuestión, cuando la guerra hacía estragos en todos los bandos. La retrospectiva nos facilita la comprensión y nos brinda la oportunidad de rendir un homenaje sin reservas a los revolucionarios más lúcidos de un momento que fue excepcional en muchos aspectos. Este análisis crítico nos permite sumergirnos en la experiencia de este gran movimiento, contextualizándola, y tomar los elementos relevantes para trazar nuestro camino hacia la emancipación.
La victoria revolucionaria:
- En julio de 1936, los obreros supieron actuar sin sus jefes y procedieron a la expropiación de la burguesía y la supresión de algunos elementos fundamentales del Capitalismo (el Estado armado, la iglesia y la policía). Pero, además, en un comienzo también rebasaron sus propias organizaciones políticas y sindicales.
- Estas conquistas sociales, económicas, políticas y culturales se ajustaban perfectamente a la ideología anarcosindicalista que, aunque impregnada de un espíritu político táctico de lucha, despreció el ámbito de la política y llegó a descuidar la cuestión de la toma del poder22 .
En el ámbito político:
- Estas conquistas no pretendían tomar el poder, sino llevar a cabo la revolución social destruyendo el ejército, aboliendo el poder de la Iglesia y gestionando las fábricas. La fuerza motriz de los comités revolucionarios de fábrica o locales fue la autoorganización de la clase obrera al calor de la situación revolucionaria, que constituyó de forma tácita el germen de los órganos de poder del proletariado revolucionario.
- Su debilidad fue la incapacidad de coordinarse entre sí para imponer su propio poder y socavar el del Estado. Lo que faltó fue una organización revolucionaria capaz de transformar estos comités en un poder popular efectivo, con asambleas que eligieran a sus delegados en democracia directa, con la posibilidad de destituirlos en cualquier momento, y con capacidad de coordinación a nivel regional y nacional. Con los partidos políticos neutralizados, la CNT, como sindicato y herramienta de lucha contra el capitalismo, podría haberse retirado para dejar paso a las nuevas instituciones políticas revolucionarias que estaban surgiendo, federadas regionalmente y confederadas en los demás niveles.
- Además, muchos de estos comités, fuertemente influidos por la ideología de la unidad antifascista, se convirtieron rápidamente en comités antifascistas, compuestos por trabajadores y burgueses, instrumentales al programa de la pequeña burguesía. Debido a la guerra y al peligro, los obreros no supieron actuar contra sus jefes, respetaron el aparato del Estado y a sus funcionarios, y en mayo de 1937 aceptaron —bajo coacción y a regañadientes— la capitulación ante su enemigo de clase: la burguesía.
- Dada su incapacidad teórica por falta de un programa político propio y la estrategia correspondiente, los anarquistas, pese a su discurso contra el Estado, nunca plantearon la cuestión del poder, que dejaron en manos de los políticos profesionales de la burguesía republicana y los socialistas e incluso lo compartieron con ellos cuando su participación fue necesaria para cerrar el camino a una alternativa revolucionaria, en nombre del antifascismo.
- Así, la entrada de ministros anarquistas y de poumistas en el gobierno de la Generalitat, y posteriormente en el de Madrid, posibilitó la disolución de los comités locales en octubre de 1936 —sin la menor resistencia armada— para dar paso a los municipios antifascistas. Los comités de defensa y de fábrica, y algunos comités locales, se resistieron a su disolución definitiva, aunque sólo consiguieron retrasarla.
- De ese modo, la guerra civil se convirtió en una guerra entre dos bandos de la burguesía —los fascistas por un lado y los republicanos democráticos por otro—, pero en la que el pueblo ya había sido derrotado.
- No obstante, la esencia del antifascismo23 consiste en promover la lucha contra el fascismo mediante el fortalecimiento de la democracia. Por lo tanto, el antifascismo no mantiene una lucha contra el capitalismo en sí, sino sólo contra una de las múltiples y circunstanciales formas que adopta este capitalismo.
En el ámbito económico:
El término genérico colectivización, a menudo mitificado, pasó en la práctica por cuatro etapas:
A- La toma de los trabajadores, de julio a septiembre de 1936.
B- La adaptación de las incautaciones al Decreto de Colectividades, es decir su recuperación estatal, de octubre a diciembre de 1936, sin cuestionamientos ni alternativas ni consignas por parte de la CNT oficial. Así, el Decreto, apoderándose del nombre, convirtió la colectivización en un Capitalismo sindical.
C- La lucha de la Generalitat por dirigir la economía y controlar las colectividades, frente al intento de socialización de la economía promovido por el sector radical de la militancia de la CNT, de enero a mayo de 1937.
D- El intervencionismo progresivo y la centralización estatal del gobierno central impusieron una economía de guerra y la militarización del trabajo desde junio de 1937 hasta enero de 1939.
VIII – Para concluir:
Los Amigos de Durruti presentaron las propuestas pragmáticas de mayor coherencia y lucidez desde el punto de vista teórico para llevar a cabo la revolución, insistiendo en su carácter totalizador puesto que debía darse a la vez en todos los ámbitos: político, de la defensa, económico, social, cultural…, y ello en todos los países, trascendiendo todas las fronteras nacionales.
En un contexto no industrializado, unos campesinos menos condicionados demostraron tener una conciencia social y una capacidad creativa muy superior a la de los trabajadores urbanos, tanto en el ámbito político como en el de la socialización, la inventiva y la transformación en general. Con la socialización de los medios de producción, el desarrollo de la producción y consumo lo más local y territorial posible, y la abolición del dinero en muchos casos, las colectividades dieron un gran paso hacia la abolición del valor y del trabajo, es decir, la abolición de las categorías esenciales del Capitalismo. Sin embargo, ese intento estaba condenado al fracaso si no se extendía como una mancha de aceite por todo el país y también a escala mundial. Lo que quedaba en conjunto era la descentralización de las ciudades y la producción industrial, tal como había teorizado el secretario de los intelectuales de la CNT, prefigurando y anticipando así las propuestas de la ecología social24. Una vez derrotada la revolución, todas estas esperanzas se disiparon, aunque no llegaran a perderse puesto que la historia nos permite recuperarlas.
IX – Por una estrategia comunalista aquí y ahora
«Conoce a tu adversario y, sobre todo, conócete a ti mismo, y serás invencible». Sun Tzu El arte de la guerra
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y el capitalismo ha experimentado muchos cambios para poder continuar su loca carrera hacia un mayor valor. Una de sus principales victorias ha sido la desactivación, o más bien la puesta entre paréntesis, de su primera contradicción, la existente entre las comunidades escindidas y desposeídas de sus medios de producción a quienes les han absorbido esa producción. Esta larga y dura guerra entre el proletariado y el capital, de momento la ha ganado este último25 al integrar a la comunidad proletaria en su lógica de consumo, una lógica que conduce a la sociedad del espectáculo, a la separación y atomización social, y también a la devastación ecológica. Son estos últimos efectos los que nos dan la medida de las contradicciones últimas del Capitalismo, las de una guerra contra la vida misma.
Se trata de un gran reto, justo en un momento en el que la tecnología nos confunde, ciega y controla hasta el punto de que llegamos a resignarnos a una destrucción programada por la propia dinámica del sistema; y, sabiendo que este, impulsado únicamente por la economía —a menudo teñida de un humanismo paradójico o de una ecología de pacotilla— no puede sino ceñirse al lema que lleva impreso en sus genes, “crecer o morir”, el despertar de la conciencia es fundamental para decidirse a ganar esta guerra declarada. Además, ningún movimiento con proyección de futuro, y menos aún un movimiento revolucionario, puede ignorar su pasado. Un proverbio africano dice: « Si no sabes adónde ir, mira detrás de ti». Esta humildad nos da la medida de lo que podemos aprender de la guerra y la revolución en España, del fascismo y de las respuestas truncadas del aintifascismo. Y también, y sobre todo, sobre el desarrollo de este movimiento libertario y su impulso sin parangón, alimentado como estaba por una dialéctica entre tres elementos inseparables: la práctica, la teoría y los sueños. Toda una estrategia elaborada no por intelectuales notorios sino por una inteligencia colectiva desarrollada emocionalmente al calor de la acción, en luchas colectivas y realizaciones alternativas, en estrecha complicidad por un objetivo común: el comunismo libertario.
Otro elemento importante a retomar de nuestros mayores españoles, en el aquí y ahora de un movimiento constituido, es el de no esperar al estallido de una revolución para hacerla. Se trata de empezar a construir ya, instituciones flexibles pero sólidas, como embrión del mundo nuevo. De este hecho histórico se nutre la propuesta política esencial del comunalismo de Murray Bookchin, que determinará la esencia misma de la estrategia comunalista: «La tensión entre las confederaciones y el Estado debe permanecer clara e intransigente… el municipalismo libertario se forma en una lucha contra el Estado, se fortalece e incluso se define por esta oposición». Y ello hasta conseguir una relación de fuerzas que nos sea favorable.
En nuestro contexto geopolítico actual, la cuestión política y social no la podemos disociar de la ecología. Se afirma en los márgenes, a través de las prácticas, en los territorios restringidos, en las comunas y en todas partes donde los grupos humanos tratan de recuperar el control de sus vidas (vivienda, agricultura campesina, salud, producción de energía y bienes de primera necesidad, vida artística, etc.). Ningún proyecto alternativo tendrá realmente éxito sin el desarrollo de un movimiento que reúna las luchas contra la dominación y por la dignidad, así como las alternativas concretas buscadas conscientemente fuera de las lógicas del capitalismo. Es necesario multiplicar los intercambios entre estos espacios, crear lazos de solidaridad y anclarlos en y entre comunidades, regiones e internacionalmente. Dotadas de esta cultura y práctica comunalistas, las numerosas experiencias en curso de pedagogía social, enseñanza alternativa, educación popular, viviendas y lugares compartidos, producción autogestionada, granjas colectivas, luchas antipatriarcales y feministas, luchas contra la tecnología digital, solidaridad activa con los migrantes y las ZAD, pueden contribuir a enriquecer esta dinámica política que, partiendo de lo local, debe federarse a través de un territorio y confederarse más allá.
Tres acontecimientos recientes nos proporcionan elementos fundamentales para elaborar una estrategia concreta y pertinente. El primero es sin duda la pandemia, que ha sensibilizado directamente a un gran número de personas sobre su dependencia de los supermercados y del mercado mundial para nuestra alimentación y nuestra atención sanitaria. Esta demostración flagrante de nuestra falta de autosuficiencia alimentaria ha permitido a muchas personas ver las cosas con más claridad. Más cerca de nosotros, y siempre sobre el mismo tema, los «Soulèvements de la terre» (levantamientos de la tierra) en Francia nos mostraron el camino, la determinación de un movimiento para denunciar el acaparamiento del agua por la agro-industria, movilizando fuerzas para conseguir victorias. Más cerca de nosotras, la movilización de los agricultores de toda Europa denuncia la globalización acelerada del mercado agrícola a través de los acuerdos de libre comercio, en este caso Mercosur, que sacrifica a los pequeños agricultores y nos priva de toda autonomía alimentaria. Nos encontramos en un momento en el que el proceso iniciado con los cercamientos, ese proceso de división o consolidación de campos comunales, praderas, pastos y otras tierras de cultivo en Inglaterra, alcanzando toda la Europa occidental, está llegando a su fin, o sea a la desaparición de nuestros agricultores, tanto en el Norte como en el Sur, convirtiendo la tierra en un mundo/factoría, en un mundo sintético y contaminado. Esta conciencia creciente de que nos encontramos a merced de esta maquinaria cada vez más frágil en lo que se refiere a los recursos alimentarios, nos señala el camino a seguir para que nos unamos, tanto los que estamos en la lucha como los que estamos creando alternativas.
A partir de estos movimientos sociales, luchas de clase, luchas por la dignidad contra todas las formas de dominación y explotación, queremos dejar de delegar nuestro poder político para tomarlo directamente en el seno de nuestras asambleas populares y decisorias. Se trata de un proceso que debe implicar a todos los colectivos urbanos y rurales unidos en la lucha contra la dominación y el capitalismo, para crear y anclar nuestras propias auto-instituciones comunitarias en tensión con la del Estado. El mundo de mañana se construye hoy. Es en estas asambleas, en la complicidad de pensar y hacer juntos con empatía y en la perspectiva de un mundo nuevo, donde podremos determinar juntos nuestras necesidades alimentarias reales, pensando en los más desfavorecidos y en estrecha colaboración y participación con los pequeños agricultores, con el objetivo de repoblar el campo vaciado de sus habitantes. Se trata de una creación conjunta de la político26 como fuerte vínculo dentro de nuestras diversidades e insertada en el medio natural. Pero también es un movimiento consciente y voluntario hacia una salida definitiva del capitalismo y hacia una ecología social. En este momento, y ante estas movilizaciones vitales que nos conciernen a todas y todos, necesitamos alinear nuestra estrategia con esta voluntad de recuperar de la autonomía alimentaria27 , aliada esencial de la autonomía política.
¿De qué fuerzas disponemos? ¿No potencialmente, sino realmente? Hemos de admitir que la relación de fuerzas dista mucho de estar a nuestro favor, debido a la falta de apoyo a nuestras propuestas y, sobre todo, a la falta de organización. Y ahí es donde radica el problema, y es esta carencia la que nuestra estrategia debe colmar ante todo. Así pues, si conseguimos arrancar y dar este primer impulso, habremos dado el primer paso, sin duda el más difícil. Nos corresponde a todas y todos desarrollar esta inteligencia colectiva, en diálogo constante y decidido, para crear este movimiento emancipador y federador capaz de alzar el vuelo de la esperanza, a nivel local, regional y más allá.
Floreal M. Romero
Traducido en castellano por Camino Villanueva, muchas gracias a ella.
Cuatro libros inspiradores sobre el anarquismo español:
- Los caminos del comunismo libertario en España 1868-1937 : https://fal.cnt.es/producto/los-caminos-del-comunismo-libertario-en-espana-1868-1937/
- Barricadas en Barcelona Agustín Guillamón Ed. Espartaco Internacional, 2007
- La España libertaria Gaston Leval : https://www.todoporhacer.org/wp-content/uploads/2016/08/Gast%C3%B3n-Leval.-Colectividades-libertarias-en-Espa%C3%B1a.pdf
- Los anarquistas españoles Los años heroícos 1868-1936 Murray Bookchin Ed Virus Ver: https://viruseditorial.net/libreria/los-anarquistas-espanoles/
Notes :
- Jérôme Baschet en Basculements [traducción propia]. ↩︎
- Guy Debord en La sociedad del espectáculo. ↩︎
- La “nación” entendida como territorio físico, no como entidad etnocultural. ↩︎
- Derecho a matar a los presos cuando se escapan de la cárcel. Las fugas son casi siempre provocadas para poder matarlos más fácilmente. ↩︎
- “De día trabajamos en sus fábricas, pero de noche la ciudad es nuestra” es el lema de la época, retomado por Chris Ealham en La lucha por Barcelona. ↩︎
- El historiador Agustín Guillamón señala sobre el 19 de julio en Barcelona: “En treinta y dos horas el pueblo de Barcelona había vencido al ejército. (…) Hacia las nueve de la mañana se inició un imparable contagio revolucionario, mimético y masivo, curioso y audaz, que al mediodía se había convertido en un fenómeno de masas, que arrojó a la calle una inmensa muchedumbre que quería participar a toda costa en la batalla de Barcelona contra el fascismo, enfebrecida por el temor a perderse la ocasión de intervenir de la forma que fuese en la ya segura victoria popular”. Barricadas en Barcelona, Ediciones Espartaco Internacional, 2007. ↩︎
- La iniciativa partió del pueblo, sobre todo del pueblo influido por los anarquistas. (…) Lo que sorprendía al hablar con estos campesinos era que en su gran mayoría eran analfabetos, pero tenían fe, sentido común y práctico, espíritu de sacrificio y la voluntad de construir un mundo nuevo. No pretendo hacer una apología demagógica de la ignorancia. Lo que tenían estos hombres era una mentalidad, un corazón y un espíritu que la educación no proporciona y que, incluso, la educación oficial suele sofocar. Gaston Leval, L’attivitá sindacale nella trasformazione sociale [traducción propia]. ↩︎
- Por ejemplo, la unificación en pocos días de las tres compañías ferroviarias de la provincia de Barcelona y la compañía de tranvías de su capital. Para ello se creó una brigada encargada de homogeneizar los diferentes materiales utilizados por las empresas y sincronizar los horarios. Este ajuste mostró, pese a la rapidez con que se efectuó, una eficacia ejemplar gracias a la preparación de los sindicatos de la CNT y —a diferencia de lo que ocurrió en Gran Bretaña durante la privatización de los ferrocarriles en la década de 1980 y en Francia y la Península Ibérica en 2000 y 2002, donde se produjeron varios accidentes y un claro deterioro de los servicios— no se registraron daños ni descarrilamientos. ↩︎
- “La colectividad no era el Sindicato, porque incluía a todos los que querían incorporarse a ella, fueran o no productores en el sentido clásico de la palabra. Además, los reunía en la dimensión humana e integral de la persona, y no sólo en la del oficio. (…) Todos tenían lo mismos derechos y deberes; ya no había categorías profesionales que se opusieran entre sí y convirtieran a los productores en consumidores privilegiados frente a quienes —como las amas de casa— no producían, siempre en el sentido económico o clásico de la palabra. (…) Era, quizá, una cuestión de eufonía y de amplitud de miras, de humanismo: el ser humano más allá del productor. No se necesitan sindicatos cuando no ya no hay jefe”.
Espagne libertaire 36-39, Gaston Leval, Éditions du Monde Libertaire, 1983, pp. 386-387 [traducción propia]. ↩︎ - Lorenzo, 2006, pp. 172-173, citado en Los caminos del comunismo libertario en España (1868-1937), Myrtille Gonzalbo, gimenóloga, ed. Pepitas de Calabaza, 2022. ↩︎
- Agustín Guillamón, Barricadas en Barcelona, p. 52, ed. Espartaco Internacional, enero de 2017. ↩︎
- Cultivar bajo las bombas: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/8011475.pdf ↩︎
- La Generalitat de Catalunya fue el órgano catalán de autogobierno creado en 1931 y que funcionó hasta 1939 en el marco de la Segunda República española. Durante ese periodo, esta institución fue conocida como la “Generalitat republicana” y disfrutó de un grado de autonomía mayor que bajo la actual monarquía. ↩︎
- Pese a las apariencias, el CCMA se trataba en realidad de un gobierno disfrazado, una especie de Frente Popular con representantes de la Generalitat, los partidos republicanos burgueses, los estalinistas del Partido Socialista Unificado de Cataluña, el Partido Obrero de Unificación Marxista y los comités superiores de la CNT. ↩︎
- Agustín Guillamón Barricadas en Barcelona, p. 84. ↩︎
- Reapareció el arribismo capitalista, pero con la diferencia de que ya no había un propietario sino decenas: en Barcelona, y en casi todas las ciudades y los centros industriales de Cataluña, cada fábrica producía y vendía sus artículos por su cuenta, cada una buscaba sus clientes y competía por ellos con la fábrica rival. Había nacido el neocapitalismo obrero… En el comercio, ese mismo neocapitalismo se manifestaba a una escala mucho mayor. En las fábricas y empresas que estaban en manos de los sindicatos, la producción aumentaba o, al menos, no presentaba déficits: se producía más en función de los recursos disponibles. Además, no se consideraba inmoral que los salarios fueran dos o tres veces superiores según las materias primas disponibles y las habilidades para la comercialización que se poseyeran. Gaston Leval, L’attivitá sindacale nella trasformazione sociale [Traducción propia]. ↩︎
- El Partido Socialista Unificado de Cataluña o PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya, en catalán) fue un partido catalán perteneciente a la Internacional Comunista (Komintern) y federado en el Partido Comunista de España (PCE). Creado en 1936, se disolvió en 1987. Fuente: Wikipedia. ↩︎
- El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) fue un partido fundado en 1935 autodefinido como marxista revolucionario, en oposición al estalinismo, y cercano al trotskismo. ↩︎
- Un gobierno que envía al frente a chicos de quince años con fusiles de cuarenta años y deja en la retaguardia a sus hombres más fuertes y las armas más modernas tiene evidentemente más miedo a la revolución que a los fascistas. Ahí está la explicación de la debilidad de la política de guerra de los últimos seis meses, y de la concesión con la que es prácticamente seguro que la guerra terminará.
George Orwell en una carta dirigida a Geoffrey Gorer con fecha de 5 de septiembre de 1937 [traducción propia]. https://acontretemps.org/spip.php?article223 ↩︎ - George Orwell, que vivió los sucesos de mayo de 1937 y más tarde escribió el libro Homenaje a Cataluña, dijo lo siguiente sobre la supresión del POUM en una carta dirigida a Geoffrey Gorer con fecha de 5 de septiembre de 1937: En primer lugar, [la supresión del POUM] deja claro al extranjero lo que ya saltaba a la vista de algunos observadores en España: que el gobierno actual tiene más puntos de semejanza que de diferencia con el fascismo. (Lo que no quiere decir que no merezca la pena luchar contra el fascismo más abierto de Franco y Hitler. Yo ya me había percatado en mayo de la tendencia fascista del gobierno, pero seguía dispuesto a regresar al frente y eso hice.)
Véase: https://acontretemps.org/spip.php?article223 [traducción propia]. ↩︎ - George Orwell, en la misma carta, lo resume de forma admirable así: Puede ser, por supuesto, que la revolución se perdiera definitivamente en esos pocos días de mayo. Pero creo, sin embargo, que perder la revolución fue un mal menor, aunque no mucho menor, frente a perder la guerra. https://acontretemps.org/spip.php?article223 [traducción propia]. ↩︎
- Me gustaría señalar un hecho curioso: el fiasco de la cúpula, las cabezas dirigentes, los “hombres fuertes”. No hablo sólo de los políticos ni de los dirigentes socialistas y comunistas. También me refiero a los activistas anarquistas destacados, los llamados líderes. (…) El hecho es que fueron, sobre todo, destructores. La lucha contra el Estado y la sociedad capitalista los había imbuido de un sentido político táctico, al que subordinaron toda su cultura y su prestigio personal.
G. Leval, L’attivitá sindacale nella trasformazione sociale [traducción propia]. ↩︎ - Agustín Guillamón lo resume perfectamente: El antifascismo revolucionario no existe, más allá de la retórica vacía de un oxímoron confuso. El antifascismo es siempre democrático e inclusivo, nunca es antisistema y siempre es objetivamente contrarrevolucionario. Otra cosa diferente es la imagen distorsionada y falsa que los militantes antifascistas creen y difunden de sí mismos como gallos de pelea con una espuela enorme, mientras que sólo son aves desplumadas, listas para ser degolladas y arrojadas al caldero [traducción propia]. ↩︎
- Agustín Guillamón lo resume perfectamente: El antifascismo revolucionario no existe, más allá de la retórica vacía de un oxímoron confuso. El antifascismo es siempre democrático e inclusivo, nunca es antisistema y siempre es objetivamente contrarrevolucionario. Otra cosa diferente es la imagen distorsionada y falsa que los militantes antifascistas creen y difunden de sí mismos como gallos de pelea con una espuela enorme, mientras que sólo son aves desplumadas, listas para ser degolladas y arrojadas al caldero [traducción propia].
Véase: Actuar aquí y ahora. Pensar la ecología social de Murray Bookchin, Floreal M. Romero, Ediciones Kaicrón ↩︎ - Como dijo el multimillonario Warren Buffet en 2006: Hay una guerra de clases, eso es un hecho, pero es mi clase, la clase rica, la que la está librando, y la estamos ganando (New York Times, 26 de noviembre de 2006).citado en: https://www.eldiario.es/canariasahora/canarias-opina/neoliberalismo-siempre-ganaran-ricos_132_6015867.html . ↩︎
- Sólo se defiende lo que se ama. Además del vínculo de confianza, e incluso de colaboración directa a través de la ayuda mutua, esta práctica constituye en sí misma una escuela de vida, un fuerte desarrollo de la empatía y la inmersión en el entorno natural a través de la aprehensión sensorial de nuestro vínculo con la naturaleza y el placer de formar parte de ella y colaborar con ella. ↩︎
- Reprendre la terre aux machines por l´Atelier Paysan Ed du Seuil 2021. Véase: https://ecologiesocialeetcommunalisme.org/2024/06/16/campesinos-de-latelier-paysan-video/ ↩︎
Leer también : Reflexión sobre « Recuperando la tierra de las máquinas »