Floreal Romero sobre comunalismo

Abril del 2020

1) Estamos viendo cómo todo un « movimiento ciudadano » se apodera del municipalismo y el comunalismo. ¿Se ha diluido ya la revolución comunalista en las tibias aguas de la socialdemocracia?

De hecho, todo un sector « ciudadanista » se ha apoderado del municipalismo, pero sin darle demasiada importancia al adjetivo libertario. Aquí es donde empieza toda la ambigüedad, y donde se levanta una esquina de la alfombra que oculta esta nueva estrategia desarrollada tras el hundimiento y la desorientación de la « Izquierda ». Entendiendo aquí la Izquierda, no en su marco más amplio de una sensibilidad humanista a la que se adhiere totalmente el pensamiento comunalista (lucha contra la injusticia, contra los ricos, el racismo, el sexismo, el militarismo, por un servicio verdaderamente público, etc.). Me refiero aquí a « izquierda » en el sentido más restringido de una estrategia de partidos políticos a la izquierda del vector de la democracia representativa.

Esta « Izquierda », como partidos diversos, se atiene a las reglas del juego electoral de esta democracia representativa que se establecen en el marco estricto de las Instituciones del Estado, esta palanca fundamental de la economía política. Fueron estudiadas y perfeccionadas por la burguesía al término de sus tres revoluciones de finales del siglo XVIII (inglesa, americana y francesa). Por eso el color de los partidos en este tablero político nunca será divisorio, ya que el objetivo de este gobierno representativo sigue siendo invariablemente el de facilitar la economía de la que depende por completo. Bajo pena de muerte, debe impulsar un flujo óptimo de transacciones comerciales, sea cual sea la naturaleza de estos intercambios (armas, por ejemplo), ya que la valorización es su único objetivo.
La otra obligación del Estado es mantener la paz social y su reproducción. De ahí la necesidad de frenar la lucha de clases por todos los medios posibles, utilizando tanto la zanahoria como el palo. Al principio, y durante muchas décadas, todo un sector del proletariado fue adormecido por la izquierda con la ilusión de una posible emancipación política: alcanzar el socialismo a través del Estado. Algunos eligieron la vía parlamentaria, otros la vía insurreccional. Tras el fracaso de la revolución bolchevique y el advenimiento del consumismo en los años 30, y mucho antes de la caída del Muro de Berlín, la ilusión de emancipación quedó aparcada para una parte de la clase obrera. A partir de entonces, la izquierda no dejó de desempeñar, sin tapujos, el papel de moderador que se le había asignado, el de oponerse a la « voracidad liberal ». Sin embargo, pese a las sucesivas victorias electorales que la pusieron al frente del Estado, la Izquierda no ha podido cumplir sus promesas de frenar la codicia de los ricos, impedir la decadencia de las prestaciones sociales y los servicios públicos y mantener el poder adquisitivo. Es más, durante mucho tiempo ignoró los desastres colaterales, como la destrucción de los ecosistemas y acabó desacreditándose ante su electorado.

En los años 90, los movimientos ciudadanos de todo el mundo tomaron en parte el relevo de los movimientos obreros, que en su gran mayoría habían abandonado la « causa comunista » por la « causa consumista ». Estos movimientos ciudadanos son asumidos principalmente por las clases medias, que se ven afectadas por las sucesivas crisis del capitalismo y la ofensiva liberal posterior a los años ochenta. Cuestionan la globalización y culpan a las multinacionales y a las finanzas de todos los males. Las señalan como responsables del empobrecimiento de las clases más desfavorecidas, de la mercantilización de los seres vivos y de los desastres ecológicos, de la desposesión de los pueblos de sus bienes comunes y de su soberanía alimentaria, etc. E incluso cuando el capitalismo es cuestionado, la mayoría de las veces es sólo en su vertiente neoliberal. Heteróclito y sin organización ni partido particular, este movimiento, ideológicamente próximo a ATTAC, no tiene estrategia ni herramienta política propia. Debates y manifestaciones se suceden, pero sin conseguir estructurar ni una oposición real ni un proyecto político claro. Frédéric Lordon tiene razón al afirmar que :  » se debate por debatir, pero no se resuelve nada, no se decide nada y sobre todo no se posicionan tajantemente. Es una especie de sueño democrático esponjoso, precisamente diseñado para que no salga nada de él.”
De este movimiento ciudadano nació el municipalismo en el estado español. Todo empezó en el 2011, a raíz de la crisis de 2008. Miles de personas salieron a la calle en todo el país, movilizándose por primera vez en años. Bajo el lema: « No somos una mercancía en manos de políticos y banqueros » o, en referencia a los políticos: « No nos representan », surgieron asambleas espontáneas en plazas de ciudades y pueblos. Lo notable es que estas reivindicaciones y manifestaciones de los « Indignados del 15M » contaban con el apoyo del 68% de la población. Estas asambleas empiezan a movilizarse en torno a cuestiones concretas, como el apoyo a las víctimas de las hipotecas que han sido expulsadas de sus casas. Las luchas se intensifican, y en Cataluña los manifestantes consiguene hasta rodear el Parlamento de Barcelona. La represión fue violenta y las manifestaciones iban a menos, pero no por ello cesaron. La crisis se desactivó gracias a una válvula de escape: la huida electoral hacia la democracia representativa. Pero que esta huida se produzca o no en masa dependía de la calidad del escenario y de la narrativa. Los escenarios ya probados en el pasado volverán a demostrar su eficacia.

En todo el país, una parte del electorado, cansada de casi 40 años de bipartidismo, seguirá al cometa populista de Podemos. Surfeando sobre las consignas del 15M, este partido se convirtió en la cuarta formación política de España, con 5 diputados en las elecciones europeas de mayo de 2014. En Cataluña, con su tradición de lucha y la torpe represión del Gobierno central, la narrativa nacionalista crece y arraiga. Pero este « catalanismo », aunque sea mayoritario, no puede absorber todas las protestas, y Podemos como partido español (presentándose en todo el país) no es popular aquí como tal. Cataluña también tiene una fuerte tradición libertaria, y un partido nacionalista (CUPs) ya reivindica el municipalismo, que dice haber instalado en algunas ciudades y pueblos, a la vez que, curiosamente, tiene representantes en el parlamento catalán.

Empleada de una ONG que lucha contra las víctimas de los préstamos hipotecarios, y activista apoyada por los movimientos sociales, Ada Colau se presenta a las elecciones municipales con un partido (Guanyem) próximo a Podemos. Apoyada por los movimientos sociales, gana su escaño como alcaldesa de Barcelona. El equipo de activistas que confeccionó la lista municipalista saltó de la calle a los despachos sin pasar por la oposición -lugar que inicialmente pensaban ocupar- y el discurso más militante se mezcló con el institucional. La renovación del Mobile World Congress1, firmada pocos días después de la investidura de Ada Colau, fue cuando menos reveladora. Su nuevo partido, « Los comunes », podía presumir de ser de izquierdas y antisistema, pero el tono estaba dado: no serían una fuerza de bloqueo. Como para confirmarlo, durante el acto estalló una huelga de metro, pero fue rápidamente sofocada, marcando la pauta de este municipalismo. Poco a poco, a pesar de ampliar el proceso de toma de decisiones a través de consultas en línea, principalmente con miembros del partido, y a pesar de innegables mejoras, los movimientos sociales que lo apoyaron se desilusionaron.
Cuatro años después, en 2019, para Ada Colau la alcaldía bien vale tragarse la serpiente de una investidura con los votos del ex primer ministro francés, Manuel Valls.

En Barcelona, y en muchas otras ciudades que se reclaman del municipalismo, como Madrid y Grenoble, seguimos ante un planteamiento socialdemócrata unido a una táctica populista transversal con su carismática figura, sólo que se trata de una metrópoli, un mini Estado en sí mismo.

Y sin ánimo de ofender a las personas implicadas de buena fe ni de denigrar su compromiso con este planteamiento, me siento obligado a provocarles. Porque, objetivamente hablando, se trata de un caso de expolio por parte de una socialdemocracia que, utilizando la fama y algunas ideas tomadas aquí y allá del pensamiento de Bookchin, avanza disfrazada bajo la máscara del municipalismo libertario. Así que, a pesar de lo que muchos puedan pensar, al actuar de esta manera los municipalistas le están robando toda su coherencia revolucionaria. Lo mismo ocurre, y no menos vergonzosamente, cuando se refieren a movimientos revolucionarios cercanos al pensamiento comunalista, como el confederalismo kurdo y el movimiento zapatista. En la práctica, este municipalismo está mucho más cerca del libertarianismo y de la cuarta revolución industrial que se avecina. Una revolución que tendrá lugar en los centros más poderosos de la acumulación capitalista actual, las metrópolis.
Como señalé en un artículo sobre las últimas elecciones municipales en Francia publicado en Mediapart en el blog de Pascale Fautrier: “Finalmente, el municipalismo à la Barcelona en Comú, con su uso extendido de la tecnología digital para la “toma de decisiones conjunta”, como el de Grenoble, es perfectamente compatible con el capitalismo moderno à la Rifkin: “La gobernanza de la ciudad multipolar es compleja. Ahora se trata de gobernar a distancia, de influir más que de dirigir (Epstein, 2005). El poder se distribuye entre, al menos, cuatro tipos de actores: los responsables centrales (a nivel estatal o territorial), los responsables locales (representantes electos), los actores asociativos y los actores privados que poseen capital.”2
Por otra parte, la revolución comunalista, lejos de diluirse en las tibias aguas de la nueva socialdemocracia municipalista, es precisamente su antítesis, su contraveneno. Nuestro reto es crear un movimiento digno de ese nombre.

2) Mencionas una « ambigüedad » en Bookchin: su relación con las elecciones municipales. Pero ¡él las quería de verdad! ¿Por qué cree que esta palanca es un callejón sin salida?

Cuando se trataba de ideología, Bookchin estaba muy preocupado por la coherencia. Como cualquiera que se propusiera desarrollar un pensamiento emancipador, manteniendo firmemente una directriz, no podía escapar a la evolución de esa directriz, que a su vez formaba parte de una sociedad en constante cambio. En consecuencia, hay variaciones e incluso contradicciones en su obra, pero no más y probablemente incluso menos que en los escritos de Marx o Proudhon, por ejemplo.

Debido a su origen social, su temprana implicación, su gran sensibilidad y su tenaz deseo de comprender, adquirió muy pronto buenas herramientas para el análisis teórico. Al mismo tiempo, su implicación en las luchas sindicales, ecologistas y por los derechos civiles le obligó a codearse con otras sensibilidades y corrientes de pensamiento. Esta implicación codo con codo en las luchas agudizó su investigación analítica y, además, alimentó su proyecto emancipador.
Para él, como para Castoriadis, es esencial referirse al imaginario como horizonte. Se trataría, pues, de que la sociedad abandonara su condición de desconexión de la realidad, aterrizara y se reintegrara en su entorno natural, en una relación dinámica y simbiótica, partiendo de la concreción de lo local para poder extenderla territorialmente y luego globalmente. Pero este imaginario no es una abstracción, toma forma a partir de lo que existe y debe enraizarse en lo mejor de lo que es, aquí y ahora. Bookchin propone este imaginario, la ecología social, a la vez como un giro total de nuestra sociedad capitalista en su relación de producción y su indispensable y drástica descentralización.

En efecto, es el capitalismo quien lleva en sí esta dinámica obligada del « crecer o morir », y la acumulación resultante provoca estos verdaderos cánceres estructurales llamados metrópolis. Esta sinergia nos precipita hacia el desastre social y ecológico. Partiendo de este planteamiento radical, también se basará en la experiencia pasada para aportar los elementos y las herramientas necesarias para ir más allá del capitalismo. Para ello, recurrirá a la historia, no a la historia oficial, sino a la historia que hay que « desenterrar », empezando por los pueblos pre-alfabetizados, como él los llama, y siguiendo por la historia de todos los intentos de emancipación, hasta finales del siglo XX.
Estas experiencias acumuladas, examinadas en función de sus éxitos y fracasos, fueron los elementos constitutivos de su proyecto político: el municipalismo libertario, que acabó convirtiéndose en comunalismo. En el comunalismo, los fines están contenidos en los medios. La política es a la vez un lugar de poder extendido a todos y una emanación de lo social en su relación simbiótica con el entorno natural, retroalimentándose ambos.

“La ambigüedad” que yo veo en la obra de Bookchin se refiere a esta relación entre fines y medios, pero probablemente tenga más que ver con una cuestión estratégica o incluso táctica que con algo sustantivo. Veo una contradicción referente las elecciones municipales, pero la matizaría por dos razones. Por un lado, sólo tengo acceso a estos escritos en sus traducciones al francés y al español y, por otro, soy poco experto respecto al contexto político específico de Estados Unidos. Parece ser que la Constitución de los EE.UU. ofrece un campo de maniobra más amplio a este respecto.
Es cierto que Bookchin es partidario de las elecciones municipales. Dice: « Si no presentamos candidatos en las elecciones municipales, no tenemos oportunidad de lidiar con el poder ».
Pero sobre este tema, en mi opinión, dice dos cosas contradictorias. Por un lado, dice que « el municipalismo libertario no es un esfuerzo por construir un gobierno municipal más progresista o más cuidadoso con el medio ambiente ». Incluso llega a decir que « este tipo de orientación reformista neutralizaría los esfuerzos del movimiento por crear y ampliar asambleas ciudadanas y su principal objetivo, el de transformar la sociedad. »

Aunque estoy de acuerdo sin reservas con este análisis, lo encuentro contradictorio con otro discurso en el que contempla la posibilidad de que un candidato elegido en estas elecciones pueda participar en el consejo municipal. Retomando su observación anterior, algunos verían en ello una delegación de poder que socavaría la idea de democracia directa. También en este caso modulo mi crítica, porque dado que hablamos de un pueblo pequeño, casi cualquiera podría ser miembro del consejo municipal. También me gustaría ver hasta qué punto el Estado nos dejaría “utilizar” al ayuntamiento con su derecho institucional y qué haría con una decisión de municipalizar la propiedad privada, por ejemplo.
En cualquier caso, lo que veo como una verdadera contradicción es esta propuesta de tomar el poder de un ayuntamiento, una institución del Estado, y « devolvérselo » a los ciudadanos. A menos que se trate de la etapa final, el golpe de gracia a las Instituciones del Estado y, por tanto, del Capitalismo, en un ámbito más amplio. En ese caso, el requisito previo sería haber creado un equilibrio de poder a favor nuestro mediante un vasto movimiento bien estructurado que contenga las semillas de nuestras propias instituciones paralelas.

Pero seamos claros, es en estas in-definiciones donde pueden alojarse y diluirse los pensamientos parasitarios del municipalismo, en todas sus ambigüedades transversales y su compatibilidad con el capitalismo del futuro, como señalé anteriormente. Así que no me opongo sistemáticamente a participar en las elecciones municipales. En mi opinión, podemos utilizarlas como gimnasia retórica, para sumergirnos en todo tipo de cuestiones de poder relativas al municipio y reclamar la constitución de asambleas decisorias. En las ciudades, esto dependerá de la posibilidad de trabajar en un espacio propicio para desarrollar la comunicación y los vínculos entre los distintos movimientos sociales y promover el contacto cara a cara entre las personas.
En mi libro, me refiero a esta posibilidad como una táctica local, pero como parte de una estrategia mayor que invita a los movimientos sociales a pactar, a crear vínculos por sí mismos, federándose por y para una dimensión política comunalista. Es urgente crear un movimiento basado en la solidaridad entre luchas y alternativas en la vida práctica cotidiana. Separados, estos dos enfoques se marchitarán y serán ineficaces para hacer frente al desafío actual. En cambio, actuando juntos con una determinación común por la emancipación, constituyen una poderosa sinergia, la energía y la fuerza motriz de un movimiento digno de ese nombre. El principal reto sigue siendo adquirir esta capacidad de unir, de crear vínculos en medio de las diferencias, e incluso del disenso. Articulado confederalmente a escala regional y mucho más allá, este movimiento sería capaz de transformar nuestras vidas y darle sentido a nuestras acciones.

 

3) Olivier Besancenot y Michael Löwy han criticado a Bookchin por « rendir culto al localismo » e impedir así la aplicación de la « planificación » ecosocialista a gran escala. ¿Cómo respondes a estas críticas?

Lo que siempre me sorprende, cuando me refiero a ciertas personas con cierta capacidad intelectual y una sensibilidad similar, es la estrechez con la que se refieren al pensamiento de Bookchin. En este caso concreto, se trata de Michael Löwy y Olivier Besancenot en “Afinidades revolucionarias”, en el capítulo sobre “ecosocialismo y ecología libertaria.”3

Tras elogiar su papel pionero en 1965, cuando propuso « varias ideas fundamentales, adelantadas a su tiempo, con las que no podemos sino estar de acuerdo« , subrayan la radicalidad de su crítica marxiana de la economía política. « La dinámica de la acumulación conduce inexorablemente al colapso de la biosfera y a la desaparición de las condiciones orgánicas de la vida humana ». P. 204
Pero en la página siguiente comienzan las críticas, tachándole de tecnófilo y campeón de la abundancia: « …una falta de distancia crítica hacia las tecnologías existentes, pero también, y sobre todo, la ilusión de la abundancia. » Y, por si fuera poco, machacan crudamente: « … – como si los recursos del planeta no fueran limitados.« 

Pero el enfoque de Bookchin sobre la tecnología es mucho más sutil y va mucho más allá de los límites del pensamiento dominante, ya sea de derechas, de izquierdas o ecosocialista. Su experiencia como obrero de fundición le permite comprender la ambigüedad de la tecnología: “Estandarizado por las máquinas, el ser humano se ha convertido en una máquina.” Pero rompe con la estrechez de miras del pensamiento dominante sobre la tecnología con una crítica inicial “…de los mecanismos sociales que intervienen en el funcionamiento de la sociedad.” 4 Lejos de ver la tecnología como algo neutral, para él aquella está directamente generada por la « matriz social ». Advirtiendo de la emergencia del capitalismo verde, critica « la invención de tecnologías más aceptables » que perpetúan « nuestra sociedad anti-ecológica ».
En cambio, en una sociedad emancipada con « una auténtica percepción de la necesidad », imagina la eco-tecnología localmente integrada como fuente de energía y de materias primas, poco o nada contaminantes. Liberaría tiempo para lo político y para todas las dimensiones creativas del ser humano, sin la angustia de la precariedad.

Aunque todas las demás críticas que siguen son infundadas5 y restan coherencia a su pensamiento y a sus propuestas, he hecho especial hincapié en ésta porque resuena con la cuestión de la “planificación” que se me ha planteado. Los autores, como tantos otros, llegan a atribuir

a Bookchin un enfoque casi exclusivamente localista de sus propuestas revolucionarias, tanto desde una perspectiva política como económica.
Y, sin embargo, él se defiende bien: “En primer lugar, quiero dejar claro que el municipalismo libertario no es ‘localismo’ -que, debo añadir, podría conducir fácilmente a la regresión cultural y al parroquialismo reaccionario y que, a todos los efectos (¡afortunadamente!), es económicamente imposible para la mayor parte del mundo. No, no soy localista, sino confederalista, más exactamente confederalista municipal, lo que significa que las asambleas populares formadas en los barrios estarían vinculadas entre sí por delegados (¡no representantes!), por medio de consejos confederales y, a partir de ahí, por consejos regionales, nacionales y continentales, cada uno de los cuales tendría poderes administrativos cada vez más limitados”.6

Sobre la base de esta interdependencia obligatoria de las economías locales, Bookchin no se oponía a la « planificación », salvo para decir que el término estaba sobre utilizado y recordaba los desastres humanos y ecológicos de los países de Europa del Este7. “Ya en 1965 escribió en « Hacia una tecnología liberadora »: « Una tecnología al servicio de los seres humanos debe tener su base en la comunidad local y estar a la altura de la comunidad local y regional. A este nivel, el hecho de compartir fábricas y recursos puede contribuir a la solidaridad entre comunidades diferentes. Puede permitirles confederarse, no sólo sobre la base de intereses intelectuales y culturales, sino también sobre la base de necesidades materiales comunes. Si se basa en los recursos y características singulares de cada región, puede lograrse un equilibrio entre la autarquía, el confederalismo industrial y una división « nacional » del trabajo ». De este modo, la sociedad libre y orgánica forja la tecnología que le corresponde como nervio y esqueleto a la vez para superar la etapa de la escasez pero también para tejer los lazos que conecten todo un mosaico de eco-comunidades.”8 Así que si queremos hablar de « planificación » en este caso, por qué no, pero tiene el mérito de haber dejado claro que no se haría a través de la intermediación del Estado, lo que me parece bastante vago entre los eco-socialistas, por no decir otra cosa.

4) El espontaneísmo y la revuelta urbana tienen cierto éxito entre la izquierda anticapitalista europea. Bookchin, en cambio, llamaba a estructurar, a construir un movimiento y a hacerlo con los más. ¿Somos, como él creía, demasiado impacientes?

Es una pregunta recurrente, de hecho, la de la necesidad de moverse rápidamente en nuestros movimientos actuales, llamando a la revuelta, incluso a los disturbios urbanos. Lo cual es comprensible, dada la represión cada vez más violenta y el hecho de que estamos al borde del precipicio. Pero como dijo Bookchin: « Lo siento, pero las calles no nos ‘organizarán’. Sólo un movimiento serio, responsable y estructurado puede hacerlo ».
Aunque estemos prácticamente privados de adoquines, las fuerzas del orden capitalistas han aumentado sus medios de control y represión: vigilancia y cámaras digitales, medios de represión cada vez más potentes, fuerza de choque brutal y eficaz, etc. En este sentido, actualmente no tenemos ninguna posibilidad de derrocar el sistema. Si imagináramos un vuelco de la situación por la fuerza, ¿seríamos capaces de crear algo parecido a una utopía sin apoyarnos en cimientos estructurales previamente construidos? Esta hipótesis improbable sólo podría contemplarse desde la perspectiva armada de un asalto a las instituciones para recuperar el control del Estado, es decir, para enterrar cualquier proyecto revolucionario bajo un montón de cadáveres.
El espontaneísmo, actuando solo, tiene como resultado la dispersión. Por tanto, está condenado al fracaso y a la desesperación. Pero si, en lugar de oponerlo a la organización, lo consideramos como un impulso, se convierte, en sinergia con esta última, en una fuente considerable de energía vital. Con este espíritu, Bookchin subrayó que un movimiento contra-cultural necesitaba « estructuras firmes » y « contra-instituciones » tanto como del aliento salvador de la espontaneidad. La historia de las revoluciones nos demuestra que cuanto más organizado, estructurado horizontalmente y preparado culturalmente esté un movimiento, más probabilidades tendrá de triunfar. Todo comienza con la persuasión, basada en problemas concretos, y cuando esta persuasión se vuelve contagiosa, cuando su puesta en práctica consigue despertar el entusiasmo a través de las emociones de la experiencia, entonces hemos entrado en un proceso revolucionario. Un proceso ascendente que, con el apoyo del mayor número posible de personas, establece una relación de fuerzas favorable a este proceso. Si bien el gran número es una de las condiciones para la victoria, ésta sólo puede lograrse con una organización bien estructurada y una estrategia bien pensada.

5) ¿Cómo vinculas el comunalismo libertario la promoción de asambleas, necesariamente ínter-clasistas, a la lucha de clases, que Bookchin, como dices, veía como « un frente entre otros »?

Para el comunalismo, no se trata de renunciar a la lucha de clases: tendrá lugar mientras existan las clases mismas. Pero en un momento dado de la historia, el carácter, el sentido y la finalidad de esas luchas cambian, y así ha sucedido desde 1930. Con el advenimiento del fordismo y el consumismo, el proletariado perdió gradualmente el « papel » de « sujeto revolucionario » que le atribuían Marx y los anarcosindicalistas. La victoria de Franco en España supuso la sentencia de muerte para la mayor revolución proletaria de todos los tiempos. Como sindicalista, tuvo Bookchin que vivir en sus propias carnes la derrota de las huelgas que movilizaron a 500.000 trabajadores de costa a costa en EEUU en 1948 para admitirlo. Lo que hizo que sus convicciones se desmoronaran no fue tanto haber perdido esa batalla, sino lo que vino después de esa derrota. En muchas empresas, por ejemplo, los responsables sindicales se pasaron a los comités de empresa y muchos trabajadores se convirtieron en accionistas de esas mismas empresas. La clase obrera había cambiado finalmente su aspiración al “comunismo” por la del “consumismo”.

Por lo que terminaría pensando por los años 60, en un contexto en el que el sindicalismo norteamericano era predominantemente anticomunista, conservador e incluso racista y xenófobo, que esta lucha « en el sentido clásico no había desaparecido; había sufrido un destino mucho más mórbido al ser cooptada por el capitalismo ». La función de esta lucha se limita ahora a mantener el poder adquisitivo y corregir los abusos de las clases dominantes. Habrá que esperar a los años 70 para asistir al surgimiento de movimientos luchando en contra del trabajo y desafiando el orden industrial y sindical9.

Esto no significa que el municipalismo libertario abandone la noción de lucha de clases. Esta no sólo se libra en las fábricas, sino también en el ámbito cívico o municipal. Este frente es importante, incluso básico, porque aunque esté convencido de que la revolución no saldrá de las fábricas, no se puede descuidar el papel de los trabajadores que están a cargo de los medios de producción. Es cierto que esos medios no les pertenecen, pero son ellos y los campesinos quienes podrán garantizar la transición de la sociedad capitalista a la sociedad socialista. Empezando, sin duda, por reivindicaciones de simple dignidad humana en el trabajo, el objetivo es el trascenderlas, ir más allá. De hecho, señala que: « … los trabajadores, además de ser seres de clase, se ven a sí mismos como seres humanos, padres y madres, hermanas y hermanos, hijos e hijas profundamente preocupados por los problemas ordinarios de la vida, como la calidad de sus barrios, sus viviendas, instalaciones sanitarias, zonas de recreo, escuelas, aire, agua y alimentos; en resumen, todos los problemas que preocupan a los habitantes de las ciudades y de las zonas rurales, independientemente de su condición de clase. Estos intereses generales, si no suplantan los intereses de clase, pueden trascender las líneas de clase, especialmente las que separan a los trabajadores de una amplia variedad de personas de clase media« .
Por ello, pedía que la producción y la organización del trabajo estuvieran en manos de comités de fábrica controlados por asambleas obreras, incluidas a su vez en asambleas municipales de toma de decisiones.

Es en este contexto y en este mismo proceso de recuperación por los ciudadanos del control del conjunto de la vida donde el comunalismo estimula la lucha de clases, del mismo modo que estimula en sus asambleas la lucha contra todas las formas de dominación. El tipo, la calidad y la cantidad de la producción ya no deben ser decididos por los patrones, ni siquiera por los obreros en las fábricas autogestionadas, en respuesta a la oferta y la demanda ciegas, dictadas por los mercados. Estas decisiones serán ratificadas por los trabajadores en todos los ámbitos, pero como miembros de las asambleas municipales a las que pertenezcan. El municipio será el encargado de definir las necesidades reales de todos y cada uno de sus ciudadanos. Como el municipio habrá socializado los medios de producción, el centro del poder económico se desplaza al ámbito local, donde estas « eco-comunidades » son responsables de la gestión total de la vida social.
Concretamente, la sustitución de la sociedad jerárquica implicaría la toma del poder comunal y la extensión progresiva de un nuevo paradigma de tipo confederal, territorial, nacional e incluso mundial, como ya se ha mencionado.
Es « muy radical la necesidad de volver a las raíces de la palabra política en polis […] para redescubrir lo que estaba en el origen del ideal de la Comuna y de las asambleas populares de la época revolucionaria. » La política sólo puede ser cívica, en sentido fuerte, y por tanto también ética, en la medida en que habita el campo de las relaciones humanas, en el modo de la racionalidad y la cooperación.

6) En su último libro, Frédéric Lordon sostiene que, frente al « poder totalitario del capital », necesitamos un titán tan poderoso como él para derribarlo – lo que él llama « punto L », es decir, Lenin. Que la solución de los « islotes » es inútil, porque las tendencias « protofascistas » de los estados contemporáneos llevarán a la destrucción de cualquier alternativa local y parcelaria. Tú piensas que hay que « vaciar el Estado », no apoderarse de él y empezar algo nuevo…

Sobre Frédéric Lordon, estoy tentado de hacer la misma observación que hice sobre Michael Löwy y Olivier Besancenot: una lectura superficial de las tesis de Murray Bookchin.
Este es el caso cuando dice: « Estaría tentado de decir que la federación de comunas viene después: es lo que sigue al derrocamiento… aunque sólo sea porque no puedo concebir que los poderes estado-capitalistas dejen prosperar una federación de comunas con el objetivo declarado de derrocarlas – ese es un escenario de Bookchin, y no me lo creo ni por un segundo« . En primer lugar, Lordon no ha explicado claramente su « punto L », pero al referirse a Lenin podemos suponer que evoca un « déjà-vu ». Se trataría de un « remake » de la « Gran Noche » de 1917, a la que el comunalismo ha dado la espalda, del mismo modo que rechaza al Estado o al ejército como « titán » para « derribar » el « poder totalitario del capital ». Para el comunalismo, puesto que los medios llevan los fines en sus entrañas, ese « derribar » no haría sino resucitar ese mismo « poder totalitario ». Si el objetivo de Bookchin es evitar el error estratégico de apoyarse en un titán con pies de barro, no se trata de mirar de reojo la incoherencia de los « islotes ». Lejos de rechazar el poder, se trata de apostar por una estrategia que encarne el mundo del mañana. Todo el poder se reparte entonces entre todos los municipios unidos por vínculos confederales a la vez flexibles y fuertes.

Sin referirse directamente a los zapatistas, las palabras de Bookchin evocan sus prácticas: « Hay comunidades en todo el mundo cuya solidaridad permite imaginar una nueva política basada en el municipalismo libertario, y que podría constituir en última instancia un contrapoder al Estado-nación. »
A partir de esta realidad, evoca la necesidad imperiosa de estructurar una organización para crear un movimiento: « Me gustaría subrayar que este planteamiento presupone que hablamos de un movimiento real, y no de casos aislados (el subrayado es nuestro) en los que miembros de una sola comunidad toman el control de su municipio y lo reestructuran a partir de asambleas de barrio. Presupone la existencia de un movimiento que transformará las comunidades una por una y establecerá un sistema de relaciones confederales entre los municipios, un movimiento que constituirá un auténtico poder regional. […].« 
Y Bookchin añade: « Sin una organización claramente definible, un movimiento corre el riesgo de caer en la tiranía de la falta de estructura »….  » Al estudiar de cerca la historia a las revoluciones pasadas, el problema más importante que he encontrado ha sido precisamente la cuestión de la organización. Esta cuestión es crucial, sobre todo porque en un levantamiento revolucionario, la naturaleza de la organización puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Lo que me quedó muy claro es que los revolucionarios deben crear una organización muy proactiva -una vanguardia, por utilizar un término muy usado hasta que la nueva izquierda lo envenenó asociándolo con los bolcheviques- que tenga su propia paideia rigurosa, que cree una membresía responsable de ciudadanos informados y dedicados, que tenga una estructura y un programa y que cree sus propias instituciones, basadas en una constitución racional.« …
Tener una organización también significa desarrollar una estrategia adaptada al lugar en el que te encuentras. Esta estrategia depende del contexto y de las fuerzas presentes. Por ejemplo, la estrategia zapatista es diferente de la de los kurdos de Rojava, aunque también se basa en la periferia. En la « zona peatonal del capitalismo », las estrategias a adoptar serán similares en muchos aspectos, pero con especificidades ligadas a la historia de cada lugar. Pero el reto sigue siendo construir un movimiento bien estructurado y potente para lograr una relación de fuerzas favorable. Esto es lo que está en juego en la confrontación y en la propuesta estratégica de Bookchin del « poder dual ». Doble poder en tensión, para estructurar el movimiento y prepararlo para derrocar el poder del capital y sus instituciones, no sólo a nivel local, como a menudo se ha sugerido. Sería ingenuo, incluso peligroso, intentarlo, porque es al nivel más amplio posible donde hay que provocar el derrocamiento y la sustitución inmediata de las instituciones políticas del capitalismo, y por tanto del Estado, por las de una confederación de federaciones municipales.

« En el municipalismo libertario, el doble poder se supone que es una estrategia para crear precisamente las instituciones libertarias de asambleas directamente democráticas que se opondrían y sustituirían al Estado. Pretende crear una situación en la que los dos poderes -las confederaciones municipales y el Estado-nación- no puedan coexistir, y en la que uno deba tarde o temprano suplantar al otro. Además, es una confusión entre los medios para conseguir una sociedad racional y la estructura de esa sociedad una vez conseguida. La confusión entre medios y fines es un problema que siempre ha aquejado al movimiento revolucionario, pero el concepto de poder dual como medio para un fin revolucionario y para la formación de una sociedad racional supera el abismo entre el método para lograr una nueva sociedad y las instituciones que la estructurarían. » En este sentido hablo de la necesidad de « vaciar el Estado ». Luego llenaremos este vacío con nuestras propias instituciones de autogobierno, que habremos desarrollado pacientemente en paralelo, a lo largo de esta tensión entre los dos poderes.« 
Y finalmente: « Sin embargo, una vez que los ciudadanos son capaces de auto gobernarse, el Estado puede ser liquidado, tanto institucional como subjetivamente, y sustituido por ciudadanos libres y educados en asambleas populares » …. « Es precisamente esta preocupación por la paideia lo que hizo grande a la filosofía política griega: incluía ideas educativas para hacer ciudadanos competentes, que no sólo pensaran sistemáticamente sino que aprendieran a usar las armas en su propia defensa y en la defensa de la democracia. La democracia ateniense, permítanme señalar, se estableció cuando la caballería aristocrática fue sustituida por el soldado de a pie hoplita: la guardia cívica del siglo V a. C., que garantizaba la supremacía del pueblo sobre la otrora nobleza suprema.« 

6 bis) Janet Biehl nos dijo hace algún tiempo que difería de su difunto compañero precisamente sobre este punto, el Estado: eliminar toda centralización es, en su opinión, correr el riesgo de ver surgir pequeñas tiranías locales que ya no responden a las leyes progresistas de la mayoría…

No sé si Janet Biehl sigue pensando así, pero debo decir que Bookchin no descartaba el riesgo. El riesgo es inherente a cualquier revolución. Pero a la luz de los recientes acontecimientos, ¿no es el riesgo totalitario inherente al capitalismo uno de los principales, dado que su globalización obligatoria significa que no se salvará ningún rincón del planeta?
Habla de ello en el apéndice « Municipalismo confederal: una visión de conjunto » de su libro « De la urbanización a las ciudades ».
« Pero, ¿cuándo los cambios sociales fundamentales han estado alguna vez exentos de riesgos? Habría sido más sensato decir que la apuesta de Marx por un Estado centralizado y una economía planificada conduciría inevitablemente al totalitarismo burocrático que afirmar que los municipios libertarios descentralizados serán inevitablemente autoritarios y tendrán rasgos excluyentes y parroquiales. La interdependencia económica es un hecho de la vida actual, y el propio capitalismo ha convertido las autarquías parroquiales en una quimera. Aunque los municipios y las regiones pueden tratar de alcanzar un grado considerable de autosuficiencia, hace tiempo que hemos dejado atrás los días en que era posible crear comunidades autosuficientes que pudieran dar rienda suelta a sus prejuicios.« …

Continúa, comparándolo con los riesgos de un Estado centralizado: « … En el caso del municipalismo confederal, el parroquialismo puede así verificarse no sólo por las realidades vinculantes de la interdependencia económica, sino también por el compromiso de las minorías municipales de someterse a los deseos de la mayoría de las comunidades participantes. ¿Garantizan estas interdependencias y decisiones mayoritarias que una decisión mayoritaria será correcta? Ciertamente no – pero nuestras posibilidades de tener una sociedad racional y ecológica son mucho mejores con este enfoque que con los basados en entidades centralizadas y aparatos burocráticos.« …

La dificultad para entender el « municipalismo libertario » como un proyecto en toda su riqueza y amplitud radica, en mi opinión, en su propio nombre y en la dificultad que tenemos para distinguir entre los ámbitos de la política y la administración. De hecho, desde el principio, cuando hablamos de municipalismo, tendemos a centrarnos en lo político y lo local, olvidando su esencial y vital articulación territorial, y más allá a abarcar el mundo entero. De ahí que Bookchin adoptara más tarde el término « confederalismo democrático », retomado por los kurdos durante la revolución de Rojava. Más tarde, adoptaría el término « comunalismo » en homenaje a la comuna, que en su espíritu internacionalista preveía una auténtica « comuna de comunas ».

En el mismo extracto, justo después, explica la importancia de distinguir entre política y administración y subraya las ventajas del confederalismo: « Muchos de los argumentos contra el municipalismo confederal -aunque sea fuertemente confederal- provienen de la incomprensión de la distinción entre política y administración. Esta distinción es fundamental para el municipalismo libertario y debe tenerse siempre presente. La política la hace una asamblea comunitaria o vecinal de ciudadanos libres; la administración la llevan a cabo consejos confederales formados por diputados mandatados y revocables de barrios, ciudades y pueblos. Si determinadas comunidades o barrios -o un grupo minoritario de ellos- deciden seguir su propio camino hasta el punto de violar los derechos humanos o permitir el caos ecológico, la mayoría de una confederación local o regional tiene todo el derecho a impedir tales fechorías a través de su consejo confederal. Esto no es una negación de la democracia, sino una afirmación de un acuerdo compartido para reconocer los derechos civiles y mantener la integridad ecológica de una región. Estos derechos y necesidades no los afirma tanto un consejo confederal como la mayoría de las asambleas populares concebidas como una gran comunidad que expresa sus deseos a través de sus diputados confederales. De este modo, la elaboración de las políticas sigue siendo local, pero su administración se confía al conjunto de la red confederal. La confederación es, de hecho, una comunidad de comunidades distintas basada en los imperativos ecológicos y los derechos humanos« .
.

7) Tu libro no aborda la cuestión de la represión estatal. Por tomar sólo los casos más recientes en Francia, podemos ver lo que el Estado puede hacer: la respuesta a los chalecos amarillos que exigen vivir con dignidad es sacarles los ojos y arrancarles las manos. ¿Cómo podemos imaginar que el Estado permitirá que se formen comunas autónomas en su territorio, sin aplastarlas como a la primera ZAD que aparezca?

Es cierto que en mi libro no abordé la cuestión de la represión estatal. Pero la mencioné para ilustrar su carácter indiscriminado y criminal. Y son precisamente estas características, intrínsecamente inscritas en los genes del capitalismo, las que hacen que me tome este tema demasiado en serio como para tratarlo de forma breve y superficial. Sin entrar realmente en el meollo de la cuestión, creo que he abordado ampliamente esta cuestión a lo largo de esta entrevista, lo que me brinda la oportunidad de aclarar ciertos aspectos del comunalismo. Gracias por ello.

Volviendo a este tema, lo importante para mí en este libro era mostrar cómo Murray Bookchin, a través de su propia experiencia, lleva a cabo su investigación, realiza su análisis radical de las dominaciones que se entrecruzan gradualmente hasta constituir la que las reúne a todas, el capitalismo, el « último punto de inflexión de la historia ». Luego, cómo la experiencia acumulada de las revoluciones, que examinó con lupa, le sirvió para elaborar el proyecto comunista. A partir de ahí, argumento y abogo por la creación de un movimiento comunalista basado en nuestra realidad actual del « aquí y ahora ». Identifico lugares y experiencias que pueden servir de hitos y semillas para construir este movimiento desde la base. Intento mostrar la necesidad vital de construirlo con el análisis y horizonte de la ecología social y la herramienta política del comunalismo.
De lo contrario, todas estas semillas y experiencias, tanto en las luchas como en las alternativas, serán derrotadas por la represión y, en última instancia, por la desesperación, o serán recuperadas. Sobre esta base, propongo una hoja de ruta de « unidad en el disenso » para poner de relieve la riqueza de la diversidad, comenzando a nivel local y extendiéndose gradualmente a niveles más amplios en consonancia con el principio confederal. Esta carta se dirigiría a todos los movimientos sociales con el objetivo número uno de salir del capitalismo al tiempo que se construye su alternativa, el comunalismo, con sus propias instituciones paralelas a las del Estado. Para que no perdamos ninguna de nuestras iniciativas y de nuestros esfuerzos individuales, geográficamente dispersos.

Este vínculo de complicidad por un objetivo común es en sí mismo un acto fundacional, que también representa el primer acto de autodefensa, según el conocido adagio de que la unión hace la fuerza. Sin este primer paso, la autodefensa se limitará a actos aislados poco meditados, impulsados por una espontaneidad que nos llevaría al suicidio. Tenemos que crear una auténtica red en todo el país y utilizar nuestra solidaridad para tejer una red de protección y ayuda mutua en caso de represión. En mi libro abordo este tema utilizando el ejemplo de NDDL(ocupación de muchos años en contra del proyecto de aeropuerto de Nantes) . Demuestro que habiéndose beneficiado del apoyo de un movimiento ya establecido en una amplia zona y a la altura de este logro ejemplar, este último podría haber llevado las cosas un poco más adelante y todo el movimiento se habría beneficiado a cambio. La solidaridad como acto de autodefensa se expresa de mil maneras, como réplica, en la medida de lo posible en la no violencia. También deberíamos considerar la posibilidad de crear grupos específicos de autodefensa dentro de esta misma autodefensa general, como ocurrió con las mujeres en Rojava.
Lejos de concebir la no-violencia como una religión, debemos considerarla como una táctica deseable dentro de una estrategia más amplia, porque implica invertir en una dinámica de construcción a través del diálogo, como fundamento, un requisito previo que lleva tiempo. Esta no-violencia sigue siendo totalmente relativa porque no depende únicamente de nosotros, pero se trata sobre todo de adquirir fuerzas y convicciones profundas para una etapa posterior. No podemos ignorarla y, además, nos permitirá intensificar nuestra red social y política forjando vínculos cada vez más estrechos para lograr una relación de fuerzas que nos sea favorable. Por supuesto, forma parte de una lucha más amplia en la que también participan otros sectores políticos progresistas, con la prioridad de abolir las leyes que amenazan la libertad. Pero esta abolición se producirá tanto más rápidamente si conseguimos crear un movimiento susceptible de ser tenido en cuenta por esos otros sectores e imponerles una relación dialéctica a nuestro favor.

7 bis) [a considerar a la luz de su respuesta anterior] Bookchin hablaba de crear milicias de autodefensa, y hemos visto, en Rojava, una especie de ilustración de esta recomendación. Pero nadie entre los comunalistas pone ahora esta cuestión « militar » sobre la mesa…

Si he insistido mucho en la etapa posterior, es porque es esta misma dinámica de construcción la que nos lleva a la esencia de un verdadero contrapoder popular. Esto es lo que está en juego en esta etapa esencial y primordial porque, como señala Öcalan: “...el concepto de autodefensa no se refiere a una organización armada o a un estatuto militar sino a una organización de la sociedad: permitirle protegerse en todos los ámbitos movilizando a todas las organizaciones.10 Por supuesto, en algún momento habrá que pasar a otra etapa mucho más arriesgada. Como bien señala Elias Boisjean en « Le moment communaliste? », Ballast, 19/12/2019, « … el Estado, progresivamente des-legitimado, se verá obligado a reaccionar. El enfrentamiento subsiguiente determinará sin duda si prevalecerá la revolución democrática o el orden capitalista de estatus« .
Sí, este enfrentamiento será armado, no cabe duda, pero será tanto menos sangriento cuanto que habremos sabido establecer una relación de fuerzas favorable para la que nos habremos preparado como movimiento estructurado y como miembros de ese movimiento. Este momento « M » (de Movimiento) nos será tanto más favorable si nos hemos asegurado las espaldas mientras elaborábamos pacientemente la estrategia más adecuada. Esta es la lección de los zapatistas que, el 1 de enero de 1994, desplegaron una ingeniosa estrategia con un mínimo de bajas, basándose en logros organizativos de muchos años y tomando la iniciativa del momento « M ». Pero no siempre tendremos esta oportunidad, que rara vez se ha presentado en el pasado. Como las situaciones son siempre diferentes, no podemos caer en fantasías futuristas infundadas, pero tampoco podemos eludir la cuestión de la creación de milicias.

Así, cuando Bookchin habla de la indispensable educación del ciudadano para el comunalismo, incluye sin ambigüedad la necesidad de aprender a defenderse, como vimos en la respuesta a la pregunta 6. Es esta educación la que conducirá al comunalismo. Es esta educación la que conducirá a la organización de una milicia popular « compuesta de patrullas rotativas, con fines policiales, y de contingentes militares bien entrenados para responder a las amenazas externas« .
Creo que las milicias anarquistas en España, siguiendo sus pasos, fueron para él un punto de referencia esencial, porque por primera vez en la historia, el pueblo había derrotado a un ejército. Organizado principalmente en la CNT, el pueblo había sofocado el golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936 en casi todo el país, en 24 horas y prácticamente sin armas, gracias a su espíritu de lucha y a los estrechos vínculos forjados a través de la lucha y la organización. Y esto resuena una y otra vez en las propias reflexiones de Öcalan: “...las fuerzas fundamentales de autodefensa (léase armadas), tienen la misión de acelerar y proteger la lucha de la sociedad democrática”. (léase comunalista). Así describía Durruti11 a la filosofía, la organización y el funcionamiento de las milicias:

Pienso -y todo lo que ocurre a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del ejército. Por tanto, creo que la disciplina, la coordinación y la aplicación de un plan son indispensables. Pero todo esto no puede interpretarse según los criterios que estaban en vigor en el mundo que estamos en vías de destruir. Necesitamos construir sobre nuevas bases. En mi opinión, y en la de mis colegas, la solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la responsabilidad individual, para aceptar la disciplina como un acto de autodisciplina. La guerra nos ha sido impuesta, y la lucha que debe regirla difiere de la táctica con la que combatimos la que acabamos de ganar, pero el objetivo de nuestra lucha es el triunfo de la revolución. Esto significa no sólo la victoria sobre el enemigo, sino también un cambio radical en el hombre. Para que se produzca este cambio, el hombre debe aprender a vivir y a comportarse como un hombre libre, un aprendizaje en el que se desarrollen sus facultades de responsabilidad y su personalidad como dueño de sus propios actos. El obrero en el trabajo no sólo cambia las formas de la materia sino que, a través de esta tarea, se cambia a sí mismo. El luchador no es otra cosa que un trabajador que utiliza el arma como instrumento, y sus acciones deben dirigirse hacia el mismo fin que el trabajador. En la lucha, no puede comportarse como un soldado que recibe órdenes, sino como un hombre consciente que conoce la trascendencia de su acto. Sé que esto no es fácil de lograr, pero también sé que lo que no se logra con el razonamiento tampoco se logra con la fuerza. Si nuestro aparato militar de revolución tiene que apoyarse en el miedo, nos encontraremos con que no hemos cambiado nada, salvo el color del miedo. Sólo liberándonos del miedo podrá la sociedad construirse en libertad.”11

8) ¿Hasta qué punto la identidad cultural de Bookchin -americana, y por tanto federal- influye en la posible universalización de su propuesta? Francia ha estado históricamente marcada por el jacobinismo y el centralismo…

No es una pregunta sencilla porque, como he dicho en otro lugar, no soy un conocedor de la Constitución estadounidense.
Sin embargo, hemos de señalar que las primeras influencias políticas de Bookchin no se encuentran en esta Constitución. Nacido en Nueva York pero de una familia de exiliados judíos rusos, como señala Janet Bielh en su biografía « Ecología o catástrofe »: « Antes de que el joven Murray supiera quiénes eran Washington y Lincoln, ya estaba familiarizado con Lenin y también con los líderes revolucionarios alemanes Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht« . En cualquier caso, creo que su interés por el federalismo y el confederalismo data de su ruptura con el Partido Comunista de EEUU y su descubrimiento del anarquismo, tras la represión estalinista de la revolución española en Barcelona en mayo de 1937.
Tras descubrir la organización territorial de esta revolución confederal, comenzó por estudiar a los teóricos del anarquismo que inspiraron a los anarquistas españoles de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), en particular Proudhon y Kropotkin. Aunque señale que no es del todo adecuado a nuestros tiempos: « Nuestras ideas para una confederación no deben quedarse estancadas en los escritos anarquistas del siglo XIX« , tras sus propias investigaciones, ha conseguido darle mayor cohesión y coherencia a esas propuestas.

Y aunque se refiera a las asambleas populares de Nueva Inglaterra, la Comuna de París, con su propuesta federalista de « comunas de comunas », fruto de la influencia de Proudhon, sigue siendo la referencia básica del comunalismo. Y esta revolución, como si de un ejemplo se tratara, se levantó contra el jacobinismo y el centralismo que históricamente habían conformado Francia. Un jacobinismo y un centralismo que, sin embargo, sirvieron de modelo a los marxistas-leninistas para la revolución rusa y condujeron a la construcción de la URSS. Al igual que el pensamiento anticapitalista se forja en contra del crecimiento capitalista y sus contiguas degradaciones, también el pensamiento confederalista puede concebirse y desarrollarse en oposición al centralismo del Estado y a su autoritarismo, sea cual sea el país al que nos referimos.
Bookchin había planteado una cuestión importante relativa al país, al lugar en el que vivimos. La de entrar en resonancia con la tradición emancipadora de cada país. Como muy bien dice en el vídeo « Las formas de la libertad », quiere hablarle a la gente utilizando referencias que les suenen como parte de su historia propia, pero partiendo de los problemas cotidianos:
« Pero a lo que yo quería llegar era a lo siguiente: ¿cómo llegar a los americanos en términos que ellos entiendan? Esta es una gran pregunta para mí, porque a principios de los años 30 hablaba a los americanos en alemán, en lenguaje marxista. Y nadie me escuchaba, salvo los que entendían el alemán. Entonces, como el alemán no funcionaba, les hablé en ruso, en lenguaje bolchevique …« . Continúa así con otros ejemplos referidos a la historia de las revoluciones que han tenido lugar en otros lugares para luego concluir: « Hoy tenemos que recrear una Bewegung, un movimiento capaz de hablar a los estadounidenses en una lengua que puedan entender, que es principalmente el inglés. Esto no significa que no podamos aprender de otras experiencias, dondequiera que estén. Debemos tenerlas en cuenta, pero lo que me interesa ante todo es cómo llegar a los estadounidenses…. « 
Y sigue: « ¿Podemos construir un programa radical, en inglés, para el futuro? No en alemán, ruso o chino, con el debido respeto a estos movimientos. Y un programa que les hable a nivel de lo que tienen más cerca en sus vidas: sus barrios, que están en proceso de disolución. Sus comunidades, que también se están disolviendo hoy en día. Sus barrios, ya sea en una urbanización, en un pueblo o en el campo. ¿Podemos extraer de ello un movimiento? Uno que conduzca literalmente a la recreación de formas populares de organización aceptables para una mente americana. Como los ayuntamientos, al menos en Nueva Inglaterra.« 
Para mí, éste es el punto de partida, la base para construir un movimiento comunalista vivo, empezando localmente y allí donde nos encontremos. A partir de ahí, la acción nos llevará a comprender, y tejiendo una red solidaria, aprender de otras experiencias.

9) Hablas del « sobrepuja catastrofista » de los colapsólogos. ¿Qué puede hacer la ecología social frente a esta nueva expresión ecologista que parece tener el viento a favor?

La colapsología, la  » sobrepuja catastrofista » revestida de un manto científico, es más popular que nunca, en gran parte gracias a la declaración mundial de la « pandemia ». No hay más que ver la espectacular remontada de ciertos títulos en la lista de los más vendidos de Amazon, ese barómetro de nuestras emociones. “El colapso”, de Jared Diamond, y “Cómo todo puede derrumbarse”, de Pablo Servigne, figuran entre los títulos más vendidos.
La ecología social puede acompañar a sus mentores en un viaje de observación, una evaluación superficial del estado actual de las cosas, que afirme la realidad de la catástrofe en curso. Pero el viaje durará poco. Muy pronto, una vez hecha la evaluación, la encuesta nos muestra que ya no estamos en el mismo camino. Pronto nos damos cuenta de que esta “pseudociencia” es en realidad parte del problema. Lejos de cuestionar las catástrofes ecológicas actuales por estar enraizadas en la injusticia social, en las relaciones capitalistas de producción y dominación, promueve un consenso infame. Sin duda, sin saberlo, son los herederos de las corrientes conservadoras y reaccionarias que, a partir de la Revolución Francesa, vieron la revolución social, y más tarde la evolución de la moral, como manifestaciones de la decadencia o declive de la civilización. Es cierto que no todos sus mentores actuales son sus descendientes ideológicos. No obstante, la transversalidad política resultante de esta indefinible nebulosa actual de colapso sigue siendo preocupante.

Los autores nos piden que nos desprendamos de lo que aún respira en este mundo, de lo que tiene sentido en él, con el pretexto de tener que lamentarlo. De este modo, el colapsalismo no abre otro futuro que el del “monitoring”. El Estado, a diferencia de los servicios públicos y la seguridad social (de los que tampoco tiene el monopolio), se convierte en piedra angular, ejerciendo sobre todo sus funciones regias (policía, ejército y vigilancia). Lejos de derrumbarse, el Estado recobra un vigor que muchos nostálgicos de todos los bandos creían condenado al olvido. ¿No se trata de un tecnofascismo verde que se está instalando insidiosamente para impedir cualquier movimiento de rebelión ? Esto es lo que nos muestran las noticias con toda su frialdad.
Esto es política, pero es una política de lo no dicho, donde los actores y sus interacciones a simple vista desaparecen. Mientras esperamos este « mejor de los mundos », facilitado por el discurso del colapso, desde todas partes, esta “ecología de superficie” se nos pega e impide que las personas lúcidas sobre la situación y sus condiciones de vida se identifiquen con ella, y con razón. Nos enfrentamos a un vacío, tenemos que lidiar con una narrativa sin pueblos y sin futuros particulares. La colapsología produce seres desnudos, privados de sueños pero poblados de pesadillas y desgarrados de lo que les mantiene unidos y de lo que importa.

Si desde un punto de vista puramente colapsista, no hay soluciones para luchar contra el colapso, y al final lo único que hace es contribuir a una forma de resignación colectiva, como la del ternero camino del matadero, no se puede decir lo mismo de la ecología social. La ecología social también se basa en un catastrofismo, pero un catastrofismo ilustrado: anunciar lo peor para conjurarlo. Las catástrofes sólo tienen sentido si se pueden evitar, si pueden plasmarse en una narrativa en la que podamos encontrar formas tangibles de hacerles frente. En primer lugar, la ecología social, como ecología radical y holística, posee herramientas analíticas que nos permiten comprender plenamente lo que está en juego en la destrucción social y ecológica en curso. Nuestra primera tarea en relación con la colapsología es, por tanto, utilizar estas herramientas para deconstruir públicamente este montaje nocivo como discurso aplanador, castrador y paralizante. La ecología social se basa entonces en las experiencias del pasado, esas de los intentos de emancipación en todos los frentes, para enseñarnos que las luchas perduran y persisten porque son ricas en cuanto a personas e historia, porque han sido capaces de crear su propia consistencia.

Mi libro propone « Actuar aquí y ahora ». Pero para actuar con eficacia, debemos ser conscientes del lugar y el momento en que nos encontramos cada uno de nosotras y nosotros. Volvamos a la noción de crisis como oportunidad. Si conseguimos olvidar por un momento los “zánganos” que las corrientes de lo virtual nos envían y distraen, entonces estaremos en condiciones de reflexionar. Si no estamos ya cogidos por el cuello por la economía asesina, estos últimos acontecimientos (como la pandemia) y los que todos compartimos actualmente de por el mundo, estos nos permitirán darnos cuenta de la realidad.
Actualmente estamos confinados, (en abril del 2020) pero ¿no lo estábamos ya antes en el corredor que nos condujo a este confinamiento? Estábamos en el confinamiento móvil de la agitación y el estrés, el que nos hacía dar vueltas y vueltas en nuestras metrópolis hyper pobladas, solo con ef fin de vender nuestra fuerza de trabajo. Una vez vendidos, a los afortunados nos dejaban gastar el dinero que habíamos conseguido imitando el estilo de vida de quienes nos habían explotado. Luego nos metíamos en otro frenesí para olvidar todo el tiempo que habíamos pasado doblegándonos ante las máquinas y otras personas. Y así dimos vueltas alrededor de un mundo cada vez más indiferenciado y contaminado, batiendo el récord de vuelos en avión el 31 de julio de 2019, con 30 millones de personas en el aire al mismo tiempo.
Detenido el ajetreo, el encierro se convierte en la revelación de la prisión sobre el suelo en la que llevamos años atrapados. Surgen entonces preguntas como ¿cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo puede un simple virus bloquearlo todo? ¿Cómo hemos llegado a depender tanto de lo que se produce al otro lado del mundo? Con nuestras principales actividades económicas paralizadas, ¿por qué otras formas de vida tienden a recuperarse? ¿En qué mundo, en qué red de mentiras vivimos? ¿Qué democracia es ésa que, de un día para otro, encarcela en sus casas a millones de personas que ahora lloran por haber perdido su libertad? Para muchas personas, para las más pobres, ya están de luto al experimentar su propio colapso.

Es a estas preguntas que se hacen muchas personas a las que tenemos que responder de forma inteligente y concreta. Entonces, si eso que dicen que “en el principio era el verbo”, empecemos ya a pensar en los vínculos que queremos ver florecer, desarrollarse y tomar forma. De momento, estamos confinados y abocados a lo virtual. Pero si centramos nuestros esfuerzos en imaginar el futuro de nuestras luchas y nuestras propuestas sociales y políticas constructivas, podremos allanar el camino para iniciar nuestras acciones en una perspectiva comunalista. Sería posible trabajar a diferentes niveles, pero siempre y desde el principio, creando vínculo, ya sea a nivel local, regional o internacional. Para mí urge crear lugares para juntar experiencias y reflexionar juntas respecto a una estrategia global que se adapte a los diferentes niveles locales. Yo mismo hice una serie de propuestas en mi libro, entre ellas la de una “hoja de ruta” para presentar, como propuesta dirigida a los distintos movimientos de lucha y de alternativas, empezando a nivel local. Partiendo de la vida cotidiana, se trata de proponer un programa político comunalista para abordar de frente las cuestiones que nos conciernen directamente.

Estos ejemplos y propuestas, así como otras muchas iniciativas, pueden vincularse a alternativas encaminadas a recuperar los elementos básicos de nuestras vidas. Por ejemplo, avanzar hacia una auténtica soberanía alimentaria es una de las prioridades, partiendo del ámbito local y en cortocircuito con un sistema de AMAPs. (Asociaciones para el desarrollo de una agricultura campesina). Como así lo expresé en otro artículo: « A través de sus prácticas autogestionarias, estas iniciativas constituyen un eslabón fundamental para salir del capitalismo y avanzar hacia la autonomía. Este vínculo fuerte y pragmático entre el productor campesino y el consumidor responsable y cívico abre el camino hacia una « economía moral « 1 como peldaño en la transición para salir del capitalismo. Así descubrimos las virtudes y el placer de trabajar juntos, con lo que supone en cuanto dificultades pero también de alegría. Y es esta realidad vivida la que nos hará arrojar al basurero de la historia la perpetua frustración del falso placer del consumismo, nunca satisfecho. De esta manera, abrimos las puertas a esta dimensión del « Buen vivir », en su conjunto, esta dimensión tan humana que los zapatistas viven y nos transmiten. Se trata de actuar igualmente con los demás ámbitos de la vida, como aquellos de la educación, la alimentación, la vivienda, la cultura, la artesanía, la industria, etc. Todas estas formas de organización y decisión colectiva están interrelacionadas, con el objetivo esencial de satisfacer las necesidades de todas y todos de forma autogestionaria, con el placer de vivir de verdad. Nos corresponde crear una dinámica de autoinstitución política de estos bienes comunes capaz de poner en práctica, ante todo, la solidaridad vital entre nosotros los humanos, extendiéndola a todos los seres vivos y al entorno natural« .

10) Usted describe una cierta « mística » ecológica. Asistimos a un resurgimiento de ciertos movimientos espiritualistas: neopaganismo, New Age, brujas, etc. Bookchin nunca dejó de repetir que la ecología tenía que ser racional. ¿Considera esto un peligro para el futuro del movimiento ecologista?

Esta « mística » ecológica nació en Estados Unidos en los años 60, en el corazón de todo un movimiento que iba desde la ecología profunda hasta el intento de convertir la ecología en una religión. En aquella época, era una reacción de los jóvenes a la lógica tecnoeconómica dominante. Como tal, Bookchin, todavía en los años 70, se refirió a este movimiento hippy en « Post scarcity anarchism » como: « el surgimiento de subculturas »… “El acto mismo de negarse a vivir según las limitaciones burguesas sienta las bases de un modo de vida utópico”. Pero cuando en muchas mentes, o incluso movimientos, esta reacción se naturaliza, Bookchin reacciona. Teme que la ecología política se aleje de esta línea de pensamiento en relación con el desarrollo, en torno a Sarawak y algunas otras ecofeministas en particular. Sin embargo, sería erróneo ver en este temor un signo de intolerancia: “Del mismo modo que la economía debe convertirse en una forma de ética en una sociedad racional (que es la forma de sociedad que deseo ver nacer), concedo a los románticos un lugar de honor en los asuntos humanos”. (Bookchin, Twilight Comes Early, inédito). Lo que demuestra que su postura era realmente la de separar la esfera personal de la esfera pública: puedes creer lo que quieras, siempre que no lo institucionalices y lo utilices para justificar tus acciones….
“…] es muy importante que evitemos que el movimiento ecologista degrade [el concepto de espiritualidad] en una creencia, en una forma vulgar de culto atávico a la naturaleza poblada de dioses, diosas y, en última instancia, una nueva jerarquía de sacerdotes y sacerdotisas. Quienes creen que la solución es crear una nueva « religión verde » o revivir las creencias en dioses, diosas o duendes del bosque esconden tras el misticismo la necesidad de un cambio social. Esta marcada tendencia entre los ecologistas profundos, las ecofeministas y los Verdes de la Nueva Era me preocupa”12.
Mientras Bookchin advierte de esta deriva ecologista, dirige la misma advertencia a los movimientos políticos de izquierdas que dicen inspirarse en la racionalidad de la Ilustración. Al final, lo que sigue siendo el denominador común de estos contestatarios de todo tipo, más allá de sus saludables reacciones, es su falta de análisis radical. Demasiado superficiales, conducen a soluciones que, en última instancia, en lugar de eliminar la dominación, sólo la perpetúan.
Por ejemplo: « Abrazando el particularismo en el que había degenerado la política racial en lugar del universalismo potencial de una humanitas, la Nueva Izquierda situó a los negros, a los pueblos coloniales e incluso a las naciones coloniales totalitarias en la cima de su pirámide teórica, dotándoles de una posición dominante o « hegemónica » en relación con los blancos, los euro americanos y las naciones democrático-burguesas. En la década de 1970, esta estrategia particularista fue adoptada por algunas feministas, que empezaron a exaltar la « superioridad » de las mujeres sobre los hombres, e incluso a afirmar un « poder » místico supuestamente femenino y un irracionalismo supuestamente femenino por encima de la racionalidad secular y la investigación científica que presumiblemente eran dominio de todos los hombres. El término ‘hombre blanco’ se convirtió en una expresión patentemente despectiva que se aplicó ecuménicamente a todos los hombres euro-americanos, fueran o no explotados y dominados por las clases y jerarquías dominantes.« 
A pesar de que algunos grupos las han reivindicado, no creo que estas tendencias hayan tenido el mismo impacto en Europa. Sin ver en ellas un peligro inmediato, insisto no obstante en la necesidad de permanecer vigilantes contra todas estas tendencias al repliegue sobre uno mismo en lo que yo llamo « individualismo colectivo ». Un fenómeno ya denunciado por Bookchin en su libro « Anarquismo social o anarquismo personal. Un abismo insuperable” Ed. Virus

Son todas estas tendencias las que enmascaran la necesidad más urgente de todas: crear un verdadero movimiento emancipador para salir del Capitalismo.

1El Mobile World Congress es la mayor feria anual de la industria de la telefonía móvil. Está organizada por la GSM Association, una asociación de 250 fabricantes y 850 operadores de telefonía móvil. Wikipedia

2La ville, le SI et l’entreprise: du fonctionnel au multipolaire” Emmanuel Bertin y Sébastien Tran. “Management Prospective” Ed. |  » Management & Avenir  » 2014/2 N° 68 | páginas 54 a 72 Ver también  » Les métropoles barbares  » de Guillaume Faburel publicado por Passager Clandestin 2019.

3 Página 202 de : Affinités révolutionnaires – nos étoiles rouges et noires Ed. Milles et une nuit nº85

4Actuar aquí y ahora. Pensando la ecología social de Murray Bookchin Floreal M.RomeroEdiciones Kaikron 2022

5Lo mismo ocurre con el « modelo » supuestamente idealizado de la antigua polis griega y la ecclesia ateniense, como si Bookchin no se hubiera dado cuenta de las limitaciones de su carácter exclusivista, esclavista, patriarcal e incluso imperialista.

6 Entrevista a Murray Bookchin por Takis Foutopoulos : http://social-ecology.org/wp/1992/09/the-transition-to-the-ecological-society-an-interview-by-takis-fotopoulos/

7Bookchin escribió en « Más allá de la escasez », en 1971, mucho antes de que cayera el Muro de Berlín: “Seguir discutiendo sobre la ‘economía planificada’ y el ‘Estado socialista’ -nociones nacidas en una fase anterior del capitalismo y en una fase inferior del desarrollo tecnológico- es propio de cretinos sectarios ».

8 Actuar aquí y ahora. Pensando la ecología social de Murray Bookchin Floreal M.RomeroEdiciones Kaikron 2022

9En « Ecología de la libertad », publicado en 1982, M. Bookchin escribía: « Al considerar la fábrica y la evolución técnica como ‘socialmente neutras’, el ‘socialismo científico’ se ha negado a ver el papel desempeñado por la fábrica y su compleja estructura jerárquica para condicionar a los trabajadores a la obediencia e inculcarles la sumisión desde la infancia y en todas las etapas de su vida adulta ». Pouvoir de détruire, pouvoir de créer Ed. L’échappée 2019 p. 116

10 “La révolution communaliste” Abdoullah Öcalan, écrits de prison Editions Libertalia, 2020

11Buenaventura Durruti, joven obrero mecánico, fue una de las principales figuras del anarquismo español antes y durante la Revolución Social Española de 1936. Fue asesinado durante la defensa de Madrid el 20 de noviembre de 1937

12Murray Bookchin y Dave Foreman, « Quelle écologie radicale? » p. 45-46….Citado por Vincent Gerber en « Murray Bookchin et l’écologie sociale – Une biographie intellectuelle » Ed Écosociété 2013.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.