Una de las peculiaridades del mundo capitalista, una resultante de su reinado que rara vez es observada, es su capacidad para difundir formas de culpabilidad por doquier. Y salvo raras excepciones, hemos de decir que por una vez, el reparto se ha realizado bastante bien hasta llegar a plasmar la teoría del goteo.
Evidentemente, esta culpabilidad adoptará formas diferentes y a menudo contradictorias, según los ambientes aludidos, pero muy pocas personas pueden escaparse de su dominio.
Conviene señalar de entrada que estos sentimientos de culpabilidad, que se han hecho casi universales, están muy alejados de cualquier voluntad por asumir responsabilidades. Y no es de extrañar, ya que el sentimiento de culpabilidad se asocia mucho con mucha facilidad a esa tendencia al victimismo. Al mismo tiempo, podemos constatar que ya nadie quiere ser considerado responsable de nada, sobre todo quienes ocupan puestos de responsabilidad. Si les dices algo, hasta se pueden ofender: “¡Aquí, para eso no estoy!”
Pero, ¿de qué sirve sentirse culpable si no tiene ningún efecto sobre la realidad práctica? Conciencia culpable o inconsciencia culpable, ésa parece ser la elección que se nos abre en esta neo-sociedad que, al tiempo que preconiza el individualismo más inconsistente, descuida por completo la construcción de una autonomía del individuo que ocupa su lugar en la sociedad.
Lo que caracteriza el sentimiento de culpa en este mundo es que la mayoría de las veces se asocia a una fuerza externa, algo que pesa sobre el alma culpable, obligándola a comportarse de un modo del que luego se arrepentirá -o a negar, lo que nunca ayuda con el sentimiento de culpa. En otros tiempos, las religiones habían encontrado una respuesta fácil para designar esa fuerza ajena a la voluntad: el Diablo. El Diablo disfrutó de una exitosa carrera a lo largo de los siglos hasta que cierto enfoque de la racionalidad acabó con él. Casi lo lamentamos porque era muy conveniente.
Pero, una vez desaparecido el Diablo, ¿cuál es esa fuerza externa que nos obliga más que nunca y nos conduce directamente a esa pesada culpa que nos pisa los talones?
Aquí es donde entramos en el campo de la Ecología Social. Retomemos desde el principio.