La sociedad del espectáculo

de Guy Debord

Leer «La sociedad del espectáculo» no es tarea fácil.
No porque el libro sea especialmente difícil en sí mismo, sino porque la dificultad reside en la propia naturaleza de su tema. Un tema que cualquier aproximación a una Ecología Social coherente no puede permitirse ignorar.
Al revelar la estructura central de la alienación en la que la mayor parte de la humanidad está inmersa desde hace ya casi un siglo, se topa con el hecho de que la humanidad ha llegado a creer que éste es su entorno natural y que no tenemos más remedio que adaptarnos a él.

Todo lo que era vivido directamente se ha alejado en una representación.

Comprender esta miseria que es la nuestra, en cuanto cedemos a la presión dominante, es también comprender su origen, que se encuentra esencialmente en la absorción de toda la realidad humana por la lógica del comercio. Hace ya160 años que Marx identificó en el proceso de fetichización de la mercancía el comienzo de su autonomía y la marginación de la historia y la realidad humanas, que pasarían a ser accesorias.
El espectáculo, para todo ser humano, es ante todo ese penoso esfuerzo, esa negación permanente, por la que intenta convertirse en mercancía para complacer a un mundo que ya no reconoce otra cosa.
Desde el punto de vista de la dominación, el espectáculo es la herramienta central para forzar esta miseria a través de la Economía Política, que se convierte en «ideología materializada».
La consecuencia más grave de la dominación espectacular-mercantil para nuestra realidad humana, la que todo el mundo puede ver hoy (a menudo sin identificar su origen) es sin duda, la separación.
Reducidos por la economía política a comportarse como mercancías particulares, los individuos han adoptado, más o menos conscientemente, su lógica central: la competencia generalizada.

Cada mercancía específica lucha por sí misma, no puede reconocer a las demás y pretende ser la única que prevalece en todas partes.

Así, cada ser humano es llevado a ver a los demás sólo como obstáculos a su predominio y por lo tanto, en cierto modo, como enemigos.
Aunque busquemos desesperadamente el reconocimiento de nuestra individualidad, la lógica del mercado nos obliga a no poder reconocer a nadie.
El éxito individual, tan querido para esta forma de sociedad, oculta también el hecho de que sólo encuentra su realización como mercancía.
El círculo se completa, se destruye cualquier posibilidad de un Mundo Común. El espectáculo es la miseria que nos roe a todos, sin excepción, en una separación que parece no tener salida.

La medida del esfuerzo necesario para leer y comprender este libro se juzgará por la autonomía de pensamiento que cada una y uno de nosotros haya sido capaz de construir en contradicción con este armazón ideológico; o será más sencillo juzgarle como nulo y sin afecto.
No es de extrañar que, en el estado actual de la alienación social descrita en esta obra capital, y 50 años después de su publicación, mucha gente no pueda ya entender literalmente de qué habla, puesto que, como ya señaló La Boétie: «Todas las cosas se vuelven naturales para el hombre cuando éste se acostumbra a ellas. La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre. »

En 1969, con motivo de la publicación de la edición italiana de este libro, Debord envió a la sección italiana de la Internacional Situacionista un material para una «breve nota introductoria a El espectáculo», que no parece pues, superfluo reproducir aquí:

  • El primer capítulo expone el concepto de espectáculo.
  • El segundo define el espectáculo como un momento del desarrollo del mundo de la mercancía.
  • El tercero describe las apariencias y contradicciones sociopolíticas de la sociedad del espectáculo.
  • El cuarto, que ocupa el lugar principal del libro, retoma el movimiento histórico precedente (siempre pasando de lo abstracto a lo concreto), como la historia del movimiento obrero revolucionario. Es un resumen del fracaso de la revolución proletaria y de su retorno. A continuación se aborda la cuestión de la organización revolucionaria.
  • El quinto capítulo, «Tiempo e historia», trata del tiempo histórico (y del tiempo de la conciencia histórica) como medio y meta de la revolución proletaria.
  • El sexto describe el «tiempo espectacular» de la sociedad actual como una «falsa conciencia del tiempo», una producción de un «presente extranjero» perpetuamente recompuesto, como alienación espacial en una sociedad histórica que rechaza la historia.
  • El séptimo capítulo critica la organización precisa del espacio social, el urbanismo y la ordenación del territorio.
  • El octavo vincula la disolución de la cultura como mundo aparte con la perspectiva histórica revolucionaria, y vincula la explicación del propio lenguaje de este libro con la crítica del lenguaje.
  • El noveno, «La ideología materializada», considera toda la sociedad espectacular como una formación psicopatológica, la pérdida última de la realidad, que sólo puede recuperarse mediante la praxis revolucionaria, la práctica de la verdad en una sociedad sin clases organizada en Consejos, «donde el diálogo se ha armado para vencer sus propias condiciones».


La sociedad del espectáculo

Guy Debord

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