«DEMOCRATIA» – Cartilla de Ecología Social

¿Qué sentido podemos dar a esta palabra aparte de la abstracción teórica que hoy pretende definir su marco y sus modalidades? Porque cada vez está más claro que ni las elecciones, ni las votaciones, ni los partidos y menos aún las estructuras estatales son la expresión de una democracia real sino que, por el contrario, se oponen violentamente a su eficacia.

La función primordial de una democracia debería ser, como mínimo, la búsqueda permanente de un consenso entre todas las poblaciones afectadas sobre todas las opciones que determinan la realidad social (en el sentido más amplio del término) y su futuro. Pero la pseudodemocracia del capitalismo es ante todo competitiva y produce perdedores. Perdedores que se verán fragmentados en minorías diversas, ignorándose mutuamente y, por tanto, privados de todo poder de intervención en lo que condiciona su propio destino e incluso su vida cotidiana. Los que controlan la maquinaria de esta falsa democracia pueden entonces transformar fácilmente la minoría que representan en una «mayoría» que impondrá entonces su ley a todos en detrimento del interés común.

Tal estado de cosas está destinado a provocar cada vez más descontento y resentimiento, dando lugar a un clima social deletéreo que pudre el conjunto de la vida cotidiana y cuyos efectos deprimentes y acosadores son resentidos por todos. Y esto suele hacerse sin reconocer la causa profunda, que se atribuirá a esto o aquello según las opiniones partidistas.

Del mismo modo, los representantes de esta forma específica y globalizada de dominación, escudándose en los jirones de su ficción democrática, rechazarán cualquier responsabilidad por esta decadencia social generalizada. Incluso la utilizarán como pretexto para intensificar las medidas represivas que socavan cada vez más la noción misma de libertad. En cuanto a la noción de igualdad, para esta gente tiene una connotación casi obscena, de la que no quiere ni oír hablar.

La ironía de la historia es que es esta minoría, que representa a la clase dominante y que siempre ha despreciado profundamente la democracia, es la que ahora se hace portavoz de ella en todo el mundo, al tiempo que la despoja de todo lo que podría darle sentido.

La democracia directa, única forma de democracia que podría servir verdaderamente al interés común, es obviamente aborrecible para la pequeña minoría que detenta casi todos los poderes: se siente directamente amenazada por la mera asunción de sus ventajas y privilegios, precisamente como minoría particular, la de los ricos y los poseedores.

Sin embargo, debemos darnos cuenta de que esta confiscación permanente del poder por parte de esta minoría sólo puede continuar porque tiene lugar dentro de la forma organizativa específica del capitalismo, que, mediante la aplicación de sus categorías alienantes (sus concepciones del valor, el trabajo, el progreso, el éxito, etc.), mantiene su posibilidad. Dentro de este sistema, los que se creen esta «élite» son, de hecho, constantemente sustituibles, a pesar de sus mejores esfuerzos por mantenerse en su lugar. Así que sólo deshaciéndonos del capitalismo en todas sus partes componentes nos libraremos también de los fastidios de estas «élites» eminentemente renovables dentro del software del capital.

La esencia profunda del capitalismo es totalitaria, e incluso es la religión más totalitaria que jamás haya existido sobre la tierra. Mientras persista su sistema, la democracia seguirá siendo una mera ficción, un cuchillo sin mango al que le falta la hoja..

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