El proyecto politico: Instituir el comunalismo
El comunalismo como proyecto político de la ecología social
Para empezar, haremos una clara distinción entre el poder y la dominación. El poder no debe limitarse a lo negativo, aquello de los permisos y las prohibiciones, un concepto normativo jurídico y discursivo destilado por el Estado. Debemos concebirlo como una necesidad inherente a la vida social, la necesidad de decidir y hacer. Afirmado o encubierto, el poder es un flujo que circula en cualquier colectivo humano al tiempo que lo organiza y lo plasma en la práctica de diferentes maneras: coercitivas o no. Una convicción profunda habita en el centro de este proyecto : allí donde hay política, es decir experiencia de la libertad de decidir y de hacer juntas y juntos, la dominación tiende a desaparecer; a la inversa, allí donde reina la dominación, lo político se borra de la experiencia de la ciudadanía y se convierte en objeto de una guerra de egos que conduce a la destrucción. Lo político es mucho más queLa Política tal y como la entienden los partidos políticos y los burócratas que regentan la cuestión pública, el espectacular y aburrido hecho estatal que secuestra y encasilla al primero.
El poder que no está en manos de las masas debe caer inevitablemente en las de sus opresores. (….) Los revolucionarios sociales, lejos de descartar el problema del poder de su campo de visión, deben preguntarse cómo darle una forma institucional concreta de emancipación. » Murray Bookchin
En el contexto actual, que no puede ser más confuso dentro de esta compleja totalidad social, despojándonos de nuestra condición de objetos, necesitamos identificar el Poder, aquel que centraliza toda dominación, objetiva, simbólica y subjetiva: el Estado. Siendo el Estado al día de hoy, como categoría esencial del Capitalismo, santuario de las cosas políticas en esta totalidad social, tendremos que diferenciar este monopolio, que llamaremos La Política, del otro poder al que aspiramos: lo político.
“No podemos pensar lo social sin lo político: dicho de otro modo, no hay sociedad sin poder”. Pierre Clastres.
Lo político, una especie de proto-comunalismo localista, aún se practicaba en la Edad Media en el mundo rural y en las Villas Francas, pero fue eliminado de la vida pública por la destrucción de los comunes a lo largo de las revoluciones burguesas. Esta ruptura antropológica sin precedentes, lo que fue la constitución de una Institución política separada de lo social, marca un verdadero desplazamiento de la centralidad de lo político, siendo éste evacuado y confiscado por la clase dominante. Al tiempo que se disfraza, lo político pierde su esencia y se convierte en dominación política subalterna y circunscrita en el marco exclusivo del Estado-nación sujeto al Capital del cual depende.
En la actualidad, la principal dificultad para hacer avanzar el proyecto comunalista moderno reside en que sigue siendo esencialmente una abstracción societal, algo no vivido.
Hay que repetir una y otra vez que la mayoría de los experimentos « comunitarios », pasados o presentes, sólo tienen una relación lejana o en el mejor de los casos, embrionaria con el comunalismo como sociedad realizada. Para convertirse en realidad, el comunalismo requiere una extensión tanto cualitativa como cuantitativa, que no ha encontrado ni tiempo ni lugar para empezar a tomar forma, excepto con ocasión de breves interludios revolucionarios como la Comuna de París o la guerra civil en el estado español, que fueron aplastados a sangre y fuego por las fuerzas reaccionarias, o en circunstancias contemporáneas particularmente desfavorables, como en Rojava o Chiapas.
Las fuerzas de dominación, dondequiera que se encuentren y sea cual sea su apariencia ideológica, siempre han mostrado la mayor hostilidad acerca de todos los intentos de auto-organización por parte del pueblo. No es de extrañar, ya que su objetivo es mantener su dominio y evitar a toda costa la emancipación social y política. Cualquiera que sea su naturaleza, ya sea estatal (Imperio), económica (Capitalismo) o incluso religiosa (cabe señalar que son difíciles de disociar). Una estructura de dominación no puede permitirse ofrecer a las poblaciones esclavizadas por su quehacer, el menor atisbo de un posible modelo de organización social cuyo objetivo sea escaparse de ellas.
El objetivo de un movimiento comunalista como proceso, en estas condiciones particulares que son las nuestras, es empezar a crear aquí y ahora instituciones de autogobierno comunal en paralelo y en tensión con las del Estado.
La experiencia primera del comunalismo es la de la asamblea de base, donde una población determinada se reúne para discutir sus problemas. Gracias a su conocimiento directo y concreto de la naturaleza de estos problemas, dicha comunidad estará capacitada para determinar las soluciones adecuadas a sus necesidades.
Es fácil entender que lo que surja en estas condiciones siempre será más relevante que las decisiones tomadas desde arriba, por una burocracia parasitaria y avasalladora, formada por personas que desconocen los territorios y las realidades concretas sobre el terreno y además cuyos intereses a menudo están fuera del lugar, con el único propósito de defender sus privilegios y su estatus jerárquico.
Son los mismos que por lo general, afirman que no es posible llegar a un acuerdo en las prácticas asamblearias debido a la excesiva divergencia de opiniones.
Pero todas las personas que aceptan el principio de estas asambleas de base y han tenido experiencia en ellas, a pesar de las dificultades iniciales, han constatado todo lo contrario. La práctica del debate en asamblea tiene a menudo un efecto revelador, sacando a la luz ciertos aspectos de la situación que hasta entonces se les habían escapado. Así, mediante el diálogo constante cara a cara se permite superar a los egos y a los conflictos ínter-individuales, ayudando a diluir las opiniones rígidas.
Esto contrasta con el actual sistema de dominación, quién al encerrarnos a todas y cada cual en un individualismo estéril que ignora las realidades de los demás, exacerba los conflictos y nos reduce a una guerra permanente por la mera supervivencia.
Instaurar el comunalismo, significa también instaurar un mundo común en el que cada cual pueda afirmar su individualidad y no su individualismo. Porque el comunalismo, lejos de pretender restaurar las antiguas comunidades jerarquizadas, es también la abolición de todas las jerarquías de dominación y de todos los privilegios institucionales. La igualdad no es un principio abstracto, sino un proceso continuo para garantizar que todos los hombres y mujeres que pertenecen a una Comuna, puedan ocupar su lugar y expresarse en los procesos de toma de decisiones con igualdad de derechos. El debate asambleario es en sí mismo una formidable herramienta educativa, aunque solo sea como base esencial de aprendizaje de como convivir juntas y juntos.
El productivismo implacable del sistema capitalista, impulsado por una búsqueda incesante de la valorización del valor, es la causa directa de la catástrofe ecológica que está en vías de destruir las condiciones de vida en el planeta. Crear necesidades, por inútiles que sean, es la savia de este sistema. Instaurar el comunalismo, significaría también poner fin a esta inflación permanente de « necesidades ». Por un lado, porque gran parte de las utilidades prácticas podrían producirse y organizarse a nivel comunal, atacando eficazmente el dominio del imperio logístico y su desastrosa huella ecológica, ya sea colonial, extractivista o energética. Por otro lado al mismo tiempo, desde el punto de vista social, evitaría que todo el mundo tuviese que “buscarse la vida” por sí mismo, abocado a comprarlo todo, a menudo marginado porque ni siquiera puede vender su fuerza de trabajo. También todos sabemos, que para muchas personas el consumismo es el efecto compensatorio de la soledad y las frustraciones de una vida fundamentalmente decepcionante. Una vida carente de sentido, y la mayoría de las veces, aplastada por la necesidad de realizar un trabajo rutinario que no tiene relación alguna con nuestras propias aspiraciones.
“El sufrimiento, en la medida en que tiene una causa social, desafía tanto más a la dominación cuanto que expone de manera flagrante su arbitrariedad y señala su irracionalidad. Es la prueba vivida de que lo que pasa por una organización racional de la sociedad, basada en las leyes inmutables de la economía, es en realidad una irracionalidad mítica que nada puede justificar en última instancia”. (Theodor W. Adorno)
El proyecto comunalista propone acabar con este trabajo alienante, que no es más que la consecuencia de un mundo regido por la economía política y su total irracionalidad social.
Para ello es necesario derrocar por completo el modo de organización global, volviendo a situar la centralidad de la toma de decisiones en lo político, es decir la capacidad colectiva de decidir del ser humano, con sus vínculos y territorios de vida.
La dominación actual ha hecho todo lo posible por dislocar a los territorios, hasta hacerlos totalmente incomprensibles para esas mismas personas que se supone « viven » en ellos, convirtiéndolos en no-lugares donde nadie puede reconocerse ni distinguir ningún terreno común.
La ordenación del territorio se lleva a cabo « desde arriba », sin consultar prácticamente a las poblaciones afectadas, que ven cómo se destruyen su entorno y sus culturas particulares en función de criterios de rentabilidad, que nada tienen que ver con la vida real de las personas. El resultado es que todo el mundo acaba sintiéndose como una persona extraña en su propio país, aplastada por normas y reglamentos sobre los que no tiene ningún control. Ante esta situación, que la mayoría de la gente vive en sus carnes y para su desgracia propia, es fácil comprender por qué es tan importante devolver el poder de decisión a las personas directamente afectadas. Y eso es exactamente lo que propone el proyecto comunalista, otorgándole ese poder de decisión a las asambleas comunales de base.
« A pesar de la complejidad de sus resultados, el capital sólo tiene una condición previa: hay que privar a la gente del acceso directo a los bienes que considera necesarios para su vida, y obligarla así a obtenerlos a través de la mediación del mercado ». (Endnotes1)
Volver a situar localmente la producción de lo esencial, nuestras necesidades vitales, empezando por la alimentación, es también una prioridad. Vemos que dependemos de forma absurda y costosa, en términos ecológicos y energéticos, de importaciones lejanas cuyo origen real y condiciones de producción desconocemos. El Mercado, encarnado en el mundo capitalista, se ha convertido en una especie de entidad, que una vez más, nos es totalmente ajena y que sin embargo, nos impone sus reglas todos los días: la forma en que comemos, la forma en que nos vestimos, la forma en que nos calentamos e incluso la forma en que tenemos que trabajar para garantizar nuestra propia supervivencia. Peor aún, este mercado nos atrapa a todas y todos en una lógica competitiva que pretende abolir toda solidaridad, aquella que compone nuestra realidad humana y puede darle un sentido.
El objetivo de este Taller es devolverle la vida y el sentido a una sociedad humana respetuosa con su entorno natural, proponiendo nuevas perspectivas organizativas que pongan fin a las aberraciones del mundo actual. El proyecto comunalista se niega a aceptar cualquier ideología dogmática. No pretende poseer todas las soluciones, ni tener ninguna varita mágica. Por el contrario, sabe lo que ya no quiere, y por ello busca activamente vías para superarlo, teniendo en cuenta las experiencias pasadas y basándose en las realidades actuales. Nuestro punto de partida serán las luchas contra todas las formas de dominación, explotación social y saqueo de nuestro entorno natural, pero también la búsqueda de alternativas e intentos de autonomía.
Por ello, este taller estará abierto a todas las propuestas que se sitúen claramente y sin concesiones fuera del actual sistema de dominación en todas sus manifestaciones.
Para comprender el concepto de Ecología Social, podemos por supuesto remitirnos a las obras de Murray Bookchin, entre ellas «LAS POLITICAS DE LA ECOLOGIA SOCIAL» de MURRAY BOOKCHIN y JANET BIEHL publicado por LA LLEVIR-VIRUS, o «PROXIMA REVOLUCION, LA – Las asambleas populares y la promesa de la democracia directa» publicado por Virus Editorial. Y también «Actuar aquí y ahora: Pensar la ecología social de Murray Bookchin» de Floréal M. Romero, cuya reseña se publicó en este sitio.