El tiempo de los campesinos – 02

en ARTE

Para ver o volver con ojo ilustrado

«El tiempo de los campesinos»1, de Stan Neumann (1949-), presenta en un documental de cuatro episodios una visión detallada basada en: datos científicos, cuestiones sociales y argumentos históricos. El visionado de estos episodios, y el camino que supone los cuatro, facilita la comprensión de nuestros orígenes como sociedad y ayuda a la comprensión de la destrucción progresiva del campesinado desde la caída del imperio romano en el siglo VI. Comprender nuestra la proletarización, nuestro enjaulamiento en fábricas y ciudades, nuestra ausencia –y la destrucción de la «Madre Tierra»– , son temas fundamentales en el documental. Al fin y al cabo, consiste en descubrir en qué se basa la agricultura campesina: las esperanzas de los hombres y las mujeres que «hoy» dicen formar parte de ella.

En una entrevista Stan Neumann concedió a “L’Humanité” el 18 de abril de 2024 demostraba su asombro:

Como en “El tiempo de los obreros”, usted traza un paralelismo constante entre la historia de los campesinos y la actualidad. ¿Esperaba tanta convergencia?

Me sorprendió muchísimo. Temas del siglo XII se reflejan en la vida cotidiana de un campesino rumano de hoy. Hay un paralelismo entre el proceso de colectivización de los movimientos socialistas y el proceso de reparcelación y modernización de Europa Occidental. No tenía ni idea de que fuera tan convergente. En la historia del campesinado he descubierto una concepción muy bella de lo colectivo. Como un comunismo rural de la Edad Media, pero doblado de una utopía libertaria enraizada en la tradición.

¿Qué diferencia nota entre la clase campesina y la clase obrera?

La noción de libertad es diferente. En las luchas de la clase obrera hay una obsesión por el reconocimiento y la integración. Pero entre los campesinos existe el deseo de no depender de ningún superior, de ningún poder. Si consideramos que la clase obrera está organizada por la estructura de la fábrica, de la producción, “el mundo campesino se parece más a una forma de autogestión«.

Sin embargo, tampoco se trata de idealizar un mundo campesino que también tiene sus defectos, como el «parroquialismo» (la cultura católica parroquial) del que se han servido las fuerzas reaccionarias a lo largo de la Historia, como muestra claramente el autor en el episodio 4. Sin embargo, en el campesinado encontramos, sobre todo, los elementos básicos y las referencias esenciales para construir el «comunalismo», las lecciones esenciales para volver a tomar la rienda de nuestras vidas, recuperar la tierra que nos ha robado la «megamáquina»: el capitalismo, ese sujeto autómata cuya única función es la valorización del valor. Esa «megamáquina», técnica autoritaria sin frenos, que en su camino sin límites, impone a todos las estructuras sociales y vitales, que son las que nos conducen a la destrucción.

Para comprender el nacimiento del capitalismo, considero necesario el estudio de este excelente trabajo que, por otro lado, muestra algunas deficiencias notales. En la tercera entrega, por ejemplo, el autor toma un camino equivocado al referirse con demasiada rapidez a los enclosures (cercamientos) en la Inglaterra del siglo XVI. Era, sin embargo, una buena ocasión para explicar este momento clave de ruptura antropológica con el nacimiento del capitalismo legislado por el Estado, en cuanto a la desposesión de los campesinos y sus bienes comunes y la gestión por la fuerza de sus antagonismos constitutivos.

Y es, en el cuarto, episodio donde se pierden la esencia de las lecciones revolucionarias; pues, aunque el autor hace referencia a las revueltas y a la resistencia del proletariado campesino, en particular, la de las mujeres en Italia, no menciona las revoluciones, ni siquiera las fallidas. Así pues no menciona a los «mirs», las ancestrales comunidades campesinas de Rusia que la dictadura «soviética» redujo a la nada por la fuerza y contra la voluntad de las masas campesinas. Sin embargo, entre 1919 y 1921, fueron ferozmente defendidas por la Makhnovshchina, para quienes eran la «carne de la carne del campesinado ucraniano». Y luego está el silencio sobre «la mayor revolución del siglo XX» según Guy Debord: la revolución en España entre 1936 y 1939. Y, sin embargo, podemos afirmar que fue allí donde la capacidad creativa colectiva y autogestionaria del campesinado europeo se realizó de forma más clara y radical en el siglo XX, en el campo y más allá. Porque fue en el campo aragonés donde la revolución dio sus mejores frutos, una organización política y social de tipo comunalista, descentralizada y confederal, basada en la comuna y luego en la colectividad, aunque la revolución abarcó todos los sectores de la sociedad, incluidas las fábricas. Pero se trataba de un proletariado joven cuyas venas aún estaban regadas de sangre campesina portadora de las tradiciones y organizaciones campesinas ancestrales, las de “los comunes”, reivindicadas por los anarquistas como base de toda organización social.

Así que vale la pena verla una y otra vez, con estos pequeños toques críticos que iluminan un paisaje y nos dan un posible camino a seguir.

A continuación se muestran los enlaces a los 4 episodios de este excelente documental:

  1. Arar, cultivar, luchar: historia de los campesinos (Edad de oro, edad de hierro)
  2. Arar, cultivar, luchar: historia de los campesinos (Catástrofes y revueltas)
  3. Arar, cultivar, luchar: historia de los campesinos (Hacia la emancipación)
  4. Arar, cultivar, luchar: historia de los campesinos (Agricultores contra viento y marea)


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